lunes, 23 de diciembre de 2019

FIDELIDAD A LA REGLA

TERESITA RODEADA DE NOVICIAS 

La fidelidad de mi querida Hermanita en la observancia corrió parejas con su estima por nuestras santas Reglas y Constituciones: 
«Somos demasiado afortunadas con no tener que hacer otra cosa sino practicar lo que nuestros santos Reformadores con tanto trabajo instituyeron». 
Por eso, no podía sufrir que desaprobásemos nada de lo que estaba prescrito. 

Nos aseguraba «que en Comunidad, cada una debería intentar bastarse a sí misma y arreglárselas de manera que no tuviese que pedir favores sin gran necesidad».        

Para guardar un justo medio cuando una cree poder dispensarse de algún trabajo común o solicitar alguna excepción de la Regla, ella le aconsejaba que se dijese interiormente 
-¿Si todas hiciesen lo mismo? -«La respuesta, añadía, rara vez será a nuestro favor, pues todas tendrían buenas razones siempre y ocupaciones de propia elección o de oficio para sustraerse a las obligaciones comunes. 
¡Qué desorden resultaría de: ello!».        
Faltar lo menos posible a los actos deMComunidad: Oficio divino, oración, recreación; tal era su consigna. 
«Hay, decía, quienes, bajo el pretexto de entregarse al trabajo, abrevian las horas de oficio determinadas por la Regla; ¡eso es robar el tiempo a Dios!».        

Ella misma nos daba ejemplo abandonando su trabajo al primer tañido de la campana, sin entretenerse a terminar una palabra comenzada o a poner un punto más. 
Cuando era tañedora, la veía desocuparse, al final de la recreación, medio cuarto de hora antes del tiempo reglamentario, como estaba prescrito entonces en nuestros «Usos». 
Se iba aun a la mitad de la más interesante conversación. A la larga, tal conducta se hace muy mortificante.   
A fin de no faltar a Maitines o a otras horas en que la Comunidad está reunida, practicaba actos de virtud muy meritorios.        

Siendo todavía postulante o novicia, si se sentía enferma, no lo decía, a menos que no hubiese recibido orden expresa de manifestarlo, pues no tomaba en ninguna ocasión ayudas o alivios si no se le proponían, sin adelantarse ella para nada. Por el contrario, cuando sufría, mostraba mayor ánimo, para disimular su malestar. Muchas veces iba al coro, al rezo del Oficio divino, con tal dolor de estómago, que creía no poder observar el horario de sus comidas sin desfallecer; pero reunía toda su energía, diciéndose: 
«¡Si caigo, lo van a ver!» 
Esta frasecita, que se repetía a sí misma muchas veces, la ayudó mucho, según me confidenció, sobre todo en los principios de su vida religiosa.  Una vez que habían tocado a fin de un ejercicio, como yo no me desocupase con bastante rapidez, medijo: «id a vuestro deber, no a vuestro gusto...». 




Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

No hay comentarios:

Publicar un comentario