martes, 11 de diciembre de 2018

EL ABANDONO ES EL FRUTO DELICIOSO DEL AMOR




Hay en la tierra un árbol, árbol maravilloso,  cuya raíz se encuentra,¡oh misterio!, en el cielo <1>.

Acogido a su sombra, nada ni nadie te podrá alcanzar;  sin miedo a la tormenta, 
bajo él puedes descansar.


El árbol inefable lleva por nombre «amor».  
Su fruto <2> deleitable se llama «el abandono». 


Ya en esta misma vida este fruto me da felicidad, mi alma se recrea con su divino aroma.


Al tocarlo mi mano, me parece un tesoro. 
Al llevarlo a la boca, me parece más dulce todavía. 


Un mar de paz me da ya en este mundo, 
un océano de paz, y en esta paz profunda descanso para siempre.


El abandono, sólo el abandono a tus brazos me entrega, ¡oh Jesús mío!, y es el que me hace vivir con la vida de tus elegidos.


A ti, divino Esposo, me abandono, y no quiero nada más en la vida que tu dulce mirada.


Quiero sonreír siempre, dormirme en tu regazo y repetirte en él que te amo, mi Señor <3>. 


Como la margarita de amarilla corola, yo, florecilla humilde, abro al sol mi capullo.


Mi dulce sol de vida, mi amadísimo Rey, es tu divina hostia pequeña como yo...


El rayo luminoso de tu celeste llama nacer hace en mi alma el perfecto abandono.


Todas las criaturas pueden abandonarme, lo aceptaré sin queja y viviré a tu lado.


Y si tú me dejases, ¡oh divino tesoro!, aun viéndome privada de tus dulces caricias, 
seguiré sonriendo.


En paz yo esperaré, Jesús, tu vuelta, 
no interrumpiendo nunca mis cánticos de amor.


Nada, nada me inquieta, nada puede turbarme, más alto que la alondra sabe volar mi alma.


Encima de las nubes el cielo es siempre azul, y se tocan las playas del reino de mi Dios.


Espero en paz la gloria de la celeste patria, pues hallo en el copón el suave fruto ¡el dulcísimo fruto del amor!







NOTAS 


Fecha: 31 de mayo de 1897. - Compuesta para: sor Teresa de San Agustín, a petición suya. - Publicada: HA 98 («L'Abbandon»), tres versos corregidos. - Melodía: Si j'étais grande dame.


Una canción, pero una canción que va más allá de ella misma, una canción para capear «la tormenta» y entregarse de corazón, pero tranquilos, seguros, «en paz» (palabra que se repite cuatro veces). La confianza de las cuatro últimas estrofas no es fingida: es el auténtico «abandono», por encima de los consuelos sensibles. Aunque menos vibrante y más parco en confidencias que Una rosa deshojada, este poema es también un poema personal.


La destinataria, una monja tan virtuosa como severa, había hecho «voto de abandono a todos los deseos de Dios», no sin descontar del todo un cierto complejo «de superioridad en la perfección». Para Teresa, el abandono no es «obra del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia». Al reconocer en sí misma ese abandono total ante la muerte, rendirá homenaje por ello a su único autor: «Ahora ya estoy en él; Dios me ha hecho llegar a él, me ha tomado en sus brazos y me ha puesto en él...» (CA 7.7.3).



<1> Bella imagen de un árbol  «cuya raíz se encuentra en el cielo». El símbolo del árbol es muy poco frecuente en Teresa (ésta es la única vez que se encuentra en las poesías, y en la Cta 137 el árbol de Zaqueo).


<2> Este fruto es la antítesis del fruto del libro del Génesis (3,6): se lo puede tocar sin temor (Gen 3,3) y comer de él; y no trae consigo el desorden del pecado y de la muerte, sino «un mar de paz» y la felicidad ya en esta vida. 


<3> En estas estrofas 7-9 volvemos a encontrar el tono y el colorido de P 2, Santa Cecilia (vv. 29-32), «la santa del abandono». 


<4> Teresa «espera en paz». Pero es una espera que no tiene nada de ocioso: la fuga repentina de la alondra (est. 16), en una ascensión vertical que rompe la «espesa niebla» (Ms C 5vº), lo dice bien claro. Y evoca irresistiblemente los actos anagógicos de san Juan de la Cruz: para el alma que se ve acosada por la tentación, lo mejor es echarse a volar de un salto hacia Dios...Y Teresa vuela incluso «más alto que la alondra»: la mirada puede seguir al pájaro por el cielo, pero no nos es posible ver volar a la carmelita hasta los confines de esa tierra prometida donde hunde sus raíces el Arbol de la vida. 

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías.



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