esté siempre en nuestra boca y en nuestros corazones». Cuando nos encontremos con un alma poco agraciada, no nos desanimemos, no la abandonemos nunca.
Tengamos siempre en la boca «la espada del espíritu» para reprenderle sus faltas, no dejemos pasar las cosas por conservar nuestra paz, luchemos siempre, aun sin esperanzas de ganar la batalla.
¿Qué importa el triunfo? Lo que Dios nos pide es que no nos detengamos por las fatigas de la lucha, que no nos desanimemos diciendo: «¡Peor para ella! No se puede conseguir nada, hay que dejarla por imposible».
No, eso es cobardía, hay que cumplir con el deber hasta el final .
Santa Teresita representando a Juana de Arco
Fuente:
Obras Completas, últimas conversaciones, santa Teresa de Lisieux
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