viernes, 20 de diciembre de 2019

MEDITACIONES SOBRE LA CARIDAD FRATERNA

TERESITA A LA DERECHA, DE PIE

Abnegación fraterna
Los actos de caridad que yo vi practicar a nuestra querida Hermanita (Teresita) son innumerables y variados. No dejaba escapar ninguna ocasión.        
Por ejemplo, los domingos y fiestas de guardar, el poco tiempo que tenía libre lo empleaba en complacer a las demás.  
Componía poesías a petición de las Hermanas; nunca se negó a ninguna de estas demandas, de suerte que casi no hallaba vagar para hacer poesías de propio impulso. Por eso mismo, no copió nunca un solo cántico para su propia devoción, a pesar de que deseaba tener algunos a su disposición. Igualmente, se privaba de entresacar los pasajes bellos de sus lecturas, si bien una de sus novicias, a quien ella había confiado sus preferencias a este respecto hubo de tomarse el cuidado de hacerlo, sin que ella lo supiese.  

Dejar a las demás el mejor lugar
«Al salir de la recreación de la noche para ir a Completas, me decía, había cogido la costumbre de dejar nuestra canastilla de labor sobre uno de los bancos próximos al antecoro. Me resultaba cómodo, y además había menos peligro de que las arañas fuesen a alojarse en ella que dejándola en el suelo. Pero pronto me di cuenta de que el sitio era ocupado muchas veces por la canastilla de otra Hermana que pasaba antes que yo. «¿Luego otras -pensaba yo- hallan también que esto es más cómodo? Pues bien: les dejaré el sitio; les agradará mucho que el sitio esté libre, pues así no hace falta agacharse». 

Sacrificio de un pequeño triunfo
Una vez que quería ella inducirme a practicar la caridad, me contó que, siendo joven novicia y cifrando toda su dicha en adornar la estatua del Niño Jesús del claustro, se privaba siempre de poner flores olorosas, excepto una pequeña violeta, porque los perfumes molestaban a una de nuestras Hermanas ancianas.        
Ésta, viéndola una vez colocar una hermosa rosa al pie de la estatua, la llamó, con la evidente intención de hacérsela quitar. «En aquel momento, me dijo Teresa, adivinando su equivocación, probé un vivo deseo de dejarla comprobar su error, pues la rosa era artificial. Pero Jesús me había pedido el sacrificio de este pequeño triunfo. Adelantándome a toda reflexión, cogí la flor y le dije: «Mire, Madre mía, qué bien se imita hoy a la naturaleza; ¿no se diría que esta flor acaba de ser cortada del jardín?».        
«¡Oh!, añadió: no podéis imaginaros cuán dulce me fue este acto de caridad y cuánta fuerza me dio».  

Tratar a las almas con delicadeza
Durante su enfermedad me hizo notar cómo Sor San Estanislao usaba siempre ropas blancas muy suaves, escogidas con la más delicada atención, a fin de aliviarla un poco:        
«¿Veis? Hay que usar los mismos cuidados con las almas; muchas veces no se piensa en ello y se las lastima. ¿Por qué? ¿Por qué no aliviarías con la misma, caridad, con la misma delicadeza que a los cuerpos? Algunas están enfermas, muchas son débiles, todas sufren. ¡Qué ternura deberíamos usar con ellas!».  

Pequeños guisantes y gruesas habas 
Cuando una Hermana se mantenía desagradablemente en su sinrazón, ella se mostraba aún más amable, obsequiosa y dulce, a fin de calmar el corazón irritado al que veía sufrir. La bondad del suyo se manifestaba a través de una gran ternura cuando volvían a ella después de haberla disgustado. 
Un día me explicó la razón de este proceder: 
 «¡Oh, qué misericordioso es Dios para con las almas imperfectas! Encuentro de ello una prueba en la naturaleza. Mirad los pequeños guisantes que se derriten en la boca, que son todo azúcar; su vaina es muy ligera. Sin embargo, pueden recibir los ardores del sol y la frescura de la noche, que no se les escatima. Son el símbolo de las almas perfectas. Las gruesas habas, por el contrario, que representan a las almas imperfectas, tienen una vaina bien forrada, que las preserva perfectamente, Hemos de obrar como Dios; desplegar todas nuestras delicadezas y nuestros agasajos para con las almas imperfectas».


Visitar a Jesús y a María
Cuando le parecía que me replegaba sobre mí misma, me decía: «¡Replegarse sobre sí misma esteriliza al alma! Hay que darse prisa en correr a las obras de caridad».
«A veces, precisaba, se está tan mal dentro de sí, en el interior, que hay que salir prontamente. Dios no nos obliga a permanecer en compañía de nosotras mismas; al contrario, a veces permite que esa compañía nos sea desagradable para que la abandonemos. No veo otro medio en ese caso que salir de nosotras mismas e ir a visitar a Jesús y a María, corriendo a las obras de caridad». 


Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

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