jueves, 24 de enero de 2019

TERESITA AGRADECE AL HERMANO SIMEÓN LA BENDICIÓN DEL SANTO PADRE PARA EL CARMELO, CARTA 218

Al Hermano Simeón   J.M.J.T. 
Carmelo de Lisieux, 27 de enero de 1897         Jesús + 

Señor Director: 


Me siento feliz de unirme a mi hermana sor Genoveva para darle las gracias por la preciosa gracia que consiguió para nuestro Carmelo (1). 

No sé cómo expresarle mi gratitud; por eso, quiero, a los pies de Nuestro Señor, mostrarle con mis pobres oraciones cómo me ha conmovido su bondad para con nosotras... 

A mi alegría se ha mezclado un sentimiento de tristeza al saber que su salud se había quebrantado. Por eso, pido a Jesús con todo el corazón que prolongue el mayor tiempo posible su vida, tan preciosa para la Iglesia. Yo sé que nuestro divino Maestro debe de tener prisa por coronarle en el cielo; pero espero que lo deje todavía en el destierro para que, trabajando por su gloria como lo ha hecho desde su juventud, el peso inmenso de sus méritos supla al de otras almas que se presentarán ante Dios con las manos vacías. 

Yo me atrevo a esperar, queridísimo Hermano, ser una de esas almas afortunadas que participarán de sus méritos. Creo que mi carrera aquí abajo no va a ser larga... Cuando comparezca ante mi amado Esposo, no tendré para ofrecerle más que mis deseos; pero si usted me ha precedido ya en la patria, espero que venga a mi encuentro y que presente en mi favor el mérito de sus obras, tan fecundas... Ya ve que sus carmelitas nunca pueden escribirle sin pedirle algún favor y sin apelar su generosidad... 



 
Señor Director, usted es tan poderoso para nosotras en la tierra, nos ha obtenido ya tantas veces la bendición del Santo Padre León XIII, que no puedo dejar de pensar que en el cielo Dios le dará un enorme poder sobre su corazón. Le suplico que no me olvide ante él si tiene la dicha de verlo ante que yo... Lo único que le ruego que pida para mi alma es la gracia de amar a Jesús y de hacerle amar todo lo que pueda. 

Si el Señor viene a buscarme a mí primero, le prometo orar por sus intenciones y por todas las personas que usted ama. De todas formas, yo no espero a estar en el cielo para hacer esta oración: desde ahora me siento ya feliz de poder probarle así mi profunda gratitud. 

En el Sagrado Corazón de Jesús, me sentiré siempre dichosa, señor Director, de llamarme 

Su humilde y agradecida carmelita, 

Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind. 
 

 
NOTAS 

1 La bendición del Santo Padre para el Carmelo, con ocasión de las bodas de oro de la más anciana de las carmelitas, sor San Estanislao.

miércoles, 23 de enero de 2019

CARTA A SU HERMANA PAULINA, "MADRE INÉS DE JESÚS", CARTA 216

A la madre Inés de Jesús   J.M.J.T. 
Jesús + 9 de enero de 1897 


Querida Madrecita, si supieras cómo me emociona ver cuánto me quieres... Nunca podré demostrarte mi gratitud aquí en la tierra... Espero irme pronto allá arriba (1). Y puesto que "Si hay un cielo, es para mí" (2), seré rica, tendré todos los tesoros de Dios, y él mismo será mi bien, y entonces podré devolverte centuplicado todo lo que te debo. ¡Qué alegría de sólo pensarlo...! Me duele mucho recibir siempre y nunca dar. 

Hubiera querido no ver correr las lágrimas de mi Madrecita, pero me ha encantado ver el buen fruto que esas lágrimas produjeron, fue algo fantástico.  

MADRE INÉS DE JESÚS

No, yo no guardo rencor a nadie cuando miran a mi Madrecita con malos ojos, pues tengo muy claro que las hermanas no son más que instrumentos puestos ahí adrede por Jesús para que el camino de la Madrecita (al igual que el de Teresita) se parezca al que Él escogió para sí cuando fue peregrino en la tierra de destierro... Entonces su rostro estaba escondido, nadie lo reconocía, era objeto de desprecios... Mi Madrecita no es objeto de desprecios, ¡pero qué pocos la reconocen desde que Jesús ha escondido su rostro (3)...! 

¡Qué hermosa, Madre mía, es la parte que te toca...! Es verdaderamente digna de ti, la privilegiada de nuestra familia; de ti, que nos muestras el camino como esa golondrina que vemos siempre a la cabeza de sus compañeras y que traza en el aire la ruta que debe conducirlas a su nueva patria. 

¡Ojalá sepas comprender el cariño de TU hijita que quisiera decirte tantas tantas cosas! 



NOTAS 

1 Primera alusión explícita a su muerte próxima en la correspondencia de Teresa. 

2 Probable alusión a este verso de SOUMET: «¿Para quién serían los cielos si no fuesen para mí?» (Jeanne d'Arc martyre). La variante introducida por Teresa: «Si hay un cielo» es una alusión velada a su prueba de la fe. Cf RP 3, 22rº/vº, que atribuye erróneamente este verso a d'Avrigny. 

3 Es decir, desde que la madre Inés ya no es priora. 

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
 

 

TRABAJEMOS JUNTOS EN LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS, CARTA A UN FUTURO MISIONERO, CARTA 213

Al abate Bellière   J.M.J.T. 
Carmelo de Lisieux 26 de diciembre de 1896 


Señor abate: 
Hubiese querido contestarle antes, pero la Regla del Carmelo no permite escribir ni recibir cartas durante el tiempo de adviento. Sin embargo, nuestra Madre me permitió, por excepción, leer la suya, comprendiendo que usted necesitaba ser ayudado especialmente con la oración. 

Le aseguro, señor abate, que hago todo lo que está en mis manos para alcanzarle las gracias que necesita; y esas gracias ciertamente le serán concedidas, pues Nuestro Señor no nos pide nunca sacrificios superiores a nuestras fuerzas (1). Es cierto que a veces Nuestro Salvador nos hace sentir toda la amargura del cáliz que presenta a nuestro espíritu. Y cuando pide el sacrificio de todo lo que nos es más querido en este mundo, es imposible, a no ser por una gracia especialísima, no exclamar como él en el huerto de la agonía: "¡Padre, aparta de mí este cáliz!... Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya". 

ABATE BELLIERE
 
Es muy consolador pensar que Jesús, el Dios fuerte (2), conoció nuestras debilidades y tembló a la vista del cáliz amargo, ese cáliz que poco antes había deseado tan ardientemente beber... 

Señor abate, verdaderamente es hermosa la parte que le ha tocado, pues Nuestro Señor la escogió para sí y fue el primero en mojar sus labios en la copa que a usted le ofrece. 

Un santo ha dicho: ¡El mayor honor que Dios puede hacer a un alma no es darle mucho, sino pedirle mucho (3)! Jesús lo trata, pues, como a un privilegiado. Quiere que usted comience ya su misión y que por medio del sufrimiento le salve ya almas. ¿No fue por el sufrimiento y por la muerte como él mismo redimió al mundo...? Yo sé que usted aspira a sacrificar su vida por el divino Maestro, pero el martirio del corazón no es menos fecundo que el derramamiento de sangre, y este martirio es desde ahora ya el suyo. Tengo, pues, mucha razón al decir que es hermosa la parte que le ha tocado y que es digna de un apóstol de Cristo. 

Señor abate, usted viene a buscar consolaciones junto a la que Jesús le ha dado por hermana, y tiene derecho a hacerlo. Y ya que nuestra Reverenda Madre me da permiso para escribirle, quisiera responder a la grata misión que se me ha confiado; pero siento que el medio más seguro para lograrlo es orar y sufrir... 

Trabajemos juntos en la salvación de las almas, no tenemos más que el único día de esta vida para salvarlas y dar así al Señor pruebas de nuestro amor. El mañana de este día será la eternidad, y entonces Jesús le devolverá centuplicadas las alegrías tan dulces y legítimas que usted hoy le sacrifica. Él conoce el alcance de su sacrificio, él sabe que el sufrimiento de sus seres queridos aumenta aún más el suyo propio. Pero él también sufrió este martirio: por salvar nuestras almas, abandonó a su Madre, vio a la Virgen Inmaculada de pie junto a la cruz con el corazón traspasado por una espada de dolor. Pero eso, espero que nuestro divino Salvador consuele a su madre de usted, y así se lo pido encarecidamente. Si a quienes usted va a abandonar por su amor, el divino Maestro les dejase entrever la gloria que le tiene reservada, la multitud de almas que formarán su cortejo en el cielo, se verían ya recompensados del enorme sacrificio que su alejamiento les va a producir. 

Nuestra Madre sigue enferma, aunque de unos días a esta parte se encuentra un poco mejor; espero que el divino Niño Jesús le devuelva las fuerzas, que ella gastará en su servicio. Esta Madre venerada le envía esa estampa de san Francisco de Asís, que le enseñará la forma de encontrar la alegría en medio de las pruebas y las luchas de la vida. 

Espero, señor abate, que siga rezando por mí, que no soy un ángel, como usted parece creer, sino una pobre carmelita cargada de imperfecciones, que, sin embargo, a pesar de su pobreza, tiene igual que usted el deseo de trabajar por la gloria de Dios. 

Sigamos unidos por la oración junto al pesebre de Jesús. 

Su indigna hermanita, 

Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind. 
 

NOTAS 

1 El 28 de noviembre de 1896, el abate Bellière escribía a Teresa: «El Maestro me envía una dura prueba, como hace con los que ama. Y yo soy muy débil. Dentro de unos días me enviará seguramente al Seminario de Misiones Africanas. Mi deseo se va a ver al fin realizado. Pero tengo que luchar mucho, tengo que romper con grandes y muy queridos afectos y con hábitos de bienestar que me resultan también muy queridos y agradables. Todo un pasado risueño y feliz que me tienta todavía fuertemente. Necesito fuerzas, queridísima hermana» (LC 172). Se conserva el sumario de la respuesta de Teresa en borrador, que muestra su manera de actuar (cf CG p. 934). 

2 Versículo que se repite con frecuencia en la liturgia de Navidad. 

3 P. Pichon; cf Cta 172.  


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

EL TROMPO, CARTA 212

 A sor María de la Trinidad (1)  
 24 de diciembre de 1896  
Noche de Navidad de 1896 


Mi querida esposa (2): 

¡Qué contento estoy de ti...! Durante todo el año me has divertido mucho jugando a los bolos (3). He disfrutado tanto, que la corte celestial estaba sorprendida y encantada; más de un querubín llegó a preguntarme por qué no lo había hecho niño..., y más de uno también me preguntó si la melodía de su arpa no me agradaba más que tu risa cantarina cuando haces caer un bolo con la bola de tu amor. Yo les contesté a mis querubines que no debían apenarse por no ser niños, pues un día podrían jugar contigo en las praderas del cielo; y les dije que sí, que tu sonrisa era para mí más dulce que sus melodías, porque tú sólo podías jugar y sonreír  sufriendo y olvidándote de ti misma. 


Querida esposa mía, tengo algo que pedirte, ¿me lo negarás...? No, tú me amas demasiado para eso. Pues bien, voy a confesarte que me gustaría cambiar de juego. Los bolos me divierten mucho, sí; pero ahora quisiera jugar al trompo, y, si quieres, tú serás mi trompo. Te doy uno como modelo; ya ves que no es bonito, quien no sepa usarlo lo rechazará a puntapiés, pero un niño saltará de alegría al verlo y dirá: «¡Qué divertido que es! ¡Puede estar girando todo el día sin pararse!» (4)

Yo, el Niño Jesús, te quiero, aunque no tengas encantos, y te pido que estés siempre girando para divertirme... Pero para hacer que el trompo gire, hacen falta latigazos... Pues bien, deja que tus hermanas te presten este servicio, y muéstrate agradecida con las que sean más asiduas en no dejarte aminorar la marcha. Y cuando me haya divertido ya bastante contigo, te llevaré allá arriba y allí podremos jugar sin sufrir... 

(Tu hermanito Jesús) 



 NOTAS
1 Sor María de Trinidad explica así el origen de esta carta: «La Sierva de Dios seguía las inclinaciones naturales de mi alma para conducirla a Jesús. (...) En esa época, como yo tenía un carácter muy infantil, me servía de un método bastante original para practicar la virtud: la de divertir al Niño Jesús jugando con él a toda clase de juegos espirituales. Sor Teresa del Niño Jesús me animó a ello con la carta siguiente...». 

2 Quien habla es el Niño Jesús. El sobre llevaba esta dirección: «Personal. A mi pequeña y querida esposa Jugadora de Bolos en la montaña del Carmelo». 

3 Estos bolos, explica sor María de la Trinidad, «yo me los representaba de todos los tamaños y de todos los colores, para personificar a las almas que quería conquistar». 

4 Teresa recoge las palabras de su novicia, de algunos días antes: «En el mes de diciembre de 1896, las novicias recibieron, a beneficio de las misiones, diversas chucherías para un árbol de Navidad. Y hete aquí que en el fondo del cajón se encontró por casualidad (...) un trompo. Mis compañeras dijeron: «¡Qué cosa tan fea! ¿Para qué puede servir esto?» Yo, que conocía bien el juego, cogí el trompo exclamando: «¡Pero si es muy divertido! ¡Puede estar girando un día entero sin pararse a fuerza de buenos latigazos!» Y allí mismo me comprometí a hacerles una demostración que las dejó asombradas. Sor Teresa del Niño Jesús me observaba sin decir nada» (Recuerdos de sor María de la Trinidad).  

Fuente: Obras Completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
 

martes, 22 de enero de 2019

SANTA TERESA ESCRIBE DE PARTE DE LA VIRGEN PARA ANIMAR A SU HERMANA CELINA, CARTA 211

 A sor Genoveva (1)  24 de diciembre de 1896 
Navidad 1896 


Hijita querida: 

Si supieras cómo alegras mi corazón y el de mi pequeño Jesús, ¡qué feliz serías...! 

Pero no lo sabes, no lo ves, y tu alma está triste. Quisiera poder consolarte; si no lo hago, es porque conozco el valor del sufrimiento y de la angustia del corazón. Hija mía querida, si supieras qué hundida estaba yo en la amargura al ver a mi tierno esposo san José volver triste hacia mí sin haber encontrado posada...  

SAN JOSÉ BUSCA POSADA

Si aceptas soportar en paz la prueba de no agradarte a ti misma (2), me darás un dulce asilo. Es verdad que sufrirás, pues estarás a la puerta de tu propia casa; pero no temas, cuanto más pobre seas, más te amará Jesús. E irá lejos, muy lejos, para buscarte (3) si a veces te extravías un poco. Le gusta más verte tropezar en la noche con las piedras del camino que caminar en plano día por una ruta esmaltada de flores que podrían retrasar tu marcha. Te quiero, Celina mía, te quiero mucho más de lo que puedes imaginarte... 

Me alegro de verte desear grandes cosas y te las estoy preparando todavía mayores... Un día vendrás con tu Teresa al cielo, te sentarás en el regazo de mi amado Jesús (4) y yo también te tomaré en mis brazos y te colmaré de caricias, porque soy tu madre, tu mamá querida. 

María, la Reina de los ángeles(5) 


 
NOTAS
 
1 El sobre llevaba esta dirección: «Envío de la Santísima Virgen a mi hija querida sin asilo en tierra extranjera». 

2 Cf Cta 109, n. 1. 

3 Cf Im II,11,4. 

4 El «regazo de Jesús» o el «regazo de Dios»: sitio codiciado por Totó y Lili (Teresa y Celina) para cuando estén en el paraíso; Cf UC pp. 520 y 526. 

5 Cf Cta 192 y su nota 2.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
 

BILLETE DE TERESITA A SOR GENOVEVA CON INDICACIONES, CARTA 208

 A sor Genoveva (1)    Invierno 1896-1897 
J.M.J.T. 

Te suplico con toda humildad que dispenses mañana (2) al pobre Sr. (Sr. Totó, se refiere a ella misma) de usar la estufita... Pero también te suplico que procures que se despierte para las Horas (3). Teme que su papel (4) no sirva para nada, pues la encargada de despertar está acostumbrada a ver a la Señorita venir a almohazar al Sr. todas las mañanas para sacarlo suavemente de sus sueños (5).  

CELINA, SOR GENOVEVA

No te aflijas, pobre Señorita, de tener que llevar tacitas a diestro y siniestro (6). Un día será Jesús quien «irá y vendrá para servirte» a ti, y ese día llegará pronto. 


 
NOTAS

1 Este billete y los dos siguientes traen de nuevo a escena al «Sr. Totó» y a la Señorita Lili». El Sr Totó es Teresa y la Señorita Lili es Celina (Sor Genoveva).

2 Infiernillo de brasas, que la madre María de Gonzaga había obligado a usar a Teresa durante el invierno 18961897. Sor Genoveva, en su calidad de segunda enfermera, estaba autorizada para «dispensar» o no a su hermana. 

3 El Oficio de las Horas menores, que en invierno se rezaba a las siete de la mañana. 

4 Las hermanas que estaban dispensadas de levantarse por la mañana con la comunidad dejaban colgado un papel en el pestillo de la celda. Para la segunda llamada, hacia las siete menos veinte, una religiosa golpeaba a las puertas provistas de ese papel. 

5 Sor Genoveva friccionaba a Teresa con una faja de crin. Cf CA 27.7.17. 

6 A las hermanas enfermas.  


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.


lunes, 21 de enero de 2019

CARTA A CELINA, "SOR GENOVEVA", CARTA 207

A sor Genoveva    Diciembre (?) de 1896 
J.M.J.T. 
 

¡Pobre, pobre (1), no hay que entristecerse porque el Sr. T. (2) haya caído en la trampa...! Cuando le salgan alas (3), por más que le tiendan lazos, no caerá en ellos, ni tú tampoco, pobre S. (4). Él te tenderá la mano, te pegará dos alitas blancas y las dos juntas volaremos muy alto y muy lejos; iremos incluso hasta Saigón (5) batiendo nuestras alitas plateadas... Es lo mejor que podremos hacer por él, pues Jesús quiere que seamos dos querubines y no dos fundadoras. En este momento, esto es así; si él cambia de idea, cambiaremos también nosotras, ¡eso es todo...!  

CELINA (SOR GENOVEVA)


 NOTAS

1 Uno de los sobrenombres de sor Genoveva (Celina), sacado de una copla que se cantaba en los Buissonnets. 

2 «Señor Totó»; se refiere a Teresita. cf Cta 179, n. 1, 

3 Después de su muerte. 

4 «Señorita Lili», sobrenombre que Teresita le da a Celina
 
5 Al Carmelo de Saigón, que pide «fundadoras» para el de Hanoi recientemente fundado. Poco antes, según parece, sor Genoveva había pensado en esa partida para Asia, para ella misma y para Teresa. Véase su billete inédito (LC 172 bis), en Lettres: Une course de géant, p. 481.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

 

QUEDARSE DORMIDA SOBRE EL CORAZÓN DE JESÚS, CARTA 205

 A sor María de San José  Diciembre (?) de 1896 

¡Qué lástima pasar el tiempo aburrida como una ostra, en vez de quedarse dormida sobre el corazón de Jesús...! 
 

Si la noche le da miedo al niñito, si se queja de no ver al que le lleva, que cierre los ojos, que haga VOLUNTARIAMENTE el sacrificio que le piden, y luego a esperar el sueño... Quedándose así, tranquilo, la noche, a la que ya no mirará, no podrá asustarlo, y pronto la calma, si no la alegría, renacerá en su corazón.  




¿Es demasiado pedirle al niñito que cierre los ojos..., que no luche contra las quimeras de la noche...? No, no es demasiado, y el niñito va a abandonarse, va a creer que lo lleva Jesús, va a aceptar el no verlo y va a dejar muy lejos ese miedo estéril a ser infiel (miedo impropio de un niño). 

(Un embajador)

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
 

viernes, 18 de enero de 2019

CARIÑOSA CARTA DE TERESITA A SU TÍA, CARTA 202

 A la señora de Guérin   J.M.J.T. 
Jesús + 16 de noviembre de 1896 


Querida tía: 
Es muy triste para su hijita tener que confiar a una fría pluma la misión de expresarle los sentimientos de su corazón... Tal vez me diga, sonriendo: «Pero, Teresita de mi alma, ¿me los expresarías más fácilmente con palabras...?» Querida tía, tengo que confesarlo, no, es verdad, no encuentro palabras que puedan expresar satisfactoriamente los deseos de mi corazón. El poeta que se atrevió a decir: 
«Lo que bien se concibe claramente se enuncia; para expresarlo, las palabras acuden fácilmente» (1),  ese poeta, digo, ¡¡¡no sentía seguramente lo que yo siento en lo hondo de mi alma...!!! 

Por suerte, tengo para consolarme al profundo P. Faber; él comprendía bien que las palabras y las frases de aquí abajo no son capaces de expresar los sentimientos del corazón, y que los corazones llenos son los que se encierran más en sí mismos. 

LA SRA GUERIN, TÍA DE SANTA TERESITA
 

Querida tía, voy a aburrirla con mis citas, tanto más cuanto que las cartas de mis cuatro hermanas (2) están ahí para desmentir mis palabras. De todas formas, querida tía, puede estar segura de que, a pesar de toda su elocuencia, ellas no la quieren más que yo, aunque yo no sepa decírselo en términos escogidos... Si ahora no me cree, un día, cuando estemos todos reunidos en el cielo, comprobará cómo la más pequeña de sus hijas no lo era en cariño y en gratitud y que sólo era la más pequeña en edad y en sabiduría. 

Le ruego, querida tía, que pida a Dios que yo crezca en sabiduría, como el divino Niño Jesús. No es eso precisamente lo que hago, se lo aseguro; pregúnteselo, si no, a nuestra querida Mariíta de la Eucaristía, y ella le dirá que no miento. Cada día que pasa soy más torpe, y eso que pronto hará ya nueve años que estoy en la casa del Señor. 
Debería estar, pues, ya muy avanzada en los caminos de la perfección, pero estoy todavía al pie de la escalera. Eso no me desalienta, y estoy tan alegre como la cigarra; estoy siempre cantando, igual que ella, esperando participar al final de mi vida de las riquezas de mis hermanas, que son mucho más generosas que la hormiga. Espero también, querida tía, ocupar un buen sitio en el banquete celestial, y le diré por qué: cuando los santos y los ángeles sepan que yo tengo el honor de ser su hijita, no querrán darme el disgusto de colocarme lejos de usted... Así, gracias a sus virtudes, gozaré de los bienes eternos. La verdad es que nací con buena estrella y mi corazón se deshace de gratitud hacia Dios, que me ha dado unos parientes como no hay otros en la tierra. 

Y como soy una pobre cigarra, querida tiíta, que no tiene más que sus cantos (y que, además, por ser su voz muy poco melodiosa (3), sólo puede cantar en lo hondo de su corazón), cantaré mi canción más hermosa el día de su santo, y trataré de hacerlo con un acento tan conmovedor, que los santos, compadecidos de mi miseria, me darán tesoros de gracias que estaré encantada de ofrecerle. Tampoco me olvidaré de festejar con las riquezas de los santos a mi querida abuelita; y ellos serán tan generosos, que mi corazón no tendrá nada más que desear, y le aseguro, tía, que no es poco decir, pues mis deseos son muy grandes. 

A mi tío le pido que le dé a usted un abrazo muy tierno de mi parte. Si Francis, Juana y Leonia quieren hacer otro tanto, cantaré una tonadilla para agradecérselo (y ni que decir tiene que no olvidaré a mi tío en mi alegre canción). 

Perdóneme, tía querida, que le diga tantas cosas sin pies ni cabeza, y créame que la quiero con todo el corazón. 

Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.  


NOTAS 

1 BOILEAU, Art poétique. 

2 Sus tres hermanas y su prima, María Guérin. 

3 ¿Habrá que concluir de ahí que Teresa no tenía buena voz? Es bastante probable; cf CG p. 917+e. 
 

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
 

CARTA DE TERESITA AL MISIONERO P. ROULLAND, "EL HERMANO DE SU ALMA", CARTA 201

Al P. Roulland    J.M.J.T. 
Carmelo de Lisieux 1 de noviembre de 1896  

Hermano: 
Su interesante misiva, que llegó bajo el patrocinio de todos los santos, me ha producido una gran alegría. Le agradezco que me trate como a una verdadera hermana. Con la gracia de Jesús espero hacerme digna de ese título que tanto me gusta.  

EL P. ROULLAND Y SANTA TERESITA

Le agradezco también que nos haya enviado «El alma de un misionero» (1). Este libro me ha resultado muy interesante y me ha permitido seguirlo a usted durante su largo viaje. La vida del P. Nempon tiene un título muy apropiado: revela muy bien el alma de un misionero, o, mejor aún, el alma de todo apóstol verdaderamente digno de ese nombre.  

EL ALMA DE UN MISIONERO, VIDA DEL P. NEMPON

Me dice (en la carta escrita en Marsella) que pida a Nuestro Señor que aleje de usted la cruz de que lo nombren director de un seminario, y también la de volver a Francia. Comprendo que esa perspectiva no sea de su agrado; pido a Jesús con toda el alma que se digne dejarle desempeñar su laborioso apostolado tal como su alma siempre lo soñó. Sin embargo, añado con usted: «Que se haga la voluntad de Dios». Sólo en ella se encuentra el descanso, y fuera de esa amorosa voluntad no haríamos nada, ni para Jesús ni para las almas. 

No acierto a decirle, hermano mío, lo feliz que me siento al verlo tan enteramente abandonado en manos de sus superiores. Me parece que eso es una prueba evidente de que un día mis deseos se verán hechos realidad, es decir, que usted sea un gran santo. 

Permítame confiarle un secreto que acaba de revelarme la hoja en que me escribió las fechas más memorables de su vida. 

El 8 de septiembre de 1890, su vocación misionera fue salvada por María, la Reina de los apóstoles y los mártires (2); ese mismo día una humilde carmelita se convertía en esposa del Rey de los cielos. 
Al dar al mundo un eterno adiós, su único objetivo era el de salvar almas, sobre todo almas de apóstoles. Y pidió muy especialmente a Jesús, su Esposo divino, un alma apostólica: al no poder ser ella sacerdote, quería que, en su lugar, un sacerdote recibiese las gracias del Señor, que tuviese las mismas aspiraciones y los mismos deseos que ella... 

Hermano mío, usted conoce a la indigna carmelita que hizo esta oración. ¿No piensa usted, igual que yo, que nuestra unión, confirmada el día de su ordenación sacerdotal, comenzó el día 8 de septiembre...? 

Yo pensaba que sólo en el cielo llegaría a encontrarme con el apóstol, con el hermano que había pedido a Jesús; pero mi amado Salvador, levantando un poco el velo misterioso que oculta los secretos de la eternidad, se ha dignado darme la alegría de conocer, ya desde el destierro, al hermano de mi alma y de trabajar con él por la salvación de los pobres infieles. 

¡Ah, qué grande es mi gratitud cuando pienso en las delicadezas de Jesús...! ¿Qué nos tendrá reservado en el cielo, si su amor nos dispensa ya aquí abajo tan deliciosas sorpresas? 

Comprendo mejor que nunca que hasta los más pequeños acontecimientos de nuestra vida están dirigidos por Dios, que es él quien inspira y quien colma nuestros deseos... Cuando nuestra Madre me propuso convertirme en su auxiliar, le confieso, hermano, que vacilé (3). Pensando en las virtudes de las santas carmelitas que me rodean, me pareció que nuestra Madre habría servido mejor a sus intereses espirituales eligiendo para usted a cualquier otra hermana, y no a mí. Sólo el pensamiento de que Jesús no tendría en cuenta mis obras imperfectas, sino mi buena voluntad, me hizo aceptar el honor de compartir sus trabajos apostólicos. Yo no sabía entonces que era Nuestro Señor quien me había escogido, él que se sirve de los instrumentos más débiles para hacer maravillas... Yo no sabía que desde hacía seis años tenía un hermano que se preparaba para ser misionero. Ahora que este hermano es verdaderamente apóstol suyo, Jesús me revela este misterio, sin duda para aumentar todavía más en mi corazón el deseo de amarle y de hacerle amar.  


¿Sabe usted, querido hermano, que si el Señor continúa escuchando mi oración, obtendrá una gracia que su humildad le impide solicitar? Esta gracia incomparable, usted ya lo adivina, es el martirio... Sí, tengo la esperanza de que, después de largos años pasados en medio de los trabajos apostólicos, después de haber dado a Jesús amor por amor, usted acabará dándole también sangre por sangre... 

Mientras escribo estas líneas, me estoy dando cuenta de que le llegarán en el mes de enero, mes en que la gente se intercambia deseos de felicidad. Y creo que los de esta su hermanita van a ser únicos en su género... A decir verdad, al mundo unos deseos como éstos le parecerán una locura, pero para nosotros el mundo ya no cuenta, «nosotros somos ciudadanos del cielo» (4) y nuestro único deseo es el de asemejarnos a nuestro adorable Maestro, a quien el mundo no quiso conocer porque se anonadó a sí mismo tomando la forma y la condición de esclavo. 
Hermano querido, ¡feliz usted que sigue tan de cerca el ejemplo de Jesús...! Al saber que ha adoptado la forma de vestir de los chinos, pienso espontáneamente en nuestro Salvador que se revistió de nuestra pobre humanidad y que se hizo semejante a uno de nosotros a fin de rescatar nuestras almas para la eternidad. 

Tal vez le parezca que soy una niña, pero no importa: le confieso que he cometido un pecado de envidia al leer que se iba a cortar los cabellos y sustituirlos por una trenza china. No es ésta última lo que deseo tener, sino simplemente un mechoncito de esos cabellos que ya no van a servir para nada. Seguramente, usted me preguntará, riendo, lo que voy a hacer con él. Pues muy sencillo, esos cabellos serán para mí reliquias cuando usted esté en el cielo con la palma del martirio en la mano. Sin duda le parecerá que me adelanto mucho a los acontecimientos; lo que pasa es que yo sé que ésa es la única manera de lograr mi objetivo, pues a la hora de repartir sus reliquias su hermanita, sólo conocida como tal por Jesús (5), será seguramente olvidada. Estoy completamente segura de se está riendo de mí, pero no me importa. Si acepta pagar con «los cabellos de un futuro mártir» esta recreación que le estoy proporcionando, quedaré bien recompensada. 

El 25 de diciembre no dejaré de enviarle a mi ángel de la guarda para que deposite mis intenciones junto a la hostia que usted consagrará (6). Le agradezco desde lo más profundo del corazón ese detalle de ofrecer por nuestra Madre y por mí su Misa de la aurora; mientras usted está en el altar, nosotras estaremos cantando los Maitines de Navidad que preceden inmediatamente a la Misa de Gallo. 

Hermano mío, no se ha equivocado al decir que seguramente mis intenciones serían «agradecerle a Jesús este día de gracias, único entre todos». Pero no fue ese día cuando recibí la gracia de la vocación religiosa. Como Nuestro Señor quería para sí solo mi primera mirada, se dignó pedirme el corazón desde la cuna, si puedo expresarme así. 

Es cierto que la noche de Navidad de 1886 fue, realmente, decisiva para mi vocación; pero si quiero calificarla con mayor claridad, la deberé llamar: la noche de mi conversión (7). En esa noche bendita, de la cual está escrito que esclarece las delicias del mismo Dios, Jesús, que se hacía niño por mi amor, se dignó sacarme de los pañales y de las imperfecciones de la niñez y me transformó de tal suerte que ni yo misma me reconocía. Sin este cambio, yo hubiera seguido todavía muchos años en el mundo. Santa Teresa, que decía a sus hijas. «Quiero que no seáis mujeres en nada, sino que en todo igualéis a los hombres fuertes» (8), santa Teresa no hubiera querido reconocerme por hija suya si el Señor no me hubiese revestido de su fuerza divina, si no me hubiese armado él mismo para la guerra.  


Le prometo, hermano, encomendar a Jesús de manera especial a la joven de la que me habla y que encuentra obstáculos en su vocación. Me compadezco sinceramente de su sufrimiento, pues sé por experiencia cuán amargo es no poder responder inmediatamente a la llamada de Dios. Le deseo que no se vea obligada, como yo, a ir hasta Roma... Porque seguramente usted no sepa que su hermana tuvo la audacia de hablar al Papa (9)... Sin embargo, es verdad, y si no hubiese tenido ese atrevimiento, tal vez estaría todavía en el mundo. 

Jesús ha dicho que «el reino de los cielos sufre violencia y sólo los violentos lo arrebatan». Lo mismo me ocurrió a mí con el reino del Carmelo. Antes de ser la prisionera de Jesús, tuve que viajar muy lejos para conquistar la prisión que yo prefería a todos los palacios de la tierra. La verdad es que no me apetecía lo más mínimo hacer un viaje para mi recreo personal, y cuando mi incomparable padre me propuso llevarme a Jerusalén si quería retrasar dos o tres meses mi entrada en el Carmelo, no vacilé en escoger el descanso a la sombra de aquel a quien había deseado (a pesar del atractivo natural que me empujaba a visitar los lugares santificados por la vida del Salvador). Comprendía que, verdaderamente, vale más un día pasado en la casa del Señor que mil en cualquier otra parte. 

Tal vez, hermano, desee usted saber cuál era el obstáculo que encontraba para la realización de mi vocación. El obstáculo no era otro que mi juventud. Nuestro Padre superior (10) se negó terminantemente a recibirme antes de los 21 años, diciendo que una niña de 15 años no estaba capacitada para saber a qué se comprometía. Su forma de actuar era prudente, y no dudo de que, al probarme, estaba cumpliendo la voluntad de Dios que quería hacerme conquistar la fortaleza del Carmelo a punta de espada. Tal vez, también, Jesús permitió al demonio obstaculizar una vocación que no debía, creo yo, ser del gusto de ese miserable privado de amor, como lo llamaba nuestra santa Madre (11). 

Gracias a Dios, todos sus ardides se volvieron contra él y no sirvieron más que para hacer más clamorosa la victoria de una niña. Si fuese a contarle todos los detalles del combate que tuve que sostener, necesitaría mucho tiempo, tinta y papel. Contados por una pluma hábil, creo que esos detalles podrían resultarle interesantes, pero la mía no sabe darle encanto y atractivo a un relato largo. Le pido, pues, perdón por haberle quizás aburrido ya. 

Me prometió, hermano, seguir diciendo cada mañana en el altar: «Dios mío, abrasa a mi hermana en tu amor». Le estoy profundamente agradecida, y no tengo dificultad en asegurarle que acepto y aceptaré siempre sus condiciones (12). 
Todo lo que pido a Jesús para mí, lo pido también para usted; y cuando ofrezco mi flaco amor al Amado, me permito la libertad de ofrecerle a la vez también el suyo. 

Al igual que Josué, usted combate en la llanura, y yo soy su pequeño Moisés, y mi corazón está elevado incesantemente hacia el cielo para alcanzar la victoria. Mas ¡qué digno de compasión sería mi hermano si Jesús mismo no sostuviese los brazos de su Moisés...! Pero con la ayuda de la oración que usted dirige por mí a diario al divino Prisionero del Amor, espero que nunca será digno de compasión, y que, después de esta vida, durante la cual los dos habremos sembrado juntos con lágrimas, nos volveremos a encontrar, felices, llevando gavillas en las manos. 

Me ha gustado mucho el sermoncito que usted dirige a nuestra Madre exhortándola a permanecer aún en la tierra; no es largo, pero, como usted dice, no tiene réplica. Ya veo que no le costará mucho convencer a sus oyentes cuando predica, y espero que recoja y ofrezca al Señor una abundante cosecha de almas. 

Veo que se me termina el papel, lo cual me obliga a poner fin a mis garabatos. Quiero, no obstante, decirle que celebraré fielmente todos sus aniversarios. Le tendré un cariño muy especial al 3 de julio, ya que en ese día usted recibió a Jesús por primera vez y en esa misma fecha yo recibí a Jesús de su mano y asistí a su primera Misa en el Carmelo. 

Bendiga, hermano, a su indigna hermana, 

Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind. 

Encomiendo a sus oraciones a un joven seminarista que quiere ser misionero. Su vocación acaba de ser puesta a prueba por causa del servicio militar (13). 


 
NOTAS Cta 201 

1 Vie du P. Nempon, Missionnaire apostolique du Tonkin occidental, por G. Monteuuis (Victor Retaux et Fils, Paris 1895). 

2 E. P. Roulland testimoniará más tarde: «El 8 de septiembre de 1890, tenía dudas acerca de mi vocación y de mi entrada en el seminario mayor. Mientras oraba en la capilla de Nuestra Señora de la Liberación, me sentí súbita y definitivamente seguro». Ese mismo día hacía Teresa su profesión en el Carmelo. 

3 Cf Ms C 33rº. 

4 Citado en la Imitación I, 8, Réflexions. 


5 Cf Cta 189, n. 4. 


6 El 26 de septiembre, el P. Roulland escribía a Teresa: «El 25 de diciembre envíeme sus intenciones. Las adivino: agradecerá al Señor este día de gracias único entre todos, probablemente el día en que Dios la llamó a usted al Carmelo» (LC 171). La enfermedad impidió al misionero celebrar esta Misa de Navidad; cf CA 1.8.9. 

7 Cf Ms A 44vº/45rº. 

8 SANTA TERESA DE JESÚS, C 8. [Las palabras genuinas de la Santa son: «...es muy de mujeres, y no querría yo, hijas mías, lo fueseis en nada, ni lo parecieseis, sino varones fuertes». Y la cita se encuentra en el cap. 7, nº 8. N. del T.] 

9 Cf Cta 36 y Ms A 63rº. 

10 El canónigo Delatroëtte. 

11 Esa expresión no es de Teresa de Jesús, sino de san Francisco de Sales. Cf RP 7,1rº e infra n. 6. 

12 Durante la travesía, en agosto-septiembre de 1896, el P. Roulland había leído un cuaderno de poesías compuestas por Teresa. Y le escribe al respecto: «Le ruego, hermana, que deposite con frecuencia a los pies de Jesús, en nombre de su hermano, algunos de los sentimientos que abrasan su corazón. Con esta condición yo seguiré diciendo todas las mañanas: «Dios mío, abrasa a mi hermana en tu amor»» (LC 171). 

13 El abate Bellière. 

CARTA DE SANTA TERESITA AL ABATE BELLIERE, CARTA 198

 Al abate Bellière     J.M.J.T. 
Jesús + Carmelo de Lisieux, 
21 de octubre de 1896 


Señor abate: 
Como nuestra Reverenda Madre está enferma, me ha confiado a mí la misión de contestar a su carta. Lamento que usted se vea privado de las santas palabras que nuestra Madre le habría dirigido, pero me siento feliz de ser su intérprete y de comunicarle su alegría de saber la obra que Nuestro Señor acaba de operar en su alma. Ella continuará rezando para que él lleve en usted a su término su obra divina.  

ABATE BELLIERE

Pienso que es inútil decirle, señor abate, hasta qué punto comparto yo también la dicha de nuestra Madre. Su carta del mes de julio me había apenado mucho (1). Atribuyendo a mi poco fervor los combates que usted estaba librando, no cesaba de implorar para usted el auxilio maternal de la dulce Reina de los apóstoles. Por eso, mi consuelo fue muy grande al recibir, como ramo de flores para mi santo, la certeza de que mis pobres oraciones habían sido escuchadas (2)... 

Ahora que ha pasado la tormenta, doy gracias a Dios por haberle hecho pasar por ella, pues en los libros sagrados leemos estas hermosas palabras: «Dichoso el hombre que ha soportado la prueba», y también: «Quien no ha sido probado, poco sabe...». En efecto, cuando Jesús llama a un alma a dirigir y a salvar a multitud de otras almas, es muy necesario que le haga experimentar las tentaciones y las pruebas de la vida. Y ya que a usted le ha concedido la gracia de salir victorioso de la lucha, espero, señor abate, que el buen Jesús hará realidad sus grandes deseos. Yo le pido que usted sea, no solamente un buen misionero, sino un santo totalmente abrasado de amor a Dios y a las almas. Y le suplico que me alcance también a mí ese amor, a fin de poder ayudarlo en su labor apostólica. Usted sabe que una carmelita que no fuese apóstol se apartaría de la meta de su vocación (3) y dejaría de ser hija de la seráfica santa Teresa, la cual habría dado con gusto mil vidas por salvar una sola alma (4).  

No dudo, señor abate, que querrá unir también sus oraciones a las mías para que Nuestro Señor cure a nuestra venerada Madre. 
En los corazones sagrados de Jesús y de María, me sentiré siempre dichosa de llamarme 

Su indigna hermanita 

Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind. 


 
NOTAS

1 El 21/7/1896, Mauricio Bellière había enviado desde Caen, donde había entrado en el cuartel en noviembre de 1895, un mensaje desesperado a la priora del Carmelo: «Estoy sumergido en una situación lamentable, y es preciso a toda costa que mi querida hermana, Teresa del Niño Jesús, me saque de ella; es preciso que haga violencia al cielo» (CG p. 871). 

2 El 14 de octubre, víspera de la fiesta de santa Teresa de Jesús, el abate Bellière escribía a la madre María de Gonzaga: «Gracias, Madre, por el auxilio que me prestó en un momento de angustia. La tormenta ya ha pasado, ha retornado la calma, y el pobre soldado ha vuelto a ser el seminarista de antes». Y añadía en un papel, hablando de Teresa: «Mañana es su santo» (CG p. 903). 

3 Cf SANTA TERESA DE JESÚS, C 3,10. 

4 Ibid. 1,2. Teresa copió esta frase en el rollo que tenía en la mano para la fotografía de julio de 1896 (VTL nº 29; cf CG p. 873+e). Y la volvió a usar en esa misma época en PN 35, estr. 4. 
 

Fuente: Obras Completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

jueves, 17 de enero de 2019

LO QUE LE AGRADA A DIOS ES VERME AMAR MI PEQUEÑEZ Y MI POBREZA, CARTA 197

 A sor María del Sagrado Corazón   J.M.J.T. 
 Jesús + 17 de septiembre de 1896 

Querida hermana: 
No encuentro la menor dificultad en responderte (1)... ¿Cómo puedes preguntarme si puedes tú amar a Dios como le amo yo...? 

Si hubieses entendido la historia de mi pajarillo, no me harías esa pregunta. Mis deseos de martirio no son nada, no son ellos los que me dan la confianza ilimitada que siento en mi corazón. A decir verdad, son las riquezas espirituales las que hacen injusto al hombre cuando se apoya en ellas con complacencia, creyendo que son algo grande (2)... 
 

Esos deseos son un consuelo que Jesús concede a veces a las almas débiles como la mía (y de estas almas hay muchas); pero cuando no da este consuelo, es una gracia privilegiada. Recuerda aquellas palabras del Padre (3): «Los mártires sufrieron con alegría, y el Rey de los mártires sufrió con tristeza». 
Sí, Jesús dijo: «Padre, aparta de mí este cáliz». Hermana querida, ¿cómo puedes decir, después de esto, que mis deseos son la señal de mi amor...? No, yo sé muy bien que no es esto, en modo alguno, lo que le agrada a Dios en mi pobre alma. Lo que le agrada es verme amar mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia... Este es mi único tesoro. Madrina querida, ¿por qué este tesoro no va a ser también el tuyo...?  




¿No estás dispuesta a sufrir todo lo que Dios quiera? Yo sé muy bien que sí. Pues entonces, si deseas sentir alegría o atractivo por el sufrimiento, es tu propio consuelo lo que buscas, pues cuando se ama una cosa desaparece el dolor (4). Te aseguro que si fuésemos las dos juntas al martirio con las disposiciones que hoy tenemos, tú tendrías un gran mérito y yo no tendría ninguno, a menos que Jesús tuviese a bien cambiar mis disposiciones. 
Hermana querida, comprende a tu hijita, por favor. Comprende que para amar a Jesús, para ser su víctima de amor (5), cuanto más débil se es, sin deseos ni virtudes, más cerca se está de las operaciones de este Amor consumidor y transformante (6)... Con el solo deseo de ser víctima ya basta; pero es necesario aceptar ser siempre pobres y sin fuerzas, y eso es precisamente lo difícil, pues «al verdadero pobre de espíritu ¿quién lo encontrará? Hay que buscarle muy lejos», dijo el salmista (7)... No dijo que hay que buscarlo entre las almas grandes, sino «muy lejos», es decir, en la bajeza, en la nada... Mantengámonos, pues, muy lejos de todo lo que brilla, amemos nuestra pequeñez, deseemos no sentir nada. Entonces seremos pobres de espíritu y Jesús irá a buscarnos, por lejos que nos encontremos, y nos transformará en llamas de amor... ¡Ay, cómo quisiera hacerte comprender lo que yo siento...! La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor... El temor ¿no conduce a la justicia... (*)?  


Ya que sabemos el camino, corramos juntas. Sí, siento que Jesús quiere concedernos las mismas gracias a las dos, que quiere darnos gratuitamente su cielo. 

Hermanita querida, si no me comprendes, es que eres un alma demasiado grande..., o, mejor, es que yo me explico mal, pues estoy segura de que Dios no te daría el deseo de ser POSEIDA por él, por su Amor misericordioso, si no te tuviera reservada esa gracia... O mejor dicho, ya te la ha concedido, puesto que te has entregado a Él, puesto que deseas ser consumida por Él, y Dios nunca da deseos que no pueda convertir en realidad... 

Dan las 9 y tengo que dejarte (8). ¡Cuántas cosas quisiera decirte! Pero Jesús mismo te hará comprender todo lo que yo no acierto a escribir... 

Te quiero con toda la ternura de mi corazoncito de hija AGRADECIDA. 


Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.  



(*) A la justicia severa, tal como se la presentan a los pecadores; pero no es ésta la justicia que Jesús usará con los que le aman (9). 



NOTAS

1 Esta «contestación» de Teresa representa una puntualización importante en su doctrina. Es, pues, indispensable, leer entero el billete que le había escrito sor María del Sagrado Corazón después de recibir el Manuscrito B: «Hermanita querida, he leído tus páginas ardientes de amor a Jesús. Tu madrinita se siente felicísima de poseer este tesoro y está muy agradecida a su hijita querida por haberle desvelado así los secretos de su alma. ¿Y qué puedo yo decirte acerca de estas líneas marcadas con el sello del amor? Tan sólo una palabra, que me concierne a mí personalmente. Como el joven del Evangelio, también se apodera de mí un sentimiento de tristeza ante tus deseos extraordinarios de martirio. Ahí está, bien clara, la prueba de tu amor. Sí, tú estás en posesión del amor. ¿Pero yo...? No, jamás me harás creer que yo podré llegar a esa meta tan deseada. Pues yo temo todo lo que tú amas. 

«Y te voy a dar una prueba bien clara de que yo no amo a Jesús como tú. Tú dices que no haces nada, que eres sólo un pobre y endeble pajarillo. ¿Pero tus deseos no cuentan nada para ti? Para Dios sí, para Dios cuentan tanto como las obras. 

«No puedo decirte nada más. Comencé estas líneas esta mañana, y no he tenido ni un minuto para terminarlas. Ahora son las cinco. Me gustaría que le dijeses por escrito a tu madrinita si puede ella amar a Jesús como tú. Pero dos palabras nada más, pues con lo que tengo ya me basta para labrar mi dicha y mi aflicción. Mi dicha, al ver hasta qué punto eres amada y privilegiada; mi aflicción, al presentir el deseo de Jesús de cortar su querida florecita. Al leer esas líneas, que no son de la tierra sino un eco del corazón de Dios, me entraron ganas de llorar... ¿Quieres que te diga una cosa? Pues bien, tú estás poseída por Dios; pero lo que se dice absolutamente poseída..., como los malvados lo están por el maligno 

«También yo desearía estar poseída así por Jesús. Pero te quiero tanto, que, a fin de cuentas, me alegro de ver que tú eres más privilegiada que yo. 

«Unas letras para tu madrinita» (LC 170, 17/9/1896). 

2 Cf Im II, 11, 5. 

3 El P. Pichon, retiro de octubre de 1887 en el Carmelo de Lisieux, charla del día 7º. 

4 Cf SAN AGUSTÍN, De bono viduitatis. 

5 Sor María de Sagrado Corazón fue la tercera, después de Teresa y de Celina, que hizo su ofrenda al Amor misericordioso, durante el verano de 1895. Cf CG p. 896s.+f y Prières, p. 87s. 

6 Esta afirmación hay que situarla en el contexto de Cta 196 y 197, y especialmente en el del Ms B: «Es mi misma debilidad la que me da la audacia de ofrecerme» (3vº). Estamos aquí en el mismo corazón del caminito». 

7 En realidad, Im II, 11, 4, citando a Pr 31,10. 

8 Para ir al oficio de Maitines. 

9 Nota añadida por Teresa. En el texto (1), tachó «a la justicia». 

 

miércoles, 16 de enero de 2019

EL CAMINO DEL ABANDONO, CARTA 196

A sor María del Sagrado Corazón (1)
13 (?) de septiembre de 1896  J.M.J.T. 
Jesús + 


¡Querida hermana!, me pides que te deje un recuerdo de mis ejercicios espirituales, unos ejercicios que quizás sean los últimos... 

Puesto que nuestra Madre lo permite, me alegro de ponerme a conversar contigo que eres dos veces mi hermana; contigo, que me prestaste tu voz cuando yo no podía hablar, prometiendo en mi nombre que no quería servir más que a Jesús... 

Querida madrinita, aquella niña que tú ofreciste al Señor es la que te habla esta noche (2), la que te ama como sólo una hija sabe amar a su madre... Sólo en el cielo conocerás toda la gratitud de que rebosa mi corazón... 

Hermana querida, tú querrías escuchar los secretos que Jesús confía a tu hijita. Yo sé que esos secretos te los confía también a ti, pues fuiste tú quien me enseñó a acoger las enseñanzas divinas. Sin embargo, trataré de balbucir algunas palabras, aunque siento que a la palabra humana le resulta imposible expresar ciertas cosas que el corazón del hombre apenas si puede vislumbrar... 

No creas que estoy nadando entre consuelos. No, mi consuelo es no tenerlo en la tierra. Sin mostrarse, sin hacerme oír su voz, Jesús me instruye en secreto; no lo hace sirviéndose de libros, pues no entiendo lo que leo. Pero a veces viene a consolarme una frase como la que he encontrado al final de la oración (después de haber aguantado en el silencio y en la sequedad): «Este es el maestro que te doy, él te enseñará todo lo que debes hacer. Quiero hacerte leer en el libro de la vida, donde está contenida la ciencia del Amor» (3). 

¡La ciencia del Amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía... Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono. 
 

Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Este camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre... «El que sea pequeñito, que venga a mí», dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que «a los pequeños se les compadece y perdona». Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día «el Señor apacentará como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su pecho». Y como si todas esas promesas no bastaran, el mismo profeta, cuya mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad, exclama en nombre del Señor: «Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre mis rodillas os acariciaré». 

Sí, madrina querida, ante un lenguaje como éste, sólo cabe callar y llorar de agradecimiento y de amor... Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud, como dijo en el salmo XLIX: «No aceptaré un becerro de tu casa ni un cabrito de tus rebaños, pues las fieras de la selva son mías y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo... Si tuviera hambre, no te lo diría, pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos?... Ofrece a Dios sacrificios de alabanza y de acción de gracias». 

He aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed... Pero al decir: «Dame de beber», lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor...  

JESÚS Y LA SAMARITANA

Sí, me doy cuenta, más que nunca, de que Jesús está sediento. Entre los discípulos del mundo, sólo encuentra ingratos e indiferentes, y entre sus propios discípulos ¡qué pocos corazones encuentra que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito! 

Hermana querida, ¡dichosas nosotras que comprendemos los íntimos secretos de nuestro Esposo! Si tú quisieras escribir todo lo que sabes acerca de ellos, ¡qué bellas páginas podríamos leer! Pero ya lo sé, tú prefieres guardar «los secretos del Rey» en el fondo de tu corazón, mientras que a mí me dices «que es bueno publicar las obras del Altísimo». Creo que tienes razón en guardar silencio, y sólo por complacerte escribo yo estas líneas, pues siento mi impotencia para expresar con palabras de la tierra los secretos del cielo; y además, aunque escribiera páginas y más páginas, seguiría teniendo la impresión de no haber empezado todavía... Hay tal diversidad de horizontes, matices tan infinitamente variados, que sólo la paleta del Pintor celestial podrá proporcionarme, después de la noche de esta vida, los colores apropiados para pintar las maravillas que él descubre a los ojos de mi alma. 

Hermana querida, me pedías que te escribiera mi sueño y mi «doctrinita», como tú las llamas... Lo he hecho en las páginas que siguen (4); pero tan mal, que me parece imposible que consigas entender nada. Tal vez mis expresiones te parezcan exageradas... Perdóname, ello se debe a mi estilo demasiado confuso. Te aseguro que en mi pobre alma no hay exageración alguna: en ella todo es sereno y reposado... 

(Al escribir, me dirijo a Jesús; así me resulta más fácil expresar mis pensamientos... Lo cual, ¡ay!, no impide que vayan horriblemente expresados.) 

 
NOTAS Cta 196 

1 Esta carta constituye la primera parte del Manuscrito B (1rº/vº). 

2 Sor María del Sagrado Corazón acababa de enviarle este billete: «Querida hermanita: te escribo, no porque tenga algo que decirte, sino para tener yo algo de ti. De ti, que estás tan cerca de Dios. De ti, que eres su esposa privilegiada a quien confía todos sus secretos... Son muy dulces los secretos de Jesús con Teresa, y yo quisiera volverlos a escuchar. Escríbeme unas letras, quizás éstos sean tus últimos ejercicios espirituales, pues Jesús debe tener ya ganas de cortar su racimo dorado (...) Nuestra Madre me ha dado permiso para que me contestes a vuelta de correo» (LC 169, 13/9/1896). Teresa contesta, sin duda, esa misma noche. 

3 Petit bréviaire du Sacré-Coeur de Jésus, p. 58. 

4 Las «páginas que siguen» designan los cuatro folios del Ms B propiamente dicho, escritos el 8 de septiembre. Las expresiones empleadas al final de esta carta muestran con total evidencia que ésta fue escrita después de la «segunda parte» del Ms B. 
 

ARROJANDO FLORES A JESÚS MIENTRAS ÉL DUERME, CARTA 194

 A sor María de San José (1)
(Fragmento)   8-17 de septiembre (?) de 1896 
 

(...) Estoy encantada con el niñito (2), y el que lo lleva en brazos está más encantado todavía que yo...  

"EL SUEÑO DE JESÚS", CUADRO PINTADO POR TERESITA

¡Qué hermosa es la vocación del niñito! No es sólo una misión la que tiene que evangelizar, sino todas las misiones (3). ¿Y cómo lo hará...? Amando, durmiendo, ARROJANDO FLORES a Jesús mientras él duerme. Entonces, Jesús tomará esas flores, y, comunicándoles un valor inapreciable, las arrojará a su vez, y las hará volar sobre todas las riberas del mundo y salvará a las almas con las flores, con el amor del niñito, que no verá nada, ¡pero que seguirá sonriendo incluso a través de sus lágrimas...! (Un niño misionero y guerrero, ¡qué maravilla!) 

 
NOTAS Cta 194 

1 Los billetes de Teresa a sor María de San José no están fechados. Para su datación aproximada, cf CG p. 886. 

2 Sor María de San José. 

3 Cf Ms B 3rº. Nótense los numerosos puntos de contacto de este billete y el siguiente con el Ms B.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas
 

SANTA TERESITA OFRECE SUS SUFRIMIENTOS POR UN MISIONERO, EL P. ROULLAND, CARTA 193

 Al P. Roulland     J.M.J.T. 
Carmelo de Lisieux 30 de julio de 1896 
Jesús + 


Hermano: 
¿Verdad que me va a permitir no darle en adelante otro nombre, ya que Jesús se ha dignado unirnos con los lazos del apostolado? Me encanta pensar que, desde toda la eternidad, Nuestro Señor ha concebido esta unión, llamada a salvarle almas, y que me ha creado para ser su hermana... 


Ayer recibimos sus cartas; y nuestra Madre le introdujo a usted con gran alegría en la clausura. Me ha dado permiso para conservar la fotografía de mi hermano (1); lo cual es un privilegio del todo especial, pues una carmelita no tiene ni siquiera los retratos de sus familiares más cercanos. Pero nuestra Madre sabe bien que el de usted, lejos de recordarme el mundo y los afectos terrenos, elevará mi alma a regiones más altas y la hará olvidarse de sí misma para gloria de Dios y salvación de las almas. De esta manera, hermano mío, mientras yo atravieso el mar en su compañía, usted se quedará junto a mí, muy escondido en nuestra pobre celda...  

Todo lo que me rodea me evoca su recuerdo. He colocado el mapa de Su-Tchuen en la pared del lugar donde trabajo, y la estampa que me regaló (3) descansa siempre sobre mi corazón en el libro de los evangelios que nunca me abandona. 

La metí al azar, y cayó en este pasaje: «El que deje todo por seguirme, recibirá cien veces más en este mundo y en la edad futura la vida eterna». Estas palabras de Jesús se han realizado ya en usted, puesto que me dice: «Parto feliz». 

Entiendo que esa alegría será totalmente espiritual: es imposible dejar a su padre, a su madre, a su patria sin sentir los desgarros de la separación... Yo, hermano mío, sufro con usted, ofrezco con usted su gran sacrificio, y pido a Jesús que derrame sus abundantes consuelos sobre sus queridos padres, en espera de la unión celestial donde los veremos alegrarse de su gloria, la cual, secando para siempre sus lágrimas, los colmará de alegría por toda una eternidad feliz... 


Esta noche, en la oración, he meditado unos pasajes de Isaías que me han parecido tan apropiados para usted, que no puedo dejar de copiárselos: 
«Ensancha el espacio de tus tiendas..., porque te extenderás a derecha e izquierda, tu descendencia heredará naciones y poblará ciudades desiertas... Alza la vista y mira a tu alrededor: todos ésos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos de todas partes. Entonces lo verás, radiante de alegría, palpitará y se ensanchará tu corazón porque volcarán sobre ti las riquezas del mar y te traerán los tesoros de las naciones».  


¿No es ése el céntuplo que Jesús prometió? Usted también puede exclamar: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para anunciar su palabra, para curar los corazones desgarrados, para anunciar la liberación a los cautivos y consolar a los afligidos... Desbordo de gozo con el Señor, porque me ha vestido un traje de salvación y me ha cubierto con un manto de liberación. Como la tierra hace germinar la semilla, así el Señor hará germinar para mí su justicia y su gloria ante las naciones... Mi pueblo será un pueblo de justos, serán el renuevo que yo planté... Iré a las islas más remotas, a los que nunca oyeron hablar del Señor. Y anunciaré su gloria a las naciones y se las ofreceré como ofrenda a mi Dios». 

Si quisiera copiar todos los pasajes que más hondo me han llegado, necesitaría mucho tiempo. Termino, pero antes quisiera pedirle algo. Cuando tenga usted un momento libre, me gustaría que me escribiese las fechas más importantes de su vida; así, podría unirme a usted de manera más especial para agradecer a Dios las gracias que le ha concedido.  

PADRE ROULLAND
Adiós, hermano mío..., la distancia nunca podrá separar nuestras almas, y la muerte misma hará más íntima nuestra unión. Si voy pronto al cielo, pediré permiso a Jesús para ir a visitarlo a Su-tchuen y proseguiremos juntos nuestro apostolado. Mientras tanto, estaré unida siempre a usted por la oración, y pido a Nuestro Señor que no me deje nunca gozar mientras usted esté sufriendo. Incluso quisiera que mi hermano tuviese siempre los consuelos y yo las pruebas. Tal vez esto sea egoísmo..., pero creo que no, porque mi única arma es el amor y el sufrimiento, y la espada de usted es la de la palabra (3) y los trabajos apostólicos. 

Adiós una vez más, hermano. Dígnese bendecir a la que Jesús le ha dado por hermana, 

Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz rel. carm. ind.  


 
NOTAS:

1 Teresa conservará esta foto en su escritorio, cf CG pp. 877s+a. 

2 Estampa-recuerdo de su ordenación. 
3 Citado en la Regla del Carmelo. 



Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas

CARTA DE AGRADECIMIENTO A SU TÍA, CARTA 192

A la señora de Guérin     J.M.J.T. 
Jesús + 16 de julio de 1896 


Querida tía: 
Hubiera querido ser la primera en dirigirme a usted; pero ya sólo me queda el dulce y grato deber de agradecerle la hermosa carta que he recibido. ¡Qué buena es usted, querida tía, al acordarse de su Teresita! Pero le aseguro que no está tratando con una ingrata...  


Quisiera contarle algo nuevo, pero, por más que me devano los sesos, no me sale absolutamente nada más que el cariño que siento por mis familiares queridos..., y eso dista mucho de ser nuevo, pues es tan viejo como yo... 

Me pide, querida tía, que le dé noticias de mi salud como a una mamá, y lo voy a hacer así. Pero si le digo que estoy de maravilla, no me va a creer; por eso, cederé la palabra al célebre doctor de Cornière (1), al cual tuve el insigne honor de ser presentada ayer en el locutorio. Este ilustre personaje, después de haberme honrado con una mirada, declaró que: «¡Tenía buena cara...!» Esta declaración no me impidió pensar que pronto se me permitiría «ir al cielo con los angelitos» (2), no por causa de mi salud, sino por causa de otra declaración que hoy hizo en la capilla del Carmelo el señor abate Lechêne... Tras habernos presentado los ilustres orígenes de nuestra sagrada Orden, y habernos comparado con el profeta Elías luchando con los profetas de Baal, declaró «que iban a empezar de nuevo unos tiempos parecidos a los de la persecución de Baal». Nos parecía estar volando ya hacia el martirio... 

¡Qué dicha, tiíta querida, si toda nuestra familia fuese al cielo el mismo día! Me parece verla sonreír..., tal vez piense que no nos está reservado este honor... Lo que sí es cierto es que, todos juntos o uno después de otro, un día dejaremos el desierto por la patria, y entonces nos alegraremos de todas esas cosas, cuyo premio será el cielo (3)... Tanto de haber tomado la poción el día de visita, como de haber ido a Maitines a pesar de nuestra cara triste, o de haber cazado conejos (4) o recogido la avena... 

Con gran pesar de mi parte, me estoy dando cuenta de que esta noche no logro decir nada que tenga sentido. Seguro que se debe a que deseaba escribir muchas cosas a mi tiíta, a quien tanto quiero... Gracias a Dios, sor María de la Eucaristía va a suplir mi pobreza, y esto es lo único que me consuela en mi extrema indigencia... Seguimos juntas en el mismo oficio (5) y nos entendemos muy bien. Le aseguro que a ninguna de las dos nos ataca la melancolía. Tenemos que poner mucho cuidado en no decir palabras inútiles, porque, después de cada frase útil, se presenta siempre alguna frasecilla divertida que hay que dejar para la recreación. 

Querida tía, salude, por favor, a todos los queridos habitantes de La Musse, en especial a mi querido tío, a quien le encargo que le dé un abrazo muy fuerte de mi parte. 

Su hijita que la quiere, 

Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind. 
 

 
NOTAS Cta 192 

1 El médico de la comunidad. 

2 Cf PN 34: «Arrojar flores», poesía del 28 de junio. 

3 Alusión a una canción humorística compuesta unos días antes por sor María de la Eucaristía (cf «Poésies supplémentaires», PS 4). 

4 Esto se refiere a Francis, hábil cazador. 

5 En la sacristía.  


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas