sábado, 17 de febrero de 2018

CÁNTICO PARA OBTENER LA CANONIZACIÓN DE LA VENERABLE JUANA DE ARCO


Dios vencedor, tu Iglesia, toda entera,
rendir pronto quisiera honor en los altares
a una virgen y mártir,
a una niña guerrera, cuyo nombre
resuena ya en el cielo.

 Por tu poder, ¡oh Rey del cielo!,
dale a Juana de Francia aureola y altar.

  Para salvar a Francia, a la Francia culpable,
no desea tu Iglesia ningún conquistador.
A Francia solamente Juana puede salvarla:
¡todos los héroes juntos
pesan menos que un mártir! 
 
 Juana es obra maestra de tus manos, Señor.
Un corazón de fuego y un alma
de guerrero diste a la virgen tímida,
coronando su frente de lirio y de laurel.


En su humilde pradera oyó voces del cielo
que a los campos de lucha la llamaban.
Partió rápidamente para salvar la patria, y,
tierna jovencita, a soldados mandó.
 

De los fieros guerreros Juana ganó las almas:

el resplandor divino de este ángel
de los cielos y su mirada pura
y su palabra en llamas hicieron
que las frentes atrevidas al suelo se inclinaran.

 Por un prodigio,entonces,
que es único en la historia, 
un monarca cobarde y tembloroso
reconquistó su gloria
y su corona valiéndose del brazo
de una débil doncella.

 Mas no son éstas las victorias grandes
que de Juana hoy queremos celebrar;
la verdaderas glorias que en ella celebramos
son y serán por siempre,
¡oh Dios!, sus virtudes, su amor.

 Salvó a Francia en los campos de batalla,
mas su grandes virtudes necesitaban el divino sellodel sufrimiento amargo, que fue el sello
bendito de su Esposo, Jesús.

Sobre la pira en llamas sacrificó su vida,
y en aquel mismo instante ella
escuchó las voces de los santos,
abandonó el destierro por la Patria,
el ángel salvador se remontó a los cielos... 



 Tú eres, pura doncella,
nuestra dulce esperanza,
escucha nuestras voces,
ven de nuevo a nosotros.
Baja y convierte a Francia,
y por segunda vez ven a salvarla.

 Por el poder del Dios de las victorias,
¡salva, salva a tu Francia, ángel libertador!

 Hija de Dios, bellos fueron tus pasos,
arrojando al inglés de tu nación.
Mas no eches en olvido
que en los días primeros de tu infancia
te dedicabas a cuidar corderos.

Sé tú la defensora de los que nada pueden,
conserva la inocencia
en las cándidas almas de los niños.

 Tuyos, ¡oh dulce mártir!,
son nuestros monasterios, 
tú sabes que las vírgenes hermanas tuyas son;
y sabes que el objeto de sus ruegos es,
como fue el objeto de los tuyos,
ver que en todas las almas reina Dios.
 
Salvar las almas es su deseo,
de apóstol mártir dales tu llama.

Muy lejos de nosotros huirán temor y miedo
cuando la Iglesia ensalce la figura
de Juana, nuestra Santa,
coronando su frente, limpia y pura.

 Entonces cantaremos:

En ti tenemos puesta  toda nuestra esperanza.
¡Oh, ruega por nosotros, santa Juana de Francia!


 

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