martes, 27 de febrero de 2018

MI CANTO DE HOY



Mi vida es un instante, una efímera hora,  momento que se evade y que huye veloz. Para amarte, Dios mío, en esta pobre tierra no tengo más que un día: ¡sólo el día de hoy!

 ¡Oh, Jesús, yo te amo! A ti tiende mi alma. Sé por un solo día mi dulce protección,
ven y reina en mi pecho, ábreme tu sonrisa ¡nada más que por hoy!


¿Qué me importa que en sombras esté envuelto el futuro? Nada puedo pedirte, Señor, para mañana.
 Conserva mi alma pura, cúbreme con tu sombra ¡nada más que por hoy!

 Si pienso en el mañana, me asusta mi inconstancia, siento
nacer
tristeza, tedio en mi corazón.
Pero acepto la prueba, acepto el sufrimiento
¡nada más que por hoy!

 ¡Oh Piloto divino, cuya mano me guía!,
en la ribera eterna pronto te veré yo.
Por el mar borrascoso gobierna en paz mi barca ¡nada más que por hoy!

  ¡Ah, deja que me esconda en tu faz adorable,  allí no oiré del mundo
el inútil rumor. Dame tu amor, Señor, consérvame en tu gracia
¡nada más que por hoy!

 Cerca yo de tu pecho, olvidada de todo,
no temo ya, Dios mío, los miedos de la noche. Hazme un sitio en tu pecho,
un sitio, Jesús mío, 
¡nada más que por hoy!


 Pan vivo, Pan del cielo, divina Eucaristía, ¡conmovedor misterio que produjo el amor! Ven y mora en mi pecho, Jesús, mi blanca hostia, ¡nada más que por hoy!

 Uneme a ti, Dios mío, Viña santa y sagrada, y mi débil sarmiento dará su fruto bueno,
y yo podré ofrecerte un racimo dorado,
¡oh Señor, desde hoy!


Es de amor el racimo, sus granos
son las almas, para formarlo
un día tengo, que huye veloz.
¡Oh, dame, Jesús mío,
el fuego de un apóstol 
nada más que por hoy!


 ¡Virgen inmaculada, oh tú,
la dulce Estrella que irradias a Jesús
y obras con él mi unión!,  deja que
yo me esconda bajo tu velo, Madre,
¡nada más que por hoy!


 ¡Oh ángel de mi guarda, cúbreme con tus alas, que iluminen tus fuegos mi peregrinación! Ven y guía mis pasos, ayúdame, ángel mío, 
¡nada más que por hoy!

  A mi Jesús deseo ver sin velo, sin nubes. Mientras tanto, aquí abajo muy cerca de él estoy.  Su adorable semblante se mantendrá escondido ¡nada más que por hoy!


 Yo volaré muy pronto para ensalzar sus glorias, cuando el día sin noche se abra
a mi corazón. Entonces, con la lira de los ángeles puros, ¡yo cantaré el eterno, interminable hoy! 




Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux

lunes, 26 de febrero de 2018

NADA DE ESO DA LA FELICIDAD, CARTA DE TERESITA A SUS HERMANAS QUE YA ESTÁN EN EL CARMELO, CARTA 30

6 de noviembre de 1887 

París, Hotel de Mulhouse 

Queridas hermanitas: 

Celina no quiso que os escribiese ayer; sin embargo, no quiero que recibáis carta suya sin unas letras de vuestra Teresita. Ya veo que tengo una auténtica letra de gato, mas espero que no me riñáis, pues estoy muy muy cansada, todo da vueltas a mi alrededor. 

Mañana ya no estaremos en Francia. No salgo de mi asombro ante todo lo que veo. En París hemos visto cosas muy hermosas, pero nada de eso da la felicidad. Celina os contará, si quiere, las maravillas de París; yo sólo os sé decir que pienso muchísimo en vosotras y que todas las maravillas de París no cautivan en manera alguna mi corazón. 

Me parezco un poco a mi querida madrina, siempre tengo miedo a verme atropellada, me veo continuamente rodeada de coches... Queridas hermanitas, ninguna de las cosas tan bellas que veo me da la felicidad, y no la tendré hasta que no esté donde vosotras estáis ya...  (se refiere al Carmelo)

Me he sentido muy feliz en Nuestra Señora de las Victorias (santuario del que era muy devota la familia Martín) ; recé mucho por vosotras y por mi querida Madre.  



Quisiera escribir a mis primitas, pero otra vez será, pues tengo que escribir todavía a Leonia. ¡Pobre Leonia! ¿Qué es de ella?
Decidles, por favor, que las recuerdo mucho (a sus primas Juana y María Guerin).
En el Sagrado Corazón de Montmartre he pedido la gracia para Juana. Creo que ella lo entenderá.
No os olvidéis tampoco de mi tío y mi querida tía. 

Adiós, QUERIDA madrina y QUERIDA confidente. Rogad por vuestra Teresita. 

Espero que tengáis en cuenta que estoy escribiendo esta carta por la noche y muy cansada; la verdad es que, si no, no me atrevería a enviárosla. 

Un abrazo de mi parte a mi querida Madre.







Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux
 

domingo, 25 de febrero de 2018

MISA DE GALLO, EXPERIENCIA DE SANTA TERESITA EN ESA MISA


Querida amiga:

Me dices en tu carta que no han querido dejarte asistir a la Misa de Gallo.

Para compensarte, te voy a hacer partícipe de mis impresiones con ocasión de esa hermosa fiesta. Por la tarde no estaba contenta, hablaba continuamente del día siguiente y quería que hubiera llegado ya.

María quería que me acostase hasta que llegase la hora, aunque yo le aseguraba que no iba a poderme dormir; y de hecho, me costó mucho dormirme. Pero cuando María vino a despertarme a las once y medio, no me hice de rogar para levantarme; me levanté enseguida, y nos fuimos.

Por el camino, yo pensaba en los pastores, que hace mil ochocientos ochenta y ocho años se habían puesto también en camino a esta hora para adorar al divino Niño Jesús, que acababa de nacer. Pero yo no iba para verlo con los ojos del cuerpo, sino con los ojos del alma y para oírle hablar a mi corazón.

¡Y qué cosas tan dulces me dijo después de la comunión! Desde el día de mi primera comunión, nunca le había oído hablar tan bien a mi corazón. Creo realmente que hacía falta que fuese Navidad y que él viniese como un niñito a mi corazón para decirme palabras tan dulces.

Así que ya ves, querida Genoveva, qué hermoso es recibir al Niño Jesús el día de navidad, y sobre todo en la Misa de Gallo. Por eso, espero que este año seas muy sensata y cuides tu salud para que el año que viene te permitan ir a la Misa de Gallo


Adiós, querida amiga. Te dejo, esperando una próxima carta. Tu amiga que te quiere mucho,


Teresa, hija de los Santos Ángeles



Fuente:
Obras completas, santa Teresa de Lisieux, escritos varios.

sábado, 17 de febrero de 2018

CÁNTICO PARA OBTENER LA CANONIZACIÓN DE LA VENERABLE JUANA DE ARCO


Dios vencedor, tu Iglesia, toda entera,
rendir pronto quisiera honor en los altares
a una virgen y mártir,
a una niña guerrera, cuyo nombre
resuena ya en el cielo.

 Por tu poder, ¡oh Rey del cielo!,
dale a Juana de Francia aureola y altar.

  Para salvar a Francia, a la Francia culpable,
no desea tu Iglesia ningún conquistador.
A Francia solamente Juana puede salvarla:
¡todos los héroes juntos
pesan menos que un mártir! 
 
 Juana es obra maestra de tus manos, Señor.
Un corazón de fuego y un alma
de guerrero diste a la virgen tímida,
coronando su frente de lirio y de laurel.


En su humilde pradera oyó voces del cielo
que a los campos de lucha la llamaban.
Partió rápidamente para salvar la patria, y,
tierna jovencita, a soldados mandó.
 

De los fieros guerreros Juana ganó las almas:

el resplandor divino de este ángel
de los cielos y su mirada pura
y su palabra en llamas hicieron
que las frentes atrevidas al suelo se inclinaran.

 Por un prodigio,entonces,
que es único en la historia, 
un monarca cobarde y tembloroso
reconquistó su gloria
y su corona valiéndose del brazo
de una débil doncella.

 Mas no son éstas las victorias grandes
que de Juana hoy queremos celebrar;
la verdaderas glorias que en ella celebramos
son y serán por siempre,
¡oh Dios!, sus virtudes, su amor.

 Salvó a Francia en los campos de batalla,
mas su grandes virtudes necesitaban el divino sellodel sufrimiento amargo, que fue el sello
bendito de su Esposo, Jesús.

Sobre la pira en llamas sacrificó su vida,
y en aquel mismo instante ella
escuchó las voces de los santos,
abandonó el destierro por la Patria,
el ángel salvador se remontó a los cielos... 



 Tú eres, pura doncella,
nuestra dulce esperanza,
escucha nuestras voces,
ven de nuevo a nosotros.
Baja y convierte a Francia,
y por segunda vez ven a salvarla.

 Por el poder del Dios de las victorias,
¡salva, salva a tu Francia, ángel libertador!

 Hija de Dios, bellos fueron tus pasos,
arrojando al inglés de tu nación.
Mas no eches en olvido
que en los días primeros de tu infancia
te dedicabas a cuidar corderos.

Sé tú la defensora de los que nada pueden,
conserva la inocencia
en las cándidas almas de los niños.

 Tuyos, ¡oh dulce mártir!,
son nuestros monasterios, 
tú sabes que las vírgenes hermanas tuyas son;
y sabes que el objeto de sus ruegos es,
como fue el objeto de los tuyos,
ver que en todas las almas reina Dios.
 
Salvar las almas es su deseo,
de apóstol mártir dales tu llama.

Muy lejos de nosotros huirán temor y miedo
cuando la Iglesia ensalce la figura
de Juana, nuestra Santa,
coronando su frente, limpia y pura.

 Entonces cantaremos:

En ti tenemos puesta  toda nuestra esperanza.
¡Oh, ruega por nosotros, santa Juana de Francia!


 

martes, 13 de febrero de 2018

EL MARTIRIO DE DESEO

P. Roulland y santa Teresita

Tú no estabas esta noche en la recreación. Nuestra Madre nos dijo que uno de los misioneros  que se embarcaron con el P. Roulland había muerto antes de llegar a la misión. Este joven misionero había comulgado en el navío con las hostias del Carmelo que le dimos al P. Roulland... Y ahora ha muerto sin haber hecho ningún apostolado, sin haberse tomado ninguna molestia, por ejemplo la de aprender el chino.
Dios le ha concedido el martirio de deseo;
ya ves cómo El no necesita de nadie. 

(Habla ahora su hermana Paulina (Sor Inés de Jesús):

Yo no sabía entonces que la madre María de Gonzaga le había dado por segundo hermano espiritual al P. Roulland.
Lo que acabo de referir se lo había escrito a ella el P. R., pero como nuestra Madre le había prohibido decírmelo, sólo me habló de lo que había oído en la recreación... 
Para ella constituyó un gran sacrificio este silencio, de cerca de dos años, sobre sus relaciones con dicho misionero ... 


Nuestra Madre le había pedido que pintase para él una estampa en pergamino. Como yo era su primera de oficio en la pintura, hubiera podido aprovechar la ocasión para pedirme consejo y así hacerme adivinar todo el asunto.

Pero, muy al contrario, se ocultaba de mí lo mejor que podía y venía a buscar a hurtadillas  el bruñidor para sacar brillo al oro, que yo guardaba en mi mesa.
Luego lo devolvía cuando yo no estaba. 
Sólo tres meses antes de su muerte le dijo nuestra Madre, por propia iniciativa, que me hablase libremente sobre ese tema y sobre cualquier otro.  


Fuente: 
Obras completas, últimas conversaciones, santa Teresa de Lisieux






 

viernes, 9 de febrero de 2018

RODEADA DE AMOR, ALENÇON (1873-1877), MANUSCRITO A

SANTA TERESITA DE BEBÉ RODEADA DE SUS PADRES Y HERMANAS

Acabo, Madre, de resumir en pocas palabras lo que Dios ha hecho por mí. Ahora voy a entrar en los detalles de mi vida de niña. Sé muy bien que donde cualquier otro no vería más que un relato aburrido, tu corazón de madre encontrará verdaderas delicias... Además, los recuerdos que voy a evocar son también tuyos, pues a tu lado fue transcurriendo mi niñez y tengo la dicha de haber tenido unos padres incomparables que nos rodearon de los mismos cuidados y del mismo cariño. ¡Que ellos bendigan a la más pequeña de sus hijas y le ayuden a cantar las misericordias del Señor...!

En la historia de mi alma, hasta mi entrada en el Carmelo, distingo tres períodos bien definidos. El primero, a pesar de su corta duración, no es el menos fecundo en recuerdos. Se extiende desde el despertar de mi razón hasta la partida de nuestra madre querida para la patria del cielo.

Dios me concedió la gracia de despertar mi inteligencia en muy temprana edad y de que los recuerdos de mi infancia se grabasen tan profundamente en mi memoria, que me parece que las cosas que voy a contar ocurrieron ayer. Seguramente que Jesús, en su amor, quería hacerme conocer a la madre incomparable que me había dado y que su mano divina tenía prisa por coronar en el cielo...
Durante toda mi vida, Dios ha querido rodearme de amor. Mis primeros recuerdos están impregnados de las más tiernas sonrisas y caricias... Pero si él puso mucho amor a mi lado, también lo puso en mi corazón, creándolo cariñoso y sensible. Y así, quería mucho a papá y a mamá, y les demostraba de mil maneras mi cariño, pues era muy efusiva.. Sólo que los medios que empleaba, a veces eran raros, como lo demuestra este pasaje de una carta de mamá: 

«La niña es un verdadero diablillo, que viene a acariciarme deseándome la muerte: "¡Cómo me gustaría que te murieras, mamaíta...!" La riñen, y me dice: "¡Pero si es para que vayas al cielo! ¿No dices que tenemos que morirnos para ir allá?" Y cuando está con estos arrebatos de amor, desea también la muerte a su padre».  






Y mira lo que el 25 de junio de 1874, cuando yo tenía apenas 18 meses, decía mamá de mí: 

«Tu padre acaba de instalar un columpio. Celina está loca de contenta, ¡pero hay que ver columpiarse a la pequeña! Es de risa; se sostiene como una jovencita, no hay peligro de que suelte la cuerda, y cuando va demasiado despacio se pone a gritar. La sujetamos por delante con otra cuerda, pero a pesar de todo yo no me siento tranquila cuando la veo colgada allá arriba.

«Ultimamente me ocurrió una curiosa aventura con la pequeña. Tengo costumbre de ir a la Misa de cinco y media. Los primeros días, no me atrevía a dejarla sola; pero al ver que nunca se despertaba, me decidí a hacerlo. La acuesto en mi cama y arrimo la cuna de manera que sea imposible que se caiga. Pero un día me olvidé de acercar la cuna. Llego, y la pequeña ya no estaba en la cama. En ese mismo momento escuché un grito; miro y la veo sentada en una silla que había frente a la cabecera de mi cama, con la cabecita apoyada en el respaldo y durmiendo un mal sueño, pues estaba enfadada. No puedo explicarme cómo pudo caer sentada en aquella silla, pues estaba acostada. Di gracias a Dios de que no le hubiera pasado nada; fue realmente providencial, pues debería haber caído rodando al suelo. El ángel de la guarda ha velado por ella, y las almas del purgatorio, a las que todos los días rezo una oración por la pequeña, la protegieron. Así me explico yo lo sucedido..., tú explícatelo como quieras...».

Al final de la carta mamá añadía:

«Ahora la niña ha venido a pasarme la manita por la cara y a darme un beso. Esta criatura no quiere dejarme ni un instante y no se aparta de mi lado. Le gusta mucho salir al jardín, pero si yo no estoy allí no quiere quedarse y se echa a llorar y no para de hacerlo hasta que me la traen...»  




(Y éste es un pasaje de otra carta):

«Teresita me preguntaba el otro día si iría al cielo. Yo le dije que sí, si se portaba bien, y me contestó: "Ya, y si no soy buena, iré al infierno... Pero sé muy bien lo que haré en ese caso: me echaré a volar contigo, que estarás en el cielo, ¿y cómo se las arreglará Dios para cogerme...? Tú me apretarás muy fuertemente entre tus brazos." Y leí en sus ojos que estaba firmemente convencida de que Dios no podría hacerle nada mientras estuviese en brazos de su madre... 




«María quiere mucho a su hermanita, y dice que es muy buena. No es extraño, pues esta criatura tiene miedo a darle el menor disgusto. Ayer quise darle una rosa, pues sé que le gustan mucho, pero se puso a suplicarme que no la cortase, porque María se lo había prohibido. Estaba excitadísima. No obstante, le di dos y no se atrevía a aparecer por casa. En vano le decía que las rosas eran mías: "Que no, decía ella, que son de María..." 

«Es un niña que se emociona con gran facilidad. Cuando hace algún pequeño desaguisado, todo el mundo tiene que saberlo. Ayer rasgó sin querer una esquinita del empapelado y se puso que daba lástima, había que decírselo enseguida a su padre. Cuando éste llegó, cuatro horas más tarde, ya nadie pensaba en lo sucedido, pero ella fue corriendo a decirle a María: "Dile enseguida a papá que he rasgado el papel". Y estaba allí como un criminal que espera su condena; pero tiene su teoría de que, si se acusa, la perdonarán más fácilmente». 


Quería mucho a mi madrina (su hermana María). 
 

Parecía que no, pero me fijaba mucho en todo lo que se hacía y se decía a mi alrededor, y me parece que juzgaba ya las cosas como ahora. Escuchaba muy atentamente lo que María enseñaba a Celina, para actuar yo como ella. 
Después que salió de la Visitación, para obtener el favor de ser admitida en su cuarto durante las clases que le daba a Celina, me portaba muy bien y hacía todo lo que me mandaba. Por eso, me colmaban de regalos, que, pese a su escaso valor, me hacían mucha ilusión. 
 
Estaba muy orgullosa de mis dos hermanas mayores, pero mi ideal de niña era Paulina... Cuando estaba empezando a hablar y mamá me preguntaba «¿En qué piensas?», la respuesta era invariable: «¡En Paulina...!» Otras veces pasaba mi dedito por el cristal de la ventana y decía: «Estoy escribiendo: ¡Paulina...!» 

PAULINA CON DIEZ AÑOS
 Oía decir con frecuencia que seguramente Paulina sería religiosa, y yo entonces, sin saber lo que era eso, pensaba: Yo también seré religiosa. Es éste uno de mis primeros recuerdos, y desde entonces ya nunca cambié de intención... Fuiste tú, Madre querida, la persona que Jesús escogió para desposarme con él; tú no estabas entonces a mi lado, pero ya se había creado un lazo entre nuestras almas... Tú eras mi ideal, yo quería parecerme a ti, y tu ejemplo fue lo que me arrastró, desde los dos años de edad, hacia el Esposo de la vírgenes.


¡Cuántos hermosos pensamientos quisiera confiarte! Pero tengo que continuar con la historia de la florecilla, con su historia completa y general, pues si quisiera hablar detalladamente de sus relaciones con «Paulina», ¡tendría que dejar de lado todo lo demás...!
 
Mi querida Leonia ocupaba también un lugar importante en mi corazón. Me quería mucho. Por las tardes, cuando toda la familia salía a dar un paseo, era ella quien me cuidaba... Aún me parece estar escuchando las lindas tonadas que me cantaba para dormirme... Buscaba la forma de contentarme en todo; por eso, me habría dolido mucho darle algún disgusto. 
Me acuerdo muy bien de su primera comunión, sobre todo del momento en que me cogió en brazos para hacerme entrar con ella en la casa rectoral. ¡Me parecía tan bonito ser llevada en brazos por una hermana mayor toda vestida de blanco como yo...! Por la noche, me acostaron temprano, pues yo era muy pequeña para quedarme al solemne banquete; pero aún estoy viendo a papá trayéndole, a los postres, a su reinecita unos trozos de tarta... Al día siguiente, o pocos días después, fuimos con mamá a casa de la compañerita de Leonia (1). 

LEONIA

Creo que fue ese día cuando nuestra mamaíta nos llevó detrás de una pared para hacernos beber un poco de vino después de la comida (que nos había servido la pobre señora de Dagorau), pues no quería dejar en mal lugar a la buena mujer pero tampoco quería que nos faltase nada... ¡Qué tierno es el corazón de una madre! ¡Y cómo expresa su ternura en mil detalles previsores en los que nadie pensaría...! 


CELIA GUÉRIN, MAMÁ DE TERESITA
Ahora me falta hablar de mi querida Celina, la compañerita de mi infancia, pero son tantos los recuerdos, que no sé cuáles elegir. Voy a extraer algunos pasajes de las cartas que mamá te escribía a la Visitación, pero no voy a copiarlo todo, pues sería demasiado largo...

El 10 de julio de 1873 (año de mi nacimiento), te decía: 
 

«La nodriza (2) trajo el jueves a Teresita. Se pasó todo el tiempo riendo. La que más le gustó fue la pequeña
TERESITA EN LA CAMPIÑA DONDE FUE CRIADA
POR ROSA TAILLÉ, UNA NODRIZA
Celina. Se reía con ella a carcajadas. Se diría que ya tiene ganas de jugar, no tardará en hacerlo. Se sostiene sobre las piernecitas, más tiesa que una estaca. Creo que pronto empezará a andar y que tendrá buen carácter. Parece muy inteligente y tiene pinta de predestinada...» 

Pero cuando mostré mi cariño a mi querida Celinita, fue sobre todo después de dejar a mi nodriza. Nos entendíamos muy bien; sólo que yo era mucho más vivaracha y mucho menos ingenua que ella. Aunque tenía tres años y medio menos, me parecía que fuésemos de la misma edad. Este pasaje de una carta de mamá te hará ver lo buena que era Celina y lo mala que era yo: 

«Mi Celinita está decididamente inclinada a la virtud. Es ésta una inclinación profunda de su ser. Tiene un alma candorosa y siente horror al pecado. En cuanto al huroncillo, no sabemos lo que saldrá de él. ¡Es tan pequeño y tan atolondrado! Tiene una inteligencia superior a la de Celina, pero es mucho menos dulce, y, sobre todo, de una terquedad casi indomable. Cuando dice "no", no hay nada que la haga ceder; aunque la metiésemos un día entero en el cuarto de los trastos, dormiría allí antes que decir "sí"...


TERESITA Y CELINA
«Sin embargo, tiene un corazón de oro, es muy cariñosa y sincera. Es curioso verla correr tras de mí para acusarse: -Mamá, he empujado a Celina, pero sólo una vez, la he pegado una vez, pero no lo volveré a hacer. (Y así, en todo lo que hace). El jueves por la tarde, fuimos a dar un paseo hacia la estación, y se empeñó en entrar en la sala de espera para ir a buscar a Paulina. Corría delante con una alegría que daba gloria verla. Pero cuando vio que teníamos que volvernos sin subir al tren para ir a buscar a Paulina, se pasó todo el camino llorando». 
 
Esta última parte de la carta me recuerda la dicha que sentía al verte volver de la Visitación. Tú, Madre querida, me cogías en brazos y María cogía en los suyos a Celina. Entonces yo te hacía mil caricias y me echaba hacia atrás para admirar tu larga trenza... Luego me dabas una tableta de chocolate que habías guardado durante tres meses. ¡Imagínate qué reliquia era eso para mí...!  



NOTAS:
  

(1) Armandina Dagorau, su compañera de primera comunión, a la que la señora de Martin había «vestido, según la emotiva costumbre de las familias acomodadas de Alençon. Esta niña no se separó de Leonia un solo instante de este hermoso día; y por la noche, en el banquete solemne, la pusieron en el puesto de honor».  

 (2) Rosa Taillé, que vivía en Semallé, a dos horas de camino de Alençon. Teresa estuvo a sus cuidados desde el 15 ó el 16 de marzo de 1873 hasta el 2 de abril de 1874.
 
Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresita del Niño Jesús

jueves, 8 de febrero de 2018

SANTA TERESITA NOS ENSEÑA A DECIR SIEMPRE LA VERDAD EN PROVECHO DE LAS ALMAS



Era yo todavía muy pequeña cuando nuestra tía me dio a leer un cuento que me extrañó mucho. Pues en él se alababa a una directora de internado porque sabía salir airosamente de cualquier apuro, sin herir a nadie. Me fijé sobre todo en esta frase: «A ésta le decía: tú no tienes la culpa; a aquélla: tienes razón!». Yo pensaba para mí: eso no está bien. Aquella directora no debería haber tenido miedo de nada y tendría que haber dicho a las niñas que habían actuado mal, cuando era así. 

Hoy no he cambiado de opinión. Me cuesta mucho actuar así, lo confieso, pues siempre lo más fácil es echar la culpa a los ausentes, y eso aplaca enseguida a la que se lamenta. Sí, pero... yo hago todo lo contrario. Si no me quieren, ¡peor para ellas! Yo digo siempre toda la verdad; si no quieren saberla, que no vengan a buscarme. 

No hay que dejar que la bondad degenere en debilidad. Cuando se ha reprendido a alguien justamente, hay que mantenerse firmes, sin dejarse ablandar hasta el punto de acongojarse por haber causado dolor, por ver sufrir y llorar. Correr tras la afligida para consolarla es hacerle más daño que provecho. Dejarla consigo misma es obligarla a recurrir a Dios para reconocer sus faltas y humillarse . De otra manera, se acostumbraría a recibir consuelo después de una reprimenda merecida y, en las mismas circunstancias, actuaría siempre como una niña mimada que grita y patalea hasta que su madre viene a enjugarle las lágrimas. 


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.

SANTA TERESITA NOS INVITA A MANTENER LA PAZ INTERIOR AUN EN MEDIO DE LA TEMPESTAD

Sor Inés de Jesús cuenta:
Acababa de confiarme ciertas humillaciones muy penosas que le habían infligido algunas hermanas (a santa Teresita) 

Y santa Teresita continúa:
"Dios me proporciona así todos los medios para permanecer muy pequeña; pero eso es lo que hace falta. Yo estoy siempre contenta. Me las arreglo, aun en medio de la tempestad, para mantenerme en una gran paz interior. 


Si me hablan de disensiones entre las hermanas, yo procuro no excitarme a mi vez contra ésta o contra aquélla. Necesito, por ejemplo, sin dejar de escuchar, mirar por la ventana y gozar interiormente de la vista del cielo, de los árboles... 

Hace poco, durante mi conflicto con sor X, yo miraba con gran placer cómo retozaban las hermosas picazas en el prado, y me sentía tan en paz como en la oración... He discutido mucho con..., estoy muy cansada pero no temo la guerra. Es voluntad de Dios que luche hasta la muerte. ¡Madrecita, reza por mí! 





miércoles, 7 de febrero de 2018

ENTRAÑABLES NOTAS DE UN RETIRO QUE HIZO SANTA TERESITA EN 1885


Retiro de 1885

La primera charla nos la ha dado el Señor abate Domin.

De este retiro sólo pondré las cosas más importantes. Por la impresión, me acordaré bien. 

Miércoles mañana
Sobre el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas. Cuando pierde una, va en su busca y no vuelve hasta que la ha encontrado.


A las 11
Sobre el Sagrado Corazón de Jesús. El deseo de una hija del Sagrado Corazón debe ser hacer latir el corazón de su Jesús.


A las 2
Los principales defectos de una joven son la frivolidad y la impresionabilidad. 


A las 6
Sobre el pecado. El pecado nos vuelve horribles a los ojos de Dios. Pero Dios está deseando perdonarnos.


Jueves
Cómo meditar.


A las 11
Sobre las almas del purgatorio. Nosotros podemos liberar las almas del purgatorio, y no lo hacemos. En un sepulcro había «Hoy yo, mañana tú». ¡Cuánto me ha hecho pensar esta frase!


A las 2
Sobre el juicio. Inmediatamente después de nuestra muerte, compareceremos ante Dios que nos (¿enviará?) al cielo o al infierno o bien al purgatorio.


A las 6 de la tarde
Sobre la muerte. Podemos morir dentro de un minuto o dentro de un segundo.


Viernes mañana
Sobre el infierno.


A las 2
Somos apóstoles del Corazón de Jesús. Todas las mañanas ofreceremos todos nuestros actos, éste es el 1º grado; rezar todos los días una decena con los misterios es el 2º grado. Además, una comunión al mes.


A las 6
Nuestro Señor ha querido recibir un bautismo de sangre para redimir nuestros pecados.


Sábado
Contrición de los pecados. Nuestro Señor ha querido tomar sobre sí todos nuestros pecados en nuestro lugar. 



Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, escritos varios.
 

martes, 6 de febrero de 2018

SANTA TERESITA HABLA A SU TÍO SOBRE SU VOCACIÓN, CARTA 27

ISIDORE GUERIN, TÍO DE TERESITA

A sor Inés de Jesús  Sábado, 8 de octubre de 1887 

Hermanita querida: 

Desde el miércoles estoy buscando la ocasión de hablar a nuestro tío; esta mañana se ha presentado. Nuestro tío ha estado muy afable. Yo tenía miedo que, al ser sábado, no estuviese de buen humor, pues ese día está muy ocupado; pero, al contrario, en cuanto le pedí estar con él dejó su lectura con aire solícito. 

Me dijo que hacía algún tiempo ya que sospechaba que yo tenía algo
que decirle. Después me echó un sermoncito muy CARIÑOSO, con el que ya contaba. Me dijo que estaba muy seguro de mi vocación, que no sería eso lo que le impidiese dejarme marchar. Creo que no hay más que un obstáculo: el mundo. Sería un verdadero escándalo público ver entrar a una niña en el Carmelo, yo sería la única en toda Francia, etc...
Sin embargo, si Dios lo quiere así, ya encontrará la forma de hacérnoslo saber. Mientras tanto, mi tío me ha dicho que, según las reglas de la prudencia humana, no debo pensar en entrar antes de los diecisiete o dieciocho años; y que aun esto sería demasiado pronto.  



Me dijo, además, muchas otras cosas por el estilo, pero sería demasiado largo contártelas. Como puedes suponer, no le he hablado de fechas. Querida Paulinita, por el momento estoy muy contenta de que nuestro tío no encuentre más obstáculos que el mundo; creo que a Dios no le costará mucho mostrarle a nuestro tío, cuando él quiera, que no será el mundo lo que le impida tomarme para el Carmelo. ¿Sabes, hermanita querida?, nuestro tío me ha dicho muchas otras cosas muy amables, pero yo sólo te cuento los obstáculos que ha encontrado.

Por fortuna, para Dios esos obstáculos no existen. 

Paulina querida, hoy no puedo decirte todas las cosas que llenan mi corazón, no puedo coordinar mis ideas. A pesar de todo, me siento llena de ánimo, y estoy completamente segura de que Dios no me abandonará. Ahora, como me decía nuestro tío, va a empezar mi tiempo de prueba. Pide por mí, pide por tu Teresita. Tú sabes cuánto te quiere, tú eres su confidente. Necesitaría mucho verte, pero es un sacrificio más que ofreceré a Jesús. ¡No quiero negarle nada! Aun cuando me sienta triste y sola en la tierra, aún me queda él. ¿Y no dijo santa Teresa. «sólo Dios basta»...?.

Perdóname, Paulina querida, por enviarte esta carta, o mejor este borrador, donde las ideas ni siquiera van hilvanadas. No sé si vas a poder leerla, tan mal escrita está; pero mi corazón tenía tantas cosas que decirte, que la pluma no podía seguirlo. Dile a mi querida madrina que pienso mucho en ella durante sus ejercicios, y pídele que no se olvide de su ahijada. 

Hasta pronto, hermana querida. Una vez más, no te enfades conmigo por enviarte esta carta; pero no me siento con ánimos para volverla a empezar. 

Tu pequeña Teresita 

Te envío tu palillero.
 

Dile a mi querida Madre que su Teresita la quiere con todo su corazón. (Madre María de Gonzaga).




Fuente: Obras completas (cartas), santa Teresa de Lisieux

 

lunes, 5 de febrero de 2018

POESÍA DE SANTA TERESITA A SU PADRE POR SU SANTO, CARTA 18

Al señor Martin 25 de agosto de 1885 

Querido papaíto: 

Si estuvieras en Lisieux, deberíamos felicitarte hoy tu santo.

Pero, como no estás, quiero igualmente, y más que nunca, desearte en el día de tu santo una gran felicidad, y sobre todo que lo pases muy bien en el viaje. Espero, papaíto querido, que te diviertas mucho y que te guste mucho el viaje. Pienso continuamente en ti, y pido a Dios que te conceda pasarlo bien y que vuelvas pronto con buena salud. 
Querido papá, para tu santo Paulina me había compuesto unos versos preciosos para que te los recitase el día de tu santo; pero ya que no puedo hacerlo, te los voy a escribir: 




                        
FELICITACIÓN DE UNA REINECITA
A SU PAPÁ-REY EN EL DÍA DE SU SANTO 

Si fuera una palomita, ¿sabes, papá, adónde iría?
En tu pecho, nido y tumba,
por siempre me quedaría. 

Si fuera una golondrina, estos días de calor,
iría a cerrar mis alas a la sombra de tu amor. 

Si fuera yo un petirrojo, me estaría en tu jardín.
Con sólo un grano, tu mano me daría un gran festín. 

Si fuera yo un ruiseñor, pequeño cantor salvaje,
pronto mi bosque dejara por cantar en tu boscaje. 

Si yo fuera una estrellita, de noche siempre saldría,
y cuando el día se oculta nunca oscuro se te haría. 

A través de tu ventana encendiera mil destellos,
y nunca me ocultaría sin decirte algo del cielo. 

Si fuera yo un angelito, querubín de alas doradas,
hacia ti dirigiría, papá, el vuelo de mis alas. 

Te mostraría mi Patria en un sueño misterioso; te diría:
«Tras la vida te espera un brillante trono». 

Si quisieras alas blancas, te las traería del cielo,
y hacia la eterna ribera alzaríamos el vuelo. 

Mas no tengo alas brillantes, yo no soy un serafín,
soy tan sólo una niñita a la que hay que conducir. 

Sólo soy débil aurora, simple capullo de flor,
y el rayo que me entreabre es, papá, tu corazón. 

Al crecer, veo tu alma repleta del Dios de amor;
tu santo ejemplo me inflama y quiero imitarte yo. 

Quiero, Rey mío, en la tierra ser tu alegría mayor: imitarte, padrecito, amar como tú al Señor.
 
Más tendría que decirte, pero es preciso acabar.
Sonríeme, padre amado, y ven mi frente a besar. 

Adiós, queridísimo papá.
Tu Reina que te ama con todo su corazón, 

Teresa  





Fuente: Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
 

SANTA TERESITA NOS ENSEÑA POR QUÉ NO DEBEMOS HACER JUICIOS

¡Qué importante es no hacer juicios sobre nada aquí en la tierra! Mirad lo que me sucedió, hace algunos meses, en la recreación. Fue una nadería, pero me enseñó mucho: 


Sonaron dos golpes de campana, y, como la depositaria estaba ausente, sor Teresa de San Agustín necesitaba de una tercera. Ordinariamente resulta enojoso hacer de tercera, pero en esa ocasión más bien me atraía porque había que abrir la puerta para recibir unas ramas de árbol para el belén. 


Sor María de San José estaba a mi lado, e intuí que compartía mi deseo infantil. «¿Quién me va a servir de tercera?», dijo sor Teresa de San Agustín. Inmediatamente me puse a desatarme el delantal, pero lentamente con el fin de que sor María de San José estuviese lista antes que yo para cubrir la plaza, como ocurrió.

Entonces sor Teresa de San Agustín dijo, riéndose y mirándome a mí: «Seguro que va a ser sor María de San José quien añadirá esta perla a su corona. ¡Vuestra Caridad  iba demasiado lentamente!». Yo sólo contesté con una sonrisa y volví a mi trabajo, pensando en mi interior:
«¡Qué diferentes, Dios mío, son tus juicios a los de los hombres! Por eso nosotros nos equivocamos muchas veces en la tierra, tomando por imperfección en nuestras hermanas lo que es mérito ante tus ojos».






Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones

domingo, 4 de febrero de 2018

POESÍA QUE DEDICÓ SANTA TERESITA A SANTA CECILIA


«Mientras sonaban los órganos,  Cecilia cantaba en su corazón» (Oficio divino)

¡Oh santa del Señor, yo contemplo extasiada
el surco luminoso que dejas al pasar;
aún me parece oír tu dulce melodía
y hasta mí llega tu celeste canto.
De mi alma desterrada escucha la plegaria,
déjame que descanse sobre tu dulce corazón de virgen,
inmaculado lirio que brilla en las tinieblas de la tierra
con claro resplandor maravilloso y casi sin igual.


Castísima paloma, pasando por la vida,
no buscaste a otro esposo que no fuera Jesús.
Habiendo él escogido por esposa a tu alma,
se había unido a ella,
hallándola aromada y rica de virtud.


Sin embargo, otro amante, radiante de hermosura
y de virtud, respiró tu perfume,
blanca y celeste flor.
Por hacerte flor suya y ganar tu ternura,
el joven Valeriano quiso darte, sin mengua,
todo su corazón.
Preparó sin demora, bodas maravillosas,
retembló su palacio de cantos melodiosos;
pero tu corazón de virgen repetía cánticos misteriosos,
cuyo divino eco se elevaba hasta el cielo.
Tan lejos de tu patria y viendo junto a ti a este frágil mortal,
¿qué otra cosa podías tú cantar?
¿Deseabas, acaso, abandonar la vida
y unirte para siempre con Jesús en el cielo?
¡Oh no, que no era eso!
Oigo vibrar tu lira, la seráfica lira de tu amor,
la de las dulces notas, cantando a tu Señor este sublime cántico: «Conserva siempre puro mi corazón, Jesús, mi tierno Esposo».

¡Inefable abandono, sublime melodía!
Revelas el amor en tu celeste canto, el amor que no teme,
que se duerme y olvida como un niño pequeño
en los brazos de Dios ... 



En la celeste bóveda brilló la blanca estrella
que a esclarecer venía con sus tímidos rayos
la noche luminosa que nos muestra, sin velo,
el virginal amor que en el cielo se tienen los esposos...

Entonces Valeriano se iluminó de gozo,
pues todo su deseo, Cecilia, era tu amor.
Mas halló mucho más en tu noble alianza:
¡le mostraste la vida que nunca acabará!


«¡Oh, mi joven amigo -tú misma le dijiste-,
cerca de mí está siempre un ángel del Señor 
que me conserva puro el corazón!
Nunca de mí se aparta, ni aun cuando estoy dormida,
y me cubre gozoso con sus alas azules.
Yo veo por la noche brillar su amable rostro
con una luz más suave que el rayo de la aurora,
su cara me parece la transparente imagen,
el purísimo rayo de la cara de Dios».

Replicó Valeriano: «Muéstrame ese ángel bello,
así a tu juramento podré prestar yo fe;
de lo contrario, teme desde ahora
que mi amor se transforme
en terribles furores y en odio contra ti».

¡Oh paloma escondida
en las hondas cavernas de la piedra,
no temiste la red del cazador!
El rostro de Jesús te mostraba sus luces, 
el sagrado Evangelio reposaba en tu pecho
..., y con dulce sonrisa al punto le dijiste:

«Mi celeste guardián escucha tu deseo,
tú le verás muy pronto, se dignará decirte 
que tienes que ser mártir para volar al cielo.
Mas antes que tú veas a mi ángel,
es cosa necesaria que el bautismo
derrame por tu alma una santa blancura,
que el verdadero Dios habite en ella,
que el Espíritu Santo le dé a tu corazón su propia vida.

El Verbo, Hijo del Padre, y el Hijo de María,
con un inmenso amor se inmola en el altar;
tienes que ir a sentarte al sagrado convite de la vida,
para comer a Cristo, que es el pan de los cielos.
  El serafín, entonces, te llamará su hermano,
y al ver tu corazón ya convertido en trono de su Dios,
hará que tú abandones las playas de la tierra,
tú verás la morada de este celeste espíritu de fuego».

«Mi corazón se quema en una nueva llama
-exclamó, transformado, el ardiente patricio-,
quiero que el Señor venga y que habite en mi alma,
¡oh, Cecilia, mi amor será digno del tuyo!»

Vestido con la blanca vestidura,
emblema de inocencia,
Valeriano vio al ángel hermoso de los cielos,
y contempló, extasiado, su sublime potencia,
vio el dulcísimo brillo que irradiaba su frente.
El serafín brillante sostenía en sus manos
frescas y bellas rosas, y blanquísimos lirios,
flores abiertas, todas, en el jardín del cielo
bajo el rato de amor del Astro creador.

«¡Oh, queridos esposos, a los que el cielo ama
-así les dijo el ángel del Señor -, 
las rosas del martirio servirán de corona
a vuestras frentes, y no hay lira ni voz
que cantar pueda este inmenso favor.
Yo que vivo abismado en mi Dios
y contemplo sus encantos,
no puedo ni inmolarme ni sufrir por su amor,
ofrecerle no puedo la sangre de mis venas
ni el llanto de mis ojos,
yo no puedo morir para expresar mi amor.
La pureza es del ángel brillante patrimonio,
su inabarcable gloria nunca terminará;
¡mas vosotros, mortales,
sobre el ángel tenéis la gran ventaja
de poder ser muy puros y de poder sufrir!



«En estos blancos lirios perfumados
estáis viendo vosotros el misterioso
símbolo de la virginidad,
que es el dulce presente del Cordero.
Coronados seréis con la blanca aureola,
por siempre y para siempre vuestro canto
será el cántico nuevo.
 Vuestra unión casta engendrará a otras almas
que por único esposo buscarán a Jesús; 
junto al trono divino, y entre los elegidos,
vosotros las veréis alzar su lumbre cual purísimas llamas».


¡Oh, préstame, Cecilia, tu dulce melodía!
Quisiera conquistarle a Jesús corazones,
y, como tú, quisiera sacrificar mi vida,
darle toda mi sangre y el llanto de mis ojos...
Haz que yo guste en la extranjera playa
el perfecto abandono, del amor dulce fruto.
¡Oh, mi santa querida, haz que vuele a tu lado,
muy pronto y para siempre, muy lejos de la tierra...! 




Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías.