domingo, 15 de diciembre de 2019

UNIÓN CON DIOS


«Lo que nos importa es unirnos con Dios»

Un día, me inflamé de indignación contra las Comunidades que cumplían las leyes injustas que se habían dado contra ellas: «¡Qué desgraciada sería yo si perteneciese a

una de esas Comunidades! ¡Ah! ¡Cuando pienso en esto se me revuelve toda la sangre del corazón! ¡Preferiría hacerme acuchillar antes que dar ni una sola zanahoria!».

 Ella me respondió: 
«Esto no os atañe. Pienso como vos, obraría como vos si tuviese responsabilidad en el asunto, pero no estoy encargada de él. Lo que nos importa es unirnos a Dios. 
Aunque perteneciésemos a una de esas Comunidades citadas en los periódicos como ejemplo de cobardía, eso no debería inquietarnos».   


 Ni demasiado celo, ni indolencia
Trataba ella de combatir en mí el demasiado celo en los asuntos, el deseo de hacer demasiado bien las cosas, la viva pena que sentía cuando no las había logrado hacer a mi gusto; en una palabra, el tráfago que me imponía en el obrar. 
«No habéis venido aquí, me decía, para trabajar a destajo. No se ha de trabajar tampoco para lograr éxitos. ¿Os preocupáis, en este momento, de lo que pasa en los otros Carmelos, de si las religiosas están apremiadas o no? ¿Os impiden sus trabajos rogar, hacer oración? Pues bien: debéis desentenderos del mismo modo de vuestra faena personal, emplear en ella a conciencia el tiempo prescrito, pero con holgura de corazón.        
Leí una vez que los Israelitas levantaron los muros de Jerusalén trabajando con una mano y sosteniendo la espada con la otra (II Esdras 4, 17). 
Esa es la imagen de lo que nosotras debemos hacer: no trabajar más que con una mano, en efecto, y con la otra defender nuestra alma de la disipación que le impide unirse con Dios».        

Sabía que ella no usaba el mismo lenguaje con las almas que tenían la propensión contraria, pues no podía soportar que se trabajase con indolencia diciendo: «Sí está bien, si he terminado, tanto mejor; si está mal, si no he terminado, tanto peor!». Quería que pusiésemos entusiasmo en nuestro trabajo; ni demasiado, como para impedirnos guardar la presencia de Dios, ni demasiado poco, lo cual pone obstáculos a esa misma presencia. 
«El corazón que ama, añadía, trabaja con amor, es decir, con fervor: corre, vuela, nada halla imposible, nada le detiene» 


Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
  

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