martes, 3 de diciembre de 2019

MEDITACIONES SOBRE LOS NIÑOS

Ladrones del cielo

«Mis protectores del cielo y mis privilegiados son los que lo han robado como los santos Inocentes y el buen ladrón. Los grandes santos lo han ganado por sus obras; pero yo quiero imitar a los ladrones, quiero obtenerlo por astucia, una astucia de amor que me abrirá la entrada, a mí y a los pobres pecadores. El Espíritu Santo me anima a ello, puesto que dice en los Proverbios: 
«¡Oh, pequeñín! Ven, aprende de mí la astucia!» (Proverbios 1, 4). 




La morada de los niñitos 

Le hablaba yo de las mortificaciones de los santos; ella me contestó: «¡Qué bien ha hecho Nuestro Señor con advertirnos de que en la casa de su Padre hay muchas moradas! (Juan 14, 2) De lo contrario nos lo hubiera dicho...  »
Sí, si todas las almas llamadas a la perfección hubieran debido, para entrar en el cielo, practicar esas maceraciones, él nos lo hubiera dicho, y nosotros, nos las hubiéramos impuesto valientemente. 
Mas él nos anuncia que en su casa hay muchas moradas. Si hay las de las grandes almas, la de los Padres del desierto y la de los mártires de la penitencia, debe haber también la de los niñitos. Nuestro lugar está reservado allí, si le amamos mucho a Él y a nuestro Padre celestial y al Espíritu de Amor».        

Sor Teresa del Niño Jesús era, ya se ve, un alma muy sencilla, que se santificó por medios ordinarios.        
Se comprende que la frecuencia de dones extraordinarios en su vida hubiera sido contraria a los que decía ser los designios de Dios sobre ella. Su vida había de ser sencilla para servir de modelo a las almas pequeñas.
  
Los niñitos no se condenan
«¿Qué haríais, le decía yo, si pudieseis volver a empezar vuestra vida religiosa?        

- Me parece, respondió, que haría lo mismo que he hecho.        
- Entonces, ¿no compartís el sentimiento de aquel solitario que afirmaba: «Aunque hubiese vivido largos años en la penitencia, mientras me quedase un cuarto de hora, un soplo de vida, temería condenarme?».        - No, no puedo compartir ese temor; soy demasiado pequeña para condenarme: los niñitos no se condenan». 



Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)


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