domingo, 30 de diciembre de 2018

TOMA DE HÁBITO (PRIMEROS AÑOS EN EL CARMELO, 1888/1890) MANUSCRITO A


Entretanto, había llegado la fecha de mi toma de hábito. Fui aprobada por el capítulo conventual. Pero ¿cómo pensar en una ceremonia solemne? Ya se hablaba de darme el santo hábito sin hacerme salir de la clausura (1), cuando se optó por esperar. 

Contra toda esperanza, nuestro padre querido se repuso de su segundo ataque, y Monseñor fijó la ceremonia para el día 10 de enero.

La espera había sido larga, pero, también, ¡qué hermosa fue la fiesta...! No faltó nada, nada, ni siquiera la nieve... 

 
No sé si te he hablado ya de mi amor a la nieve... Cuando aún era muy pequeña, me fascinaba su blancura. Uno de mis mayores deleites era pasearme bajo los copos de nieve. ¿De dónde me venía esta afición a la nieve...? Tal vez de que, siendo yo una florecita invernal, el primer ropaje con que mis ojos de niña vieron adornada a la naturaleza debió ser su manto blanco... 

Lo cierto es que siempre había deseado que, el día de mi toma de hábito, la naturaleza estuviese vestida de blanco como yo. La víspera de ese hermoso día, yo miraba tristemente el cielo plomizo, del que de vez en cuando se desprendía una lluvia fina; pero la temperatura era tan suave, que ya no esperaba que nevase. 
 

A la mañana siguiente, el cielo no había cambiado. Sin embargo, la fiesta resultó maravillosa, y la flor más bella, la más preciosa de todas, fue mi rey querido. 
Nunca había estado tan guapo y tan digno... Fue la admiración de todo el mundo. Aquel día fue su triunfo, su última fiesta aquí en la tierra. Había entregado todas sus hijas a Dios, pues cuando Celina le confió su vocación, él había llorado de alegría, y había ido a dar gracias a Quien «le hacía el honor de tomar para sí a todas sus hijas». 



Al final de la ceremonia, Monseñor entonó el Te Deum. Un sacerdote trató de advertirle que aquel cántico sólo se cantaba en las profesiones, pero ya estaba entonado, y el himno de acción de gracias se cantó hasta el final. 

¿No debía ser completa aquella fiesta, si en ella se resumían todas las demás...? Después de abrazar por última vez a mi rey querido, volví a entrar en la clausura. Lo primero que vi en el claustro fue a «mi Niño Jesús color rosa (2)» sonriéndome en medio de flores y de luces. Inmediatamente después mi mirada se posó sobre los copos de nieve... ¡El patio estaba blanco, como yo!  


NIÑO JESÚS DEL CARMELO DE LISIEUX


¡Qué delicadeza la de Jesús! En atención a los deseos de su prometida, le regalaba nieve... ¡Nieve! ¿Qué mortal, por poderoso que sea, puede hacer caer nieve del cielo para hechizar a su amada...? Tal vez la gente del mundo se hizo esta pregunta; lo cierto es que la nieve de mi toma de hábito les pareció un pequeño milagro y que toda la ciudad se extrañó. Les pareció rara mi afición por la nieve... ¡Tanto mejor! Eso hizo resaltar aún más la incomprensible condescendencia del Esposo de las vírgenes..., de ese Dios que siente un cariño especial por los lirios blancos como la NIEVE... 

Monseñor entró en clausura después de la ceremonia, y estuvo conmigo muy paternal. Creo que estaba orgulloso de que lo hubiera conseguido, y decía a todo el mundo que yo era «su hijita». Siempre que Su Excelencia volvió a visitarnos después de aquella hermosa fiesta, se mostró muy bueno conmigo. Me acuerdo muy especialmente de su visita con ocasión del centenario de N. P. san Juan de la Cruz. Me tomó la cabeza entre sus manos y me acarició de mil maneras. ¡Nunca me había visto tan honrada! En aquel momento Dios me hizo pensar en las caricias que un día él me prodigará delante de los ángeles y los santos, de las que me daba ya en este mundo una tenue imagen. Por eso, fue muy grande el consuelo que sentí...



NOTAS:

(1) La postulante salía de la clausura vestida de novia y asistía a la ceremonia exterior rodeada de su familia. 

(2) Una estatua del Niño Jesús pintada de color rosa, que Teresa fue la encargada de adornar hasta su muerte. 
Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux  

Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux

 

LA SANTA FAZ (PRIMEROS AÑOS EN EL CARMELO, 1888/1890) MANUSCRITO A

La florecita trasplantada a la montaña del Carmelo tenía que abrirse a la sombra de la cruz; las lágrimas y la sangre de Jesús fueron su rocío, y su Faz adorable velada por el llanto fue su sol...

Hasta entonces todavía no había yo sondeado la profundidad de los tesoros escondidos en la Santa Faz (1). Fuiste tú, Madre querida (2), quien me enseñó a conocerlos. Lo mismo que, hacía años, nos habías precedido a las demás en el Carmelo, así también fuiste tú la primera en penetrar los misterios de amor ocultos en el rostro de nuestro Esposo. Entonces tú me llamaste, y comprendí... 

 
LA SANTA FAZ

Comprendí en qué consistía la verdadera gloria. Aquel cuyo reino no es de este mundo me hizo ver que la verdadera sabiduría consiste en «querer ser ignorada y tenida en nada», en «cifrar la propia alegría en el desprecio de sí mismo» (3). 

Sí, yo quería que «mi rostro», como el de Jesús, «estuviera verdaderamente escondido, y que nadie en la tierra me reconociese». Tenía sed de sufrir y de ser olvidada...

¡Qué misericordioso es el camino por donde me ha llevado siempre Dios! Nunca me ha hecho desear algo que luego no me haya concedido. Por eso, su cáliz amargo siempre me ha parecido delicioso...

Pasadas las fiestas radiantes del mes de mayo -las fiestas de la profesión y de la toma de velo de nuestra querida María, la mayor de la familia, a quien la más pequeña tuvo la dicha de coronar el día de sus bodas-, tenía que visitarnos la tribulación... 

Ya el año anterior, en el mes de mayo, papá había sufrido un ataque de parálisis en las piernas, y la cosa nos preocupó mucho. Pero la fuerte constitución de mi querido rey hizo que se recuperara pronto, y nuestros temores desaparecieron. Sin embargo, durante el viaje a Roma, notamos más de una vez que se cansaba fácilmente y que no estaba tan alegre como de costumbre... 

TERESITA CON SU PADRE, LUIS MARTIN

Lo que yo observé, sobre todo, fueron los progresos que papá hacía en la perfección. A ejemplo de san Francisco de Sales, había llegado a dominar su impulsividad natural hasta tal punto, que parecía tener el temperamento más dulce del mundo... Las cosas de la tierra apenas parecían rozarle, y se sobreponía fácilmente a las contrariedades de la vida. 

En una palabra, Dios lo inundaba de consuelos. Durante sus visitas diarias al Santísimo, se le llenaban con frecuencia los ojos de lágrimas y su rostro reflejaba una dicha celestial... 

Cuando Leonia salió de la Visitación, no se disgustó ni se quejó a Dios porque no hubiera escuchado las oraciones que le había dirigido para obtener la vocación de su querida hija. Hasta fue a buscarla con cierta alegría... 

Y he aquí con qué fe aceptó papá la separación de su reinecita. Se la anunció en estos términos a sus amigos de Alençon: «Queridísimos amigos: ¡Teresa, mi reinecita, entró ayer en el Carmelo...! Sólo Dios puede exigir tal sacrificio... No me tengáis lástima, pues mi corazón rebosa de alegría.» 

Había llegado la hora de que un servidor tan fiel recibiera el premio de sus trabajos. Y era justo que su salario fuera parecido al que Dios dio al Rey del cielo, a su Hijo único... Papá acababa de hacer a Dios ofrenda de un altar (4), y él fue la víctima escogida para ser inmolada en él con el Cordero sin mancha.

Tú ya conoces, Madre querida, nuestras amarguras del mes de junio -y, sobre todo, las del día 24- del año 1888 (5). Esos recuerdos han quedado demasiado grabados en el fondo de nuestros corazones para que haga falta escribirlos... ¡Cuánto sufrimos, Madre querida...! ¡Y aquello no era más que el principio de nuestra tribulación...! 




NOTAS:

(1) Devoción muy cultivada en el seno de la familia Martin después de las revelaciones que hizo Nuestro Señor a sor María de San Pedro, del Carmelo de Tours, en el siglo XIX. Teresa profundizó la meditación sobre la misma de forma muy personal, con la ayuda de Isaías, principalmente durante la enfermedad de su padre. El día de su toma de hábito (10/1/1889), firma por primera vez: Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz (Cta 80).

(2) Paulina, Madre Inés de Jesús 


(3) Citas de la Imitación, I,2,3 y III,49,7. Cf Ms A 47rº. 

(4) Había pagado él solo el altar mayor de la catedral (unos 10.000 francos de oro). Más tarde perderá 50.000 francos en el préstamo de Panamá. El 18/6/1889, firmará un acta de renuncia a la administración de sus bienes, a instancias de su cuñado.


(5) El 23 de junio, fuga del señor Martin, que aparecerá en El Havre el día 27. 


Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux

TERESA Y SUS SUPERIORAS (PRIMEROS AÑOS EN EL CARMELO, 1888/1890) MANUSCRITO A

De hecho, lo fue. Y también «mi director espiritual». No quiero decir con esto que mi alma estuviese cerrada a cal y canto para mis superioras. No, más bien siempre he procurado que fuese para ellas un libro abierto. Pero nuestra Madre estaba enferma con frecuencia y tenía poco tiempo para ocuparse de mí (1). Sé que me quería mucho y que hablaba muy bien de mí. Sin embargo, Dios permitió que, sin darse cuenta, fuese MUY DURA. No podía cruzarme con ella sin tener que besar el suelo (2). Y lo mismo ocurría en las escasas conferencias espirituales que tenía con ella... 
MADRE MARÍA GONZAGA

¡Qué gracia inestimable...! ¡Cómo actuaba Dios visiblemente a través de la que estaba en su lugar...! ¿Qué habría sido de mí si, como pensaba la gente del mundo, hubiese sido «el juguete» de la comunidad...? Quizás, en lugar de ver a Nuestro Señor en mis superioras, no me hubiera fijado más que en las personas; y entonces mi corazón, que había estado tan protegido en el mundo, se habría atado humanamente en el claustro... Gracias a Dios, no caí en esa trampa. Cierto, que yo quería mucho a nuestra Madre, pero con un afecto puro que me elevaba hacia el Esposo de mi alma...

Nuestra maestra de novicias era una verdadera santa, el tipo acabado de las primitivas carmelitas. Yo pasaba todo el día a su lado, pues era la que me enseñaba a trabajar.

Su bondad para conmigo no tenía límites, y, sin embargo, mi alma no lograba expansionarse con ella... Me suponía un gran esfuerzo hacer con ella la conferencia espiritual. Como no estaba acostumbrada a hablar de mi alma, no sabía cómo expresar lo que sucedía en mi interior. Una Madre ya mayor intuyó un día lo que me pasaba y me dijo, sonriendo, en la recreación: 
-«Hijita, me parece que tú no debes de tener gran cosa que decir a las superioras».

«¿Por qué dice eso, Madre...?» 

-«Porque tu alma es extremadamente sencilla ; y cuando seas perfecta, serás más sencilla todavía, pues cuanto uno más se acerca a Dios, más se simplifica». 

Aquella anciana Madre tenía razón. No obstante, la dificultad que yo tenía para abrir mi alma, aun cuando proviniese de mi sencillez, era un auténtico problema para mí. Lo reconozco hoy que, sin dejar de ser sencilla, expreso con gran facilidad lo que pienso.

He dicho que Jesús había sido «mi director espiritual». Cuando entré en el Carmelo, conocí al que podía haberlo sido. Pero apenas me había admitido entre el número de sus hijas, tuvo que partir para el exilio... Así que sólo lo conocí para perderle enseguida... Reducida a no recibir de él más que una carta al año, por doce que yo le escribía, pronto mi corazón se volvió hacia el Director de los directores, y él fue quien me instruyó en esa ciencia escondida a los sabios y a los prudentes, que él quiere revelar a los más pequeños...


NOTAS

(1) Es difícil evaluar con precisión las relaciones de Teresa con la madre María de Gonzaga, debido a las verdaderas requisitorias que contra ella dirigieron en los Procesos la madre Inés y varias religiosas más. Los textos de Teresa manifiestan una gran admiración, una cierta confianza, y una reserva ante los excesos de afecto; en definitiva, un juicio sumamente agudo, moderado por la caridad.

(2) Subrayado por tres veces. El estilo duro era propio de la época; en las circulares de otros Carmelos, uno se queda también asombrado de las «pruebas del noviciado», que casi se parecen a novatadas.
Besar el suelo era un gesto de humildad que se practicaba en varias comunidades.
 


Fuente: Historia de un alma, Santa Teresa de Lisieux

 

CONFESIÓN CON EL PADRE PICHÓN (PRIMEROS AÑOS EN EL CARMELO, 1888/1890) MANUSCRITO A

Esto es tan verdad, que dos meses después de mi entrada, cuando vino el P. Pichon para la profesión de sor María del Sagrado Corazón, se quedó sorprendido al ver lo que Dios estaba obrando en mi alma, y me dijo que, la víspera, al verme hacer oración en el coro, mi fervor le pareció totalmente infantil y muy dulce mi camino.
 

Mi entrevista con el Padre fue para mí un consuelo muy grande, aunque velado por las lágrimas a causa de la dificultad que encontré para abrirle mi alma. 

TERESITA DE NOVICIA

Hice, no obstante, una confesión general, como nunca la había hecho. Al terminar, el Padre me dijo estas palabras, las más consoladoras que jamás hayan resonado en los oídos de mi alma: «En presencia de Dios, de la Santísima Virgen y de todos los santos, declaro que nunca has cometido ni un solo pecado mortal». Y luego añadió: Da gracias a Dios por todo lo que hace por ti, pues, si te abandonase, en vez de ser un pequeño ángel, serías un pequeño demonio.

¡No, no me costó nada creerlo! Sabía lo débil e imperfecta que era. Pero la gratitud embargaba mi alma. Tenía tanto miedo de haber empañado la vestidura de mi bautismo, que una garantía como aquélla, salida de la boca de un director espiritual como los quería nuestra Madre santa Teresa -es decir, que uniesen la ciencia y la virtud (1), me parecía como salida de la misma boca de Jesús... 

El Padre me dijo también estas palabras que se me grabaron dulcemente en el corazón: «Hija mía, que Nuestro Señor sea siempre tu superior y tu maestra de novicias». 



NOTAS

(1)  Camino de perfección, VI. [Así se dice en la edición francesa. La cita exacta es, más bien, Camino de perfección, 5,2. N. del T.] 

Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux
 

ENTRADA EN EL CARMELO (PRIMEROS AÑOS EN EL CARMELO ,1888/1890) MANUSCRITO A


TERESITA ENTRA AL CARMELO DE LISIEUX ACOMPAÑADA 
DESU FAMILIA

El lunes 9 de abril, día en que el Carmelo celebraba la fiesta de la Anunciación, trasladada a causa de la cuaresma, fue el día elegido para mi entrada.

La víspera, toda la familia se reunió en torno a la mesa, a la que yo iba a sentarme por última vez. ¡Ay, qué desgarradoras son estas reuniones íntimas...! Cuando una quisiera pasar inadvertida, te prodigan las caricias y las palabras más tiernas, y te hacen más duro el sacrificio de la separación...

Mi rey querido apenas hablaba, pero su mirada se posaba en mí con amor... Mi tía lloraba de vez en cuando, y mi tío me dispensaba mil atenciones de cariño. También Juana y María me colmaban de delicadezas, sobre todo María, que, llevándome aparte, me pidió perdón por todo lo que creía haberme hecho sufrir. Y finalmente, mi querida Leonia, que había vuelto de la Visitación hacía algunos meses, me colmaba como nadie de besos y caricias. 

Sólo de Celina no he dicho nada. Pero ya puedes imaginarte, Madre querida, cómo transcurrió la última noche en que dormimos juntas... 

En la mañana del gran día, tras echar una última mirada a los Buissonnets, nido cálido de mi niñez que ya no volvería a ver, partí del brazo de mi querido rey para subir a la montaña del Carmelo... 

Al igual que la víspera, toda la familia se reunió para escuchar la santa Misa y recibir la comunión. En cuanto Jesús bajó al corazón de mis parientes queridos, ya no escuché a mi alrededor más que sollozos. Yo fui la única que no lloró, pero sentí latir mi corazón con tanta fuerza, que, cuando vinieron a decirnos que nos acercáramos a la puerta claustral, me parecía imposible dar un solo paso. Me acerqué, sin embargo, pero preguntándome si no iría a morirme, a causa de los fuertes latidos de mi corazón... ¡Ah, qué momento aquél! Hay que pasar por él para entenderlo... 




Mi emoción no se tradujo al exterior. Después de abrazar a todos los miembros de mi familia querida, me puse de rodillas ante mi incomparable padre, pidiéndole su bendición. Para dármela, también él se puso de rodillas, y me bendijo llorando...  

¡El espectáculo de aquel anciano ofreciendo su hija al Señor, cuando aún estaba en la primavera de la vida, tuvo que hacer sonreír a los ángeles...!


Pocos instantes después, se cerraron tras de mí las puertas del arca santa (1) y recibí los abrazos de las hermanas queridas que me habían hecho de madres y a las que en adelante tomaría por modelo de mis actos... 

Por fin, mis deseos se veían cumplidos. Mi alma sentía una PAZ tan dulce y tan profunda, que no acierto a describirla. Y desde hace siete años y medio esta paz íntima me ha acompañado siempre, y no me ha abandonado ni siquiera en medio de las mayores tribulaciones.

Como a todas las postulantes, inmediatamente después de mi entrada, me llevaron al coro. Estaba en penumbra, porque estaba expuesto el Santísimo, y lo primero que atrajo mi mirada fueron los ojos de nuestra santa Madre Genoveva, que se clavaron en mí. Estuve un momento arrodillada a sus pies, dando gracias a Dios por el don que me concedía de conocer a una santa, y luego seguí a nuestra Madre María de Gonzaga a los diferentes lugares de la comunidad. Todo me parecía maravilloso. Me creía transportada a un desierto. Nuestra (2) celdita, sobre todo, me encantaba. 


Pero la alegría que sentía era una alegría serena. Ni el más ligero céfiro hacía ondular las tranquilas aguas sobre las que navegaba mi barquilla, ni una sola nube oscurecía mi cielo azul... Sí, me sentía plenamente compensada de todas mis pruebas... ¡Con qué alegría tan honda repetía estas palabras: «Estoy aquí, para siempre, para siempre...»! 

Aquella dicha no era efímera, no se desvanecería con las ilusiones de los primeros días. ¡Las ilusiones! Dios me concedió la gracia de no llevar NINGUNA al entrar en el Carmelo. Encontré la vida religiosa tal como me la había imaginado. Ningún sacrificio me extrañó. Y sin embargo, tú sabes bien, Madre querida, que mis primeros pasos encontraron más espinas que rosas... 

Sí, el sufrimiento me tendió los brazos, y yo me arrojé en ellos con amor... A los pies de Jesús Hostia, en el interrogatorio que precedió a mi profesión, declaré lo que venía a hacer en el Carmelo: «He venido para salvar almas, y, sobre todo, para orar por los sacerdotes». 

Cuando se quiere alcanzar una meta, hay que poner los medios para ello. Jesús me hizo comprender que las almas quería dármelas por medio de la cruz; y mi anhelo de sufrir creció a medida que aumentaba el sufrimiento.

Durante cinco años, éste fue mi camino. Pero, al exterior, nada revelaba mi sufrimiento, tanto más doloroso cuanto que sólo yo lo conocía. ¡Qué sorpresas nos llevaremos al fin del mundo cuando leamos la historia de las almas...! ¡Y cuántas personas se quedarán asombradas al conocer el camino por el que fue conducida la mía...!  



NOTAS

(1) Ni la más mínima alusión a la amonestación que el Sr. Delatroëtte hizo a la comunidad, ante el señor Martin, mientras estaba abierta la puerta de la clausura: "Bien, Reverendas Madres, ¡pueden cantar un Te Deum! Como delegado del señor Obispo, les presento a esta niña de quince años, cuya entrada ustedes han querido. Espero que no defraude sus esperanzas; pero les recuerdo que, si no es así, sólo ustedes serán las responsables". Toda la comunidad se quedó helada ante estas palabras (Madre Inés, PA p. 141).

 (2)  Nuestra, porque todos los objetos se atribuyen sin distinción a toda la comunidad. 
Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux

 

sábado, 29 de diciembre de 2018

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN DE LA CRUZ PARA SOR MARÍA DE LA TRINIDAD, CARTA 188

A sor María de la Trinidad   7 de mayo de 1896 

(En el anverso:) 
Padecer y ser despreciada por amor (1)

(En el reverso:) 
Pensamientos de nuestro Padre san Juan de la Cruz: 
Cuando la afición [a las criaturas] es puramente espiritual, creciendo ella, crece la de Dios, y cuanto más se acuerda de ella, tanto más se acuerda de Dios y le da gana de Dios, y creciendo en lo uno crece en lo otro. 
 


Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por Dios. 

 

A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición (2).  

SAN JUAN DE LA CRUZ, PINTADO POR CELINA

Recuerdo del 7 de mayo, del año de gracia de 1896 (3). Obsequiado a mi querida hermanita María de la Trinidad y de la Santa Faz. 


Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind. 


 
NOTAS

1 Palabras de san Juan de la Cruz (cf Cta 81 [y Ms A n. 340]), con la adición de Teresa: «por amor». Los textos de esta carta 188 figuran en una estampa del Santo. 

2 Sentencias 129, 130 y 70, extraídas de las Maximes et Avis spirituels de notre Bienheureux Père Saint Jean de la Croix, uno de los pocos libros que Teresa tuvo al alcance de su mano. [En realidad, en los escritos del Santo, esos tres textos se encuentran: el primero, en Noche Oscura 1,4,7; el segundo, en Cántico Espiritual (B), 29,11; y el tercero, en Dichos de Luz y amor, 60. N. del T.] 

3 Toma de velo de sor María de la Trinidad.  


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.


A SOR MARÍA DE LA TRINIDAD POR SU PROFESIÓN, CARTA 187

A sor María de la Trinidad  30 de abril de 1896 
Querida hermanita: 
 

Quisiera tener flores inmortales para ofrecerte en recuerdo de este hermoso día (1), pero sólo en el cielo nunca se marchitarán las flores... Estas miosotis, al menos, te dirán que en el corazón de tu hermanita quedará siempre grabado el recuerdo del día en que Jesús te dio el beso de una unión que debe terminarse, o, mejor, consumarse en el cielo...  

FLORES DE MIOSOTIS

Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. 

 
NOTAS Cta 187 

(1) La profesión de sor María de la Trinidad, el 30 de abril de 1896. Este billete fue colocado sobre el lecho de la joven profesa, que Teresa había cubierto de miosotis. «Me figuro ser Juana de Arco asistiendo a la coronación de Carlos VII», dirá Teresa de esta profesión (Circular de sor María de la Trinidad, p. 7). De hecho, la perseverancia de la joven carmelita fue, en gran medida, obra suya.


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

EN ÉL SEGUIRÉ SIENDO POR TODA LA ETERNIDAD, CARTA 186

 A Leonia   11 de abril de 1896 
J.M.J.T. 


Querida Leonia: 
Tu hermanita más pequeña no puede tampoco dejar de decirte cuánto te quiere y cómo se acuerda de ti, sobre todo en este día de tu santo. 

No tengo nada para regalarte, ni siquiera una estampa. Pero no, digo mal, te ofreceré mañana la divina Realidad, a Jesús-Hostia, TU ESPOSO y el mío...  



Querida hermanita, ¡qué hermoso es poder las cinco llamar a Jesús «nuestro Amado»! Pero ¿qué será cuando le veamos en el cielo y le sigamos a todas partes, cantando el mismo cántico, el que sólo a las vírgenes les está permitido repetir...? Entonces comprenderemos el valor del sufrimiento y de las pruebas, y repetiremos como Jesús: «Verdaderamente, era necesario que nos probase el sufrimiento para hacernos entrar en la gloria». 

Hermanita querida, no puedo decirte todos los profundos pensamientos referentes a ti que encierra mi corazón. Lo único que quiero repetirte es esto: «que te quiero mil veces más tiernamente de los que se quieren las hermanas normales y corrientes, ya que yo puedo amarte con el Corazón de nuestro Esposo celestial». 

 
 En él vivimos de la misma vida, y en él seguiré siendo por toda la eternidad 

Tu hermana más pequeña, 

Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

 

PUSO SU SEÑAL EN MI ROSTRO, CARTA 185

 A sor Genoveva (1)
24 de febrero-27 de marzo de 1896 


(Al recto, en góticas:) 
POSUIT SIGNUM IN FACIEM MEAM...! (2)

Santa Inés, v. m. 
(Al dorso:) 
Recuerdo del más hermoso de los días... Del día que encierra y confirma todas las gracias de que Jesús y María colmaron a su amada Celina...  



Por amor, Celina apretará en adelante contra su corazón las espinas del sufrimiento y del desprecio. Pero no tiene miedo, pues sabe por experiencia que María puede cambiar en leche la sangre que se escapa de las heridas producidas por el amor... 

Con la mano izquierda, Celina aprieta las espinas, pero con la derecha no cesa de abrazar a Jesús, el divino ramillete de mirra que descansa sobre su corazón.

CELINA DELANTE CON VELO BLANCO, 
DETRAS SUS HERMANAS MARÍA, PAULINA Y TERESA,
Y DETRÁS DE TODAS, LA MADRE MARÍA GONZAGA
  
Sólo para él engendrará Celina almas, regará con sus lágrimas las semillas y Jesús estará siempre feliz de llevar manojos de lirios en sus manos... 

Los cuatro querubines, cuyas alas apenas rozaron la tierra (3), acuden y contemplan embelesados a su hermana querida; acercándose a ella, esperan participar de los méritos de sus sufrimientos, y, a cambio, proyectan sobre ella el resplandor inmaculado de la inocencia y de todos los dones que el Señor les prodigó gratuitamente. 

24 de febrero-17 de marzo de 1896. 

Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel.carm.ind. 
 


NOTAS 

(1) Estampa-recuerdo para su profesión y su toma de velo. 

(2) «Puso su señal en mi rostro»: responsorio del Oficio de santa Inés, recogido por el Ceremonial para la imposición del velo. Cf PN 26,7. 

(3) Los hermanitos y hermanitas de que hablaba en la Cta 182.


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.



 

LA ÚLTIMA LÁGRIMA, CARTA 184

 A sor Genoveva    24 febrero de 1896
J.M.J.T. 

 

A ti, hija mía querida, te ofrezco como regalo de bodas la última lágrima (1) que derramé en esta tierra de destierro. Llévala sobre tu corazón y recuerda que para una sor Genoveva de Santa Teresa el camino para llegar a la santidad es el sufrimiento. No te costará amar la cruz y las lágrimas de Jesús si piensas frecuentemente en estas palabras: «¡Él me amó y se entregó por mí!»

Madre Genoveva


NOTAS

1 En la tarde del 5 de diciembre de 1891, Teresa había recogido la «última lágrima» de la madre Genoveva (cf Ms A 78vº). Esta reliquia se la ofrece hoy a su hermana en nombre de la fundadora.
 

 Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

CONTRATO DE ALIANZA DE JESÚS CON CELINA, CARTA 183

A sor Genoveva (1)   24 de febrero de 1896 

CONTRATO DE ALIANZA DE JESÚS CON CELINA 

YO, JESÚS, el VERBO ETERNO, el HIJO ÚNICO DE DIOS y de la VIRGEN MARÍA, me desposo hoy con CELINA, princesa desterrada, pobre y sin títulos. Me entrego a ella bajo el nombre de: EL CABALLERO del AMOR, del SUFRIMIENTO y del DESPRECIO (2). 

No es mi intención todavía devolver a mi amada su Patria, ni devolverle sus títulos y su riqueza. Quiero que comparta conmigo la suerte que quise elegir para mí en la tierra... Aquí abajo mi rostro está escondido, pero ella sabe reconocerme cuando que los demás me desprecien. Yo, a cambio, coloco hoy en su cabeza el yelmo de la salvación(3) y de la gracia, para que su rostro esté escondido como el mío... Yo quiero que esconda los dones que ha recibido de mí, dejándome dárselos o quitárselos a mi antojo, sin apegarse de ninguno de ellos, e incluso olvidando todo lo que puede engrandecerla a sus ojos o a los de las criaturas. 
 

En adelante, mi amada se llamará GENOVEVA DE SANTA TERESA (su título más glorioso, el de MARÍA DE LA SANTA FAZ, permanecerá escondido en la tierra (4), para brillar en el cielo con incomparable resplandor). Será pastora del único Cordero que hoy se convierte en su Esposo. Nuestra unión engendrará almas más numerosas que las estrellas del firmamento, y la familia de la Seráfica Teresa se alegrará con el nuevo esplendor que le será dado.  

CELINA (SOR GENOVEVA)

Genoveva soportará pacientemente la ausencia de su Caballero, dejándole combatir solo para que sólo él tenga el honor de la victoria; ella se conformará con manejar la espada del amor. Su voz me hechizará, cual dulce melodía, en medio de los campos de batalla. El más leve de sus suspiros de amor abrasará con ardor renovado a mis tropas más escogidas. 

El alimento que yo, la Flor de los campos y el Lirio de los valles, quiero dar a mi amada será el Trigo de los elegidos y el vino que hace germinar a las vírgenes... Recibirá este alimento de las manos de la Humilde y Gloriosa Virgen María, Madre de los dos... 

Yo quiero vivir en mi amada, y, en prenda de esta vida, le doy mi Nombre (5), y ese sello real será la señal de su omnipotencia sobre mi corazón. 

MAÑANA, DÍA DE LA ETERNIDAD (6), me alzaré el casco... Mi amada verá el resplandor de mi Faz adorable... Oirá el NOMBRE NUEVO que le tengo reservado... ¡Y recibirá, como Gran Recompensa a la BIENAVENTURADA TRINIDAD! Después de haber compartido la misma Vida escondida, gozaremos en nuestro Reino de las mismas GLORIAS, del mismo TRONO, de la misma PALMA y de la misma CORONA... Y nuestros dos corazones, unidos para toda la eternidad, ¡¡¡se amarán con un mismo AMOR ETERNO...!!!  

CELINA EL DÍA DE SUS BODAS

Dado en la Montaña del Carmelo, bajo nuestra firma y con el sello de nuestras armas, en la fiesta de mi Agonía (7), el día veinticuatro de febrero del año de gracia de mil ochocientos noventa y seis. 

T. DEL NIÑO JESÚS, EDITORA DEL CABALLERO DIVINO 


NOTAS

1 La víspera de su profesión, sor Genoveva encuentra en su celda un sobre sellado con la efigie de la Santa Faz y con esta dirección: «Envío del Caballero Jesús. A mi queridísima esposa, Genoveva de Santa Teresa, que vive de amor en la montaña del Carmelo, Tierra de destierro»; En el ángulo superior derecho, efigie de la Santa Faz imitando un sello de correos; en el ángulo superior izquierdo: «Pergamino precioso»; en el ángulo inferior izquierdo: «Certificada»; en el inferior derecho: «Valor inestimable». Al dorso del sobre, un gran sello de cera parda, con las armas del Carmelo y matasellos en tinta negra: «Montaña del Carmelo. 26 febrero 96. Tierra de destierro». Dentro del sobre, un pergamino iluminado, en el que figuraba el escudo de armas de Celina con su divisa: «El que pierde, gana», y el texto que sigue. 
 
2 Cf Ms A 73vº y Cta 185. 

3 Según la traducción de la Regla del Carmelo. 

4 Cf Cta 174, n. 1. En 1916 sor Genoveva recuperará el apellido «de la Santa Faz», convirtiéndose definitivamente en «Genoveva de la Santa Faz».

5 Alusión al monograma IHS; cf Cta 179, n. 2. 

6 Carta 118

7
El lunes 24 de febrero de 1896, al haber sido trasladada la fiesta de san Matías al 25 debido al año bisiesto, se celebró el Oficio de la Agonía de Nuestro Señor.
 
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
 

LO QUE PASARÁ EN EL CIELO EL DÍA DE LAS BODAS DE CELINA, CARTA 182

 A sor Genoveva (1)    J.M.J.T. 
 Jesús + 23 de febrero de 1896 

Querida hermanita: 
Me pediste que te dijera lo que va a pasar en el cielo el día de tus bodas. Voy a intentar de hacerlo, pero siento, de entrada, que no voy ni siquiera a poder esbozar unas fiestas que no pueden describirse, pues ni el ojo del hombre vio, ni su oído oyó, ni su corazón puede imaginar lo que Dios tiene reservado para los que ama... 

El 24 de febrero, a medianoche, san Pedro abrirá las puertas del cielo. Inmediatamente después, saldrán los ángeles y los santos, con una alegría sin igual, para formar la corte del Rey y de su prometida. 

 
CELINA, EL DÍA DE SUS BODAS

La Virgen Santísima, inmediatamente delante de la adorable Trinidad, avanzará, llevando el aderezo real de la esposa, su hija querida. Con delicadeza enteramente maternal, antes de bajar a la tierra, abrirá los abismos del purgatorio. Inmediatamente, multitudes innumerables de almas se abalanzarán sobre su liberadora para darle las gracias y para conocer de sus labios el motivo de su inesperada liberación. La dulce Reina les responderá: «Hoy es el día de las bodas de mi Hijo. Allá abajo, en la tierra del exilio, él se ha escogido desde toda la eternidad a un alma que le fascina y le cautiva entre millones y millones de otras almas que él ha creado también a su imagen. Esta alma privilegiada me ha dirigido esta oración: "En el día de mis bodas, yo quisiera que se aleje todo sufrimiento del reino de mi Esposo". Y en respuesta a su llamada, yo he venido a liberaros... Ocupad un lugar en nuestro cortejo y cantad con los bienaventurados las glorias de Jesús y de Celina». 


Entonces todo el cielo bajará a la tierra y encontrará a la feliz prometida postrada ante el sagrario (2); al acercarse el cortejo, ésta, levantándose, saludará atentamente a las falanges angélicas y a la multitud de los santos, y luego, acercándose a María, le presentará su frente para que su beso maternal la prepare a recibir la señal y el beso del Esposo... Jesús tomará de la mano a su amada Celina y la conducirá a la pobre celdita del claustro de San Elías (3) para que descanse allí unas horas. Toda la corte celestial vendrá a alinearse en ese estrecho recinto, los ángeles querrán comenzar su concierto, pero Jesús les dirá: «No despertéis a mi amada, dejadme solo con ella, pues no puedo separarme de ella ni un instante». 

La dulce Reina del cielo comprenderá los deseos de su divino Hijo y hará salir al luminoso cortejo y los llevará hacia la sala de bodas (4). 

Inmediatamente comenzarán los preparativos para la fiesta. Miríadas de ángeles trenzarán coronas como nunca se han visto en la tierra, los querubines prepararán blasones más resplandecientes que los diamantes y sus primorosos pinceles pintarán con trazos imborrables el escudo de armas de Jesús y de Celina (5). Lo pondrán por todas partes, en las paredes, en los arcos de los claustros, en le refectorio, en el coro, etc., y los pintores serán tan numerosos que muchas obras maestras no habrá dónde colocarlas; entonces un numeroso ejército de niñitos vendrá a ofrecerse a sostenerlas durante todo el día ante el Esposo y la esposa. Los ángeles, sonriendo, se negarán a entregar sus blasones, pues los necesitarán para adornar a todos los santos y para adornarse a sí mismos y así demostrar que ellos son los humildes servidores de Jesús y de Celina. Para consolar a los niñitos, darán a cada uno de ellos un precioso blasoncito para que también ellos participen de la fiesta; luego los enviarán a deshojar rosas y lirios y continuarán con los espléndidos preparativos para la fiesta... 
 

Los pontífices y los doctores tendrán una gran misión que cumplir. A petición suya, el Cordero abrirá el Libro de la Vida. De este libro, ellos extraerán preciosos documentos sobre la Vida de Celina, y, para honrar a su Esposo, escribirán todas las gracias de elección y todos los sacrificios escondidos que encontrarán escritos en letras de oro por la mano de los ángeles. Quedará así compuesto, por obra de los doctores, un gran número de estandartes, que ellos mismos se reservarán el honor de llevar delante del cortejo real... 

Los apóstoles reunirán a todas las almas que Celina ya engendró para la vida eterna, y reunirán también a todos los hijos espirituales que aún debe engendrar en el futuro para su divino Esposo. 

Los santos mártires se guardarán muy bien de estar ociosos. Palmas sin igual y flechas inflamadas se dispondrán con conmovedora delicadeza a lo largo de todo el recorrido del cortejo real. Rendirán así homenaje al martirio de amor (6) que deberá consumar en poco tiempo la vida de la feliz esposa... 

Necesitaría mucho tiempo para describir las múltiples ocupaciones de los santos confesores, ermitaños, etc., y de todas las santas mujeres. Baste con decir que cada uno de ellos desplegará todo su talento y toda su exquisitez para festejar dignamente tan hermoso día... 

Sin embargo, no puedo dejar en el olvido los cánticos de las vírgenes, las palmas y los lirios que con alegría indecible presentarán a Celina, su hermana querida. Ya veo a Cecilia, a Genoveva, a Inés, con su compañera Juana, la pastora, vestida con su traje de guerra. Veo a Celina, la patrona de nuestra prometida, ofreciéndole un ramo de las flores que llevan su nombre (7)... 

Veo sobre todo a toda la Orden del Carmen, resplandeciente con una nueva gloria. A la cabeza aparecerán santa Teresa, san Juan de la Cruz y la madre Genoveva. Estas bodas son verdaderamente su fiesta, ya que Celina es su hija querida...
  
 

¿Y podrá ser ajena a la gloria de un día tan hermoso la alegre multitud de los niños inocentes...? No, los veo jugando con sus coronas, que no se han ganado, y que se disponen a colocar sobre la cabeza de la que quiere parecérseles
y no ganar corona alguna. Están orgullosos como reyes y mueven graciosamente a un lado y a otro sus rubias cabezas, pues se sienten triunfadores al ver que su hermana mayor los toma por modelo... 

De pronto, se acerca una madre de una belleza indecible y se coloca en medio de ellos, se detiene y, tomando de la mano a cuatro de los preciosos querubines, los viste con vestidos más blancos que los lirios y con diamantes que brillan como el rocío al darle el sol... También se encuentra allí un venerable anciano de cabellos plateados, que los colma de caricias. Todos los demás niños, al ver esto, se quedan maravillados de semejante preferencia, y uno de ellos se acerca tímidamente a Teresita (9) y le pregunta por qué esa hermosa señora los viste con tanta riqueza. «Es -responde Teresita con su voz argentina-, es que nosotros somos las hermanas y los hermanos de la feliz prometida del Rey Jesús. Elena y yo vamos a ser las damas de honor junto a los dos pequeños Josés, que nos llevarán de la mano (9). Papá y mamá, a quienes veis aquí junto a nosotros, nos llevarán con nuestras hermanitas que aún están desterradas en la tierra, y cuando toda la familia se encuentre reunida gozaremos de una felicidad inigualable». En el colmo de su alegría, la pequeña Teresita se pondrá a aplaudir con sus lindas manitas más blancas que las alas de los cisnes, y luego exclamará, saltando al cuello de su papá y de su mamá: «¡Qué hermosura! ¡Sí, qué hermosura, las bodas de nuestra hermana querida...! Ya hemos venido aquí otras tres veces para fiestas como ésta, la de María, la de Paulina y la de Teresa (esa ladronzuela que me quitó el nombre), pero nunca he visto tan grandes preparativos, ¡bien se ve que Celina es la última...!»  



La pequeña Elena y los dos Josés harán también preciosos comentarios sobre su dicha de pertenecer a la familia de la reina de una fiesta tan hermosa. Y entonces, otros niñitos que los estaban escuchando, con la cabeza gravemente apoyada en su manita, se levantarán con mucha gracia y declararán que también ellos son hermanos de Celina. Y para demostrarlo, explicarán cómo y por parte de quién les viene este ilustre parentesco. Y sólo se escucharán gritos de alegría, y la Virgen Santísima se verá obligada a venir para restablecer la calma entre la tropa infantil. Acudirán también todos los santos. Y al conocer el motivo de ese extraordinario alborozo, les parecerá tan fascinante la idea, que se apresurarán todos ellos a hacer una genealogía con la que demostrar que son todos parientes cercanos de Celina. Y así, todos los pontífices, los gloriosos mártires, los guerreros (con san Sebastián (10) a la cabeza), en una palabra toda la nobleza del cielo se sentirá orgullosa de dar el nombre de hermana a la esposa de Jesús, y la boda estará formada por una sola y gran familia. 

Pero volvamos al noble anciano, a la hermosa señora y a los cuatro querubines. Una vez hayan acabado de vestirse, entrarán en la sala capitular, los ángeles se inclinarán al verlos pasar, y les indicarán los magníficos tronos preparados para ellos, a ambos lados de la humilde silla destinada a la querida Madrecita. Entre sus manos, dentro de unas horas, se formarán los lazos indisolubles que deben unir a Jesús y a Celina. Y así, esta Madre, pequeña a los ojos de las criaturas (11) pero grande a los ojos de Dios, cuyo lugar ocupa, recibirá las más abundantes bendiciones de sus padres queridos para derramarlas sobre la cabeza de su hermana e hija querida... 

Los santos y todos los ángeles vendrán, uno a uno, a felicitar al venerable patriarca y a su feliz esposa, que resplandecerán con una gloria totalmente nueva; y sus queridos hijitos exclamarán llenos de asombro: «¡Papá! ¡Mamá!. ¡Qué guapos que estáis! ¡Qué pena que Celina no os vea...! Aunque sólo sea por hoy, mostradle vuestra gloria». «Dejadme actuar a mí, hijos míos -responderá papá-, vosotros no sabéis que si hoy me escondo es porque sé cuán gran premio sacará mi valiente (12) de vivir sin consuelo en el destierro. Hace tiempo yo he sufrido mucho, y entonces Celina era mi único apoyo; ahora quiero ser yo el suyo. Pero no penséis que quiero quitarle el mérito del sufrimiento. No. Conozco muy bien el premio... Dios no se deja vencer en generosidad (13). Él es ya mi gran recompensa (14) y pronto será la de mi fiel Celina». «Es cierto -dirá a su vez mamá-, es mejor no mostrarnos a ella en tierra extranjera, pues Celina tan sólo está desterrada por un instante, para luchar y morir (15). Pronto llegará el día en que Jesús será realmente su Señor y mi hijita la Señora. Así me lo decía ella cuando pequeñita (16), y veo que tenía toda la razón». 

PADRES DE SANTA TERESITA
 

Esta conversación familiar será interrumpida por los ángeles, que vendrán a anunciar con gran solemnidad que la novia está ya lista para dirigirse a la Misa de Bodas. Entonces se formará el cortejo en un orden perfecto, e irán delante Jesús y Celina, rodeada de su familia del cielo y de la de la tierra. 

No puedo describir los transportes de amor de Jesús por Celina y la belleza radiante de ésta (pues estará vestida con las ropas que la misma Virgen María preparó para ella). Yo no sé si los habitantes del cielo habrán visto jamás una fiesta tan hermosa, pero no lo creo. Por lo que a mí respecta, sí le digo a mi hermana querida que ¡nunca he visto nada tan dulce para mi corazón...! 

No hablaré del momento mismo de la unión, pues las palabras no pueden expresar este misterio incomprensible que sólo en el cielo nos será revelado... Yo sólo sé que en ese momento la Trinidad bajará al alma de mi Celina querida y la poseerá totalmente, confiriéndole un resplandor y una inocencia superiores a las del bautismo... Yo sé que la Santísima Virgen se convertirá en la mamá de su hija predilecta de una forma más íntima y más maternal aún que en el pasado... 

Yo sé que la pobre Teresita siente ya en su corazón una alegría tan grande al pensar en el hermoso día que pronto va a empezar, que se pregunta qué sentirá cuando llegue de verdad... 

Hermanita querida, mi alma ha traducido muy mal sus sentimientos... Pensaba tantas cosas sobre las fiestas en el cielo, que apenas he podido esbozar el tema... 

Yo no tengo un regalo de bodas que ofrecer a mi Celina; pero mañana tomaré en mis brazos a los preciosos querubines de los que le hablado, y ellos serán mi regalo. Puesto que queremos ser siempre niñas, tenemos que unirnos a ellos, y así yo seré la dama de honor de la señorita (17) y llevaré un hermoso ramo de lirios. 

Todo es nuestro, todo es para nosotras, ¡pues en Jesús lo tenemos todo (18)...! 

La hermanita de Celina 


Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz 


Me olvidé de decir que, al despertar, Celina encontrará a su lado a Jesús, a María y a san José, a quien tanto ama, con papá, mamá y los angelitos. Ellos serán quienes la arreglen. Y me olvidé también de hablar de la alegría de Jesús cuando oiga a Celina pronunciar por vez primera las palabras del Oficio divino (19), que ese día serán su oficio, el de ella, el de la esposa de su alma, la encargada de hechizarle en medio de los campos... 

 
NOTAS Cta 182 

1 La profesión de sor Genoveva estaba fijada para el 24 de febrero. La novicia pidió a su hermana que le describiese la «fiesta del cielo» con esa ocasión. Teresa responde a su deseo, adaptándose a los gustos de Celina, en lo maravilloso y en la ornamentación recargada, también a su estilo. 

2 En la víspera de la profesión se acostumbraba hacer oración en el coro hasta la medianoche. 

3 La celda que ocupaba sor Genoveva. 

4 A la sala capitular. 

5 Cf Cta 183. 

6 Cf el Acto de Ofrenda (Or 6). 

7 Los asteres: cf Cta 98. 

8 María Melania Teresa Martin, muerta a los dos meses (1870). 

9 Evocación de los otros tres hijos: Elena, José Luis y José Juan Bautista, muertos en temprana edad. 

10 «Yo quería mucho a san Sebastián», observa sor Genoveva. Cf Or 18. 

11 Alusión a las dolorosas circunstancias que precedieron a la profesión de sor Genoveva, debido al temperamento de la madre María de Gonzaga. Cf CG p. 1182. 

12 Uno de los sobrenombres de Celina. 

13 Máxima que le gustaba mucho al señor Martin; cf Cta 158. 

14 Texto bíblico muy familiar a Teresa (cf Ms A 74º; Ms C 5vº; Cta 145vº; 183; PN 17,15; RP 4,4vº; NPPA/AJ y G; en BT, pp. 52s), siguiendo al señor Martin, de quien escribe sor Genoveva: «Muchas veces sorprendíamos a nuestro padre querido en el mirador, y lo veíamos repetir, con la mirada perdida en el infinito y con un profundo acento, esta frase de la Sagrada Escritura, que le encantaba: «Ego sum merces tua magna nimis»» (...) Por eso hicimos imprimir este texto en la estampa de su recordatorio» (G/NPHF, p. 214). 

 15 Cf LAMARTINE, «Réflexion» en Recueillements poétiques. 

 16 Cf carta de la señora de Martin a Paulina, del 9 de julio de 1873. 

 17 Cf Cta 179, n. 1. 

 18 Cf SAN JUAN DE LA CRUZ, Oración del alma enamorada. 

 19 Según la costumbre de la época, la nueva profesa presidía el Oficio coral el día de su profesión. 


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.


A SU PRIMA JUANA, CARTA 180

A la señora de La Néele (su prima Juana)   J.M.J.T. 
Jesús + 14-15 y 17 de octubre de 1895 


Querida Juana: 
Al leer tu carta, me parecía estar viéndote y oyéndote. Me ha producido una enorme alegría comprobar la agradable enfermedad que mis tíos fueron a llevarte de Lisieux; espero que aún no te hayas curado de tu crisis de alegría...; lo cual es muy probable, ya que el célebre miembro de la Facultad (1), a pesar de toda su ciencia universal, no puede encontrar ningún remedio para su querida Juanita. Si por casualidad descubriese alguno, por favor, que no se olvide de nuestro Carmelo: desde que entró «el duendecillo que abrió las arrugas y encaneció el cabello» de su querida Fifine (2), todo el noviciado sufre ese contagio. 

Es un gran consuelo para mí, la vieja decana del noviciado (3), ver mis últimos días rodeados de tanta alegría; eso me rejuvenece, y, a pesar de mis siete años y medio de vida religiosa, muchas veces me falta la gravedad en presencia de ese gracioso diablillo que alegra a toda la comunidad. ¡Si la hubieras visto el otro día con tu fotografía y la de Francis, te habrías divertido mucho...! Nuestra Madre las había traído a la recreación y las hacía pasar de mano en mano; cuando le llegó el turno a sor María de la Eucaristía, tomó las fotografías una después de otra, dirigiéndoles sus más graciosas sonrisas y diciéndoles por turno: «Buenos días, Fifine... Buenos días, Serafín». Estas expresiones de cariño hicieron reír a todas las carmelitas, que están muy contentas de tener una postulante tan simpática. Su hermosa voz constituye nuestra dicha y el encanto de nuestras recreaciones. Pero, sobre todo, lo que alegra mi corazón mucho más que todos los talentos y las cualidades exteriores de nuestro ángel querido, son sus buenas disposiciones para la virtud. 


DE PIE, DE IZQUIERDA A DERECHA, LEONIA Y MARÍA GUÉRIN.
SENTADAS: CELINA PINTANDO Y JUANA

Es muy grande, querida Juana, el sacrificio que Dios acaba de pedirte. ¿Pero no ha prometido «a quien deje por él padre o madre o hermana cien veces más en esta vida»? Pues bien, ¡por él, tú no has vacilado en separarte de una hermana a la que quieres mucho más de lo que se puede decir! ¡Y Jesús se va a sentir muy obligado a mantener su promesa...! Yo sé bien que, normalmente, esas palabras se aplican a las almas religiosas; sin embargo, en lo hondo de mi corazón, yo siento que han sido pronunciadas para los padres generosos que hacen el sacrificio de sus hijos, a quienes quieren más que a sí mismos... 

¿Y no has recibido tú ya ese céntuplo que Jesús prometió...? Sí, la paz y la felicidad de tu Mariíta han traspasado las rejas de la clausura para ir a derramarse en tu alma... Y tengo la íntima convicción de que pronto recibirás un céntuplo más abundante: de que un angelito vendrá a alegrar tu hogar y a recibir tus besos de madre... 

 
Querida hermanita, tendría que haber comenzado agradeciéndote el regalo que quieres hacerme para mi santo. Me he emocionado mucho, te lo aseguro; pero perdóname si te digo sinceramente lo que me gustaría. Ya que deseas darme gusto, preferiría, en vez de pescado, un modelo de flores (4). Pensarás que soy una egoísta, pero, ¿sabes?, mi tío mima a sus queridas carmelitas, que están muy seguras de que no se van a morir de hambre... A Teresita, a quien nunca le gustaron las cosas de comer (5), sí que le gustan mucho las cosas útiles para su comunidad, y sabe que, con los modelos, podemos ganar dinero para comprar pescado. Esto parece un poco la historia de la lechera, ¿no? En fin, si me regalas un ramo de agavanzos, estaré muy contenta. Si no los hay, mándame vincapervincas o capullos de oro, incluso cualquier otra flor corriente me gustaría igual. 

Temo pecar de indelicadeza. Si es así, no hagas caso a mi petición y recibiré muy agradecida el pescado que me regales, sobre todo si quieres añadirle las perlas de que me hablaste el otro día... 

Ya ves, querida Juana, cómo he cambiado y que, lejos de guardar silencio, hablo como una cotorra y soy demasiado atrevida al pedir... ¡Es tan difícil guardar el justo medio...! Por suerte, una hermana lo perdona todo, incluso las inoportunidades del pequeño benjamín... 

He interrumpido tantas veces la carta, que no tiene ilación. Había pensado muchas cosas hermosas acerca del ciento por uno de que te hablaba al principio, pero me veo obligada a guardar esas cosas hermosas en lo hondo de mi corazón y a pedir a Dios que las haga realidad en ti, pues no tengo tiempo de enumerártelas. Tengo que ir «al lavado», a escuchar, mientras froto la ropa, a mi querido diablillo que seguramente cantará que «Este lavado nos llevará a la ribera sin tempestad...» (6).  

LAVADERO DEL CONVENTO DE LISIEUX

Nuestras dos Madres y todas tus hermanitas te mandan un millón de recuerdos cariñosos, lo mismo que a Francis. No me olvido que mañana se celebra la fiesta de san Lucas, uno de sus patronos (7), así que ofreceré por él la sagrada comunión y pediré a Jesús que lo recompense por las molestias que se tomó en encontrarme las medicinas...  

FRANCIS, ESPOSO DE JUANA

Un abrazo de corazón, querida Juanita, y cuenta con el afecto y la gratitud de tu más pequeña hermanita 


Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind. 


 
NOTAS


1 Francis, médico. 

2 El «duendecillo» es María Guérin, convertida ahora en sor María de la Eucaristía; Fifine, Juana; y más abajo, Serafín es Francis. 

3 Teresa tendría que haber dejado el noviciado el 8 de septiembre de 1893. 

4 Con vistas a los trabajos de pintura, que se vendían en beneficio de la comunidad. 

5 Cf CA 31.8.5. 

6 Copla compuesta por sor María de la Eucaristía. 
7 Patrono de los médicos.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.


viernes, 28 de diciembre de 2018

A SU TÍA POR LA PRÓXIMA ENTRADA EN EL CARMELO DE SU PRIMA MARÍA, CARTA 178

 A la señora de Guérin  20-21 de julio de 1895   J.M.J.T. 
Jesús + 20 de julio de 1895 

Querida tiíta: 
Me ha emocionado mucho el ver que se acuerda de su Teresita; también ella se acuerda mucho de usted, y si todavía no ha escrito a su tía querida, no ha sido por indiferencia, sino porque su corazón está tan repleto de cariño y de veneración, que no acierta a traducir sus pensamientos... 

Sin embargo, tengo que intentarlo, aun a riesgo de decir a mi tiíta cosa que van a disgustarla, ¿no sale la verdad de la boca de los niños? Pues bien, tendrá que perdonarme si digo la verdad, pues soy y quiero ser siempre una niña... 

Voy a darle una leccioncita espiritual y a mostrarle cuán bueno es Dios conmigo. A mí me gusta mucho leer las vidas de los santos; el relato de sus acciones heroicas me inflama el ánimo y me impulsa a imitarlos. Pero confieso que a veces me ha ocurrido envidiar la suerte feliz de sus parientes, que han tenido la dicha de vivir en su compañía y de gozar de sus santas conversaciones. Ahora ya no tengo nada que envidiar, pues estoy en situación de contemplar de cerca las acciones de los santos y de observar sus luchas y la generosidad con que se someten a la voluntad de Dios (1). 
 

Querida tiíta, sé muy bien que le disgustaría que le dijese que es una santa. Sin embargo, tengo muchas ganas de hacerlo... Pero si no se lo digo, puedo decirle una cosa que no hay que decirle a mi tío, pues entonces ya no me seguiría queriendo. Y esa cosa usted la sabe mejor que yo, y es que mi tío es un santo como hay pocos en la tierra y que su fe puede compararse con la de Abraham... ¡Si supiese qué dulce emoción llenó ayer mi alma al ver a mi tío con su angelical Mariíta (2)...! 

TÍOS DE SANTA TERESITA

Nosotras estábamos sumergidas en un gran dolor a causa de nuestra pobre Leonia; era una verdadera agonía. Dios, que quería probar nuestra fe, no nos enviaba ningún consuelo, y yo no podía rezar otra oración que la de Nuestro Señor en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío, por qué nos has abandonado!», o como en el Huerto de la agonía: «Dios mío, que se haga tu voluntad y no la nuestra». Por fin, para consolarnos, nuestro divino Salvador no nos envió al ángel que lo sostuvo a él en Getsemaní, sino a uno de sus santos, peregrino aún en esta tierra y lleno de su fuerza divina. Al ver su serenidad y su resignación, nuestras angustias se disiparon y experimentamos el apoyo de una mano paternal...  

LEONIA HABÍA DEJADO DE NUEVO LA VISITACIÓN

Tiíta querida, ¡qué grandes son las misericordias de Dios para con sus pobres hijas...! Si usted supiese las dulces lágrimas que derramé al escuchar la conversación celestial de mi santo tío... Me parecía ya transfigurado, su lenguaje no era ya el de la fe que espera, sino el del amor que posee. Precisamente cuando la prueba y la humillación venían a visitarlo, él parecía olvidarlo todo para no pensar más que en bendecir la mano divina que le arrebataba su tesoro y que, en recompensa, lo probaba como a un santo... Santa Teresa tenía mucha razón cuando decía a Nuestro Señor, que la colmaba de cruces cuando emprendía por él grandes trabajos: «Señor, no me extraña que tengas tan pocos amigos, ¡los tratas tan mal...» (3). 
Y en otra ocasión decía que a las almas a las que Dios ama con un amor ordinario les manda algunas pruebas, pero a las que ama con amor de predilección les prodiga las cruces como la señal más cierta de su ternura (4). 


21 de julio 

Había dejado ayer la carta sin terminar porque llegaron María y Leonia. Nuestra emoción, al verla, fue muy grande; no logramos hacerle decir una sola palabra, de tanto como lloraba. Finalmente acabó por mirarnos, y ya todo fue bien. No le doy más detalles, tiíta, porque ya los sabrá todos por María, que se portó como una verdadera mujer fuerte en las dolorosas circunstancias que acaban de producirse. Así se lo dijimos, pero me di cuenta muy bien de que ese cumplido no le gustaba; entonces la llamé «angelito» y ella me dijo, riendo, que esto le gustaba más que lo de «mujer fuerte». Es de un humor, que hace reír hasta a las piedras, y eso distrae a su pobre compañera. Les servimos en platos de barro, como a las carmelitas, lo cual les divirtió mucho (5). 

MARÍA GUÉRIN, PRIMA DE TERESITA
 
¡Cuánta virtud tiene su Mariíta...! Es asombroso el dominio que tiene de sí misma. No es precisamente energía lo que le falta para hacerse santa, y ésa es la virtud más necesaria: con la energía se puede llegar fácilmente a la cumbre de la perfección. Si pudiese darle un poco a Leonia, todavía le quedaría bastante a nuestro angelito y no le vendría mal a la otra... 

Querida tiíta, me estoy dando cuenta de que mis frases no son claras, me doy prisa por entregar la carta a María, que no quería que le escribiese, diciendo que ella cumpliría todos mis encargos o que me daría quince céntimos para un sello; pero no he querido esperar más tiempo para enviar a mi tía querida tan sólo «una mirada», que, por expresiva que sea, no podría verla de tan lejos. 

Quería hablarle de Juana y de Francis, pero no tengo tiempo. Todo lo que puedo decir es que los cuento entre el número de santos que se me ha concedido contemplar de cerca en la tierra, y que me alegrará verlos pronto en el cielo en compañía de sus hijos (6), cuyas resplandecientes coronas aumentarán su propia gloria...

JUANA, PRIMA DE TERESITA
  
Querida tiíta, si no logra leerme, la culpa es de María. Déle como castigo un abrazo de mi parte, y dígale que le dé a usted un abrazo muy fuerte en lugar mío. 

Su hija más pequeña 

Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind. 



NOTAS 


1 El señor y la señora Guérin acababan de escribir el 18 de julio dos cartas realmente admirables a la madre Inés de Jesús a propósito de la próxima partida de su hija. 

2 Se dirigían a Caen para recoger a Leonia, que había salido de nuevo de la Visitación. 

3 Cf Cta 155, n. 1. 

4 SANTA TERESA DE JESÚS, Camino de perfección, cap. 34. [Así cita la edición francesa. Sin embargo, en todo ese capítulo no se encuentra ese pensamiento de la Santa castellana. Sí hay en sus obras no pocos pasajes en esa dirección; sin salirnos del Camino de perfección, véase, por ejemplo, el cap. 18,1: «... a los que Dios mucho quiere, lleva por camino de trabajos, y mientras más los ama, mayores...»; o cap. 32,7, al que seguramente se refiere la cita de la edición francesa. N. del T.] 

5 Leonia y María comieron, de manera excepcional, en el refectorio de las hermanas torneras. 

 
6 Los señores La Néele no pudieron tener hijos, lo que constituyó su gran sufrimiento.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.