domingo, 15 de diciembre de 2019

EL CALEIDOSCOPIO (AMOR DE DIOS)


Me hablaba una vez refiriéndose a un juego muy conocido con el que nos divertíamos en nuestra infancia. Era un caleidoscopio, especie de catalejo, a cuyo extremo se perciben bonitos dibujos de diversos colores; sí se da vueltas al instrumento, esos dibujos varían hasta el infinito. 
«Este objeto, me decía, causaba mi admiración. Me preguntaba qué era lo que podía producir un fenómeno tan encantador, cuando un día, tras un examen serio, vi que se trataba simplemente de algunos pedacitos de papel y lana, echados acá y allá, y cortados de cualquier manera. Continué mis indagaciones y descubrí tres cristales en el interior del tubo. Ya tenía la clave del problema.        
«Esto fue para mí la imagen de un gran misterio. Mientras nuestras acciones, aun las más pequeñas, no se salgan del foco del amor, la Santísima Trinidad, figurada por los cristales convergentes, les da un reflejo y una belleza admirables. Sí, mientras el amor esté en nuestro corazón, mientras no nos alejemos de su centro, todo va bien (Isaías 3, 10) y, como dice san Juan de la Cruz: «El amor sabe sacar provecho de todo, del bien y del mal que hay en mí y transforma todas las cosas en sí» 
Dios, mirándonos por el pequeño anteojo, es decir, a través de Sí mismo, encuentra siempre bella nuestras miserables pajas y nuestras más insignificantes acciones; ¡pero, para eso, es necesario no alejarse del pequeño centro! ¡Porque entonces, El no vería más que unos pedacitos de lana y unos minúsculos papelitos!  



Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

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