lunes, 27 de agosto de 2018

SANTA TERESITA RECOGE PENSAMIENTOS DEL MÁRTIR JUAN TEÓFANO VÉNARD POR EL CUAL SIENTE MUCHA ADMIRACIÓN

21 de noviembre de 1896
Extracto de las cartas que escribió en Tong-King el angélico mártir Juan Teófano Vénard

TEÓFANO VÉNARD
... Espero en paz el día en que me será dado ofrecer a Dios el sacrificio de mi sangre. No añoro la vida de este mundo, mi corazón tiene sed de las aguas de la vida eterna.


Mi destierro va a concluir; ya estoy tocando el suelo de patria verdadera, la tierra se aleja, el cielo se entreabre. ¡Adiós...! Un día nos volveremos a encontrar en el paraíso y gozaremos de la verdadera felicidad en compañía de Dios, de la Virgen inmaculada, de los ángeles y de los santos... 


Teófano Vénard, mártir

  ... Mi pensamiento vuela hacia la eternidad, ¡el tiempo se está acabando...! Tengo la espada suspendida sobre mi cabeza, mi corazón está sosegado como un lago tranquilo o un cielo sereno. Dios cuida mi debilidad, no tengo miedo, me siento feliz...

Nada en la tierra me hace feliz; mi corazón es demasiado grande, nada de lo que la gente llama felicidad en esta tierra puede saciarlo.

 Aquí estoy, pues, metido en la arena de los confesores de la fe; es gran verdad que el Señor elige a los pequeños para confundir a los grandes de este mundo... No me apoyo en mis propias fuerzas, sino en la fuerza de Aquel que, por la cruz, ha vencido a los poderes del infierno y del mundo. 


Madre inmaculada, cuando caiga mi cabeza bajo el hacha del verdugo, recibe a tu humilde servidor, como el racimo maduro de uvas cae bajo la cuchilla, como una rosa florida cortada en tu honor. 

MARÍA INMACULADA

¡Aquí estoy, rendido a esta hora que todos nosotros tanto hemos deseado! ¡El martirio...! Este ha sido el sueño de mis años jóvenes... Cuando era pequeñito, me decía a mí mismo: Yo también quiero ir a Tong-King, yo también quiero ser mártir.

¡Oh curso admirable de la Providencia, que en medio del laberinto de esta vida me ha conducido hasta Tong-King, hasta el martirio! Me habría encantado seguir trabajando, ¡he amado tanto a esta misión! En vez de mis sudores, le daré mi sangre.

Un leve golpe de sable cortará mi cabeza, como flor primaveral que el dueño del jardín corta para deleitarse. Todos nosotros somos flores plantadas en esta tierra y que Dios corta a su tiempo, un poco antes o un poco después. Uno es la rosa empurpurada, otro el lirio virginal, otro la humilde violeta. Tratemos de agradar, según el perfume y el resplandor que se nos ha dado, al soberano Dueño y Señor. Yo, humilde efémero, me marcho el primero...

Mira, pues, a tu hermano, con la corona de los mártires coronando su cabeza, con la palma de los triunfadores levantada en su mano. Un poco más, y mi alma dejará la tierra, acabará su destierro, concluirá su combate. Subo al cielo, toco ya la patria, consigo la victoria. Voy a entrar en la morada de los elegidos, voy a ver bellezas que el ojo del hombre nunca ha visto, a escuchar armonías que el oído nunca ha oído, a disfrutar de alegrías que el corazón del hombre nunca ha saboreado. Pero antes es necesario que el grano de trigo sea molido, que el racimo de uvas sea prensado. 
¿Seré yo un pan y un vino que agrade al paladar del padre de familia? Así lo espero de la gracia del Salvador y de la protección de su Madre inmaculada. Y precisamente por eso, aunque esté todavía en la arena, me atrevo a entonar el cántico del triunfo, como si ya estuviese coronado como vencedor.



El bienaventurado mártir nació el 21 de noviembre de 1829 y fue bautizado ese mismo día. Recogió la palma el 2 de febrero de 1861. 


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, escritos varios


 

domingo, 26 de agosto de 2018

RECUERDOS DE SANTA TERESITA RECOGIDOS POR SUS HERMANAS DE COMUNIDAD


SOR GENOVEVA:

Junio
Durante su enfermedad, había acompañado a la comunidad con gran dificultad a la ermita del Sagrado Corazón, y se había sentado mientras entonábamos un canto. Una hermana le hizo señas de que se uniese al coro. Estaba agotada y no podía tenerse de pie. Sin embargo, se levantó enseguida, y como yo la critiqué por ello después de la reunión, me dijo simplemente: 
-He cogido la costumbre de obedecerlas a todas como si fuese Dios quien me manifestase así su voluntad. 
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Una hermana le decía que podría tener una hora de temor antes de morir, para expiar sus pecados. 

-¡El temor de la muerte para expiar mis pecados...! ¡Eso no tendría más eficacia que un poco de agua cenagosa! Por eso, si llego a tener esos temores, los ofreceré a Dios por los pecadores, y como será un acto de caridad, ese sufrimiento será para los demás mucho más eficaz que el agua. A mí lo único que me purifica es el fuego del amor de Dios. 

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(Un día en que se encontraba delante de una biblioteca) 

 -¡Cómo me pesaría haber leído todos esos libros! 

 -¿Por qué? Haberlos leído sería una riqueza que habrías adquirido. Entiendo que resulte pesado leerlos, pero no el haberlos leído. 

 - Si los hubiese leído, me habría roto la cabeza y habría perdido un tiempo precioso que hubiese podido emplear sencillamente en amar a Dios... 

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Me encuentro en un estado de ánimo en que me parece que ya no sé ni pensar. 

-No importa, Dios conoce tus intenciones. Cuanto más humilde seas, tanto más feliz serás. 


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Una vez, en que sonó el reloj y yo no me movía del sitio con la suficiente rapidez, me dijo: 

-Vete a tu obligación... 

Y corrigiéndose: 

-No, a tu amor. 

Y en otra ocasión yo le decía: Tengo que trabajar, porque, si no, Jesús se pondría triste. Y ella me respondió: 

-No, no, tú te pondrías triste. El no puede entristecerse por nuestras componendas. ¡Pero qué pena la nuestra, de no darle todo lo que podemos! 

**** 

Cuando se presentaban las hemorragias, se alegraba, pensando que estaba derramando su sangre por Dios: 

-No podía ser de otra manera, yo sabía que tendría el consuelo de ver derramada mi sangre, pues muero mártir de amor. 


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SOR MARÍA DEL SAGRADO CORAZÓN:

Mayo
La enfermera le había aconsejado darse todos los días un paseíto de un cuarto de hora por la huerta. Yo me la encontré caminando penosamente y, por así decirlo, al límite de sus fuerzas. 
"Harías mucho mejor descansando;le dije; en las condiciones en que estás, este paseo no puede hacerte ningún bien; te estás agotando, y basta. 

-Es verdad;me contestó,  ¿pero sabes lo que me da fuerzas? Pues camino por un misionero. Pienso que allá lejos, muy lejos, tal vez alguno de ellos esté agotado en sus correrías apostólicas, y para aminorar sus fatigas ofrezco yo las mías a Dios 

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Julio
Su gran sufrimiento en el Carmelo fue el no poder comulgar todos los días. Un poco antes de su muerte decía a la madre María de Gonzaga, la cual tenía miedo a la comunión diaria: 

-Madre, cuando esté en el cielo le haré cambiar de opinión. 

Y así sucedió. Después de la muerte de la Sierva de Dios, el Sr. capellán nos dio la sagrada comunión todos los días, y la madre María de Gonzaga, en lugar de rebelarse como antes, se sentía muy dichosa. 

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Un día le decía yo: ¡Si fuese yo la única que va a sufrir con tu partida...! ¿Pero cómo voy a poder consolar a la madre Inés de Jesús, que te quiere tanto? 
-Estáte tranquila, no tendrá tiempo para pensar en su sufrimiento, pues estará ocupada conmigo hasta el fin de su vida, y no podrá dar abasto con todo.

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SOR MARÍA DE LA EUCARISTÍA:

 11 de Julio
Cuando tengas tentaciones contra la caridad, te aconsejo que leas este capítulo de la Imitación: «De cómo se han de soportar los defectos ajenos». Verás cómo tus tentaciones se desvanecen. Siempre me ha ayudado mucho; es muy bueno y muy verdadero.
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18 de julio
Le pedía que, cuando estuviera en el cielo, me alcanzara muchas gracias, y me respondió: 

-Cuando esté en el cielo, haré muchas cosas, grandes cosas... Es imposible que no sea Dios mismo quien me da este deseo, ¡y estoy segura de que me escuchará! Y además, cuando esté allá arriba, te seguiré de cerca... 

Y como le dijese que a lo mejor me daba miedo: 

¿Te da miedo el ángel de la guarda...? Sin embargo, te sigue de continuo. Bueno, pues yo te seguiré lo mismo, ¡y mucho más de cerca todavía!, no te dejaré pasar ni una...

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Julio 
Siempre que se razona un poquito sobre lo que dice la madre priora, se le da a Dios un poquito de pena; y se le da mucha pena cuando se razona mucho, aunque sea interiormente.

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2 de agosto:

No encuentro ningún placer natural en que me quieran y me mimen, pero lo encuentro muy grande en que me humillen. Cuando hago alguna tontería que me humilla y me hace ver lo que soy, entonces sí que siento un placer natural y experimento una verdadera alegría, como la que tú experimentarás cuando te sientes amada.

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11 de septiembre:
Tendrías que hacerte muy dulce: nunca palabras duras, tono duro, nunca adoptes una expresión dura. Sé siempre dulce.
Por ejemplo, ayer le diste un disgusto a sor XXX; un momento después, otra hermana hizo lo mismo. ¿Y qué pasó...? ¡Pues que acabó llorando...! Si tú no la hubieses tratado con dureza, habría aceptado mejor el segundo disgusto, que le hubiera pasado desapercibido. Pero dos disgustos tan seguidos la sumieron en un estado de tristeza muy grande; mientras que si tú hubieses sido tierna con ella, nada de eso habría ocurrido. 

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Un día me hizo prometer que sería santa. Me preguntó si hacía progresos, y yo le contesté: Te prometo ser santa cuando tú te hayas ido al cielo; en ese momento pondré manos a la obra con toda el alma. 

-No, no esperes hasta entonces;me contestó. Comienza ahora mismo. El mes que precedió a mi entrada en el Carmelo se me ha quedado grabado como un dulce recuerdo. Al principio, me decía a mí misma, como tú ahora: «Seré santa cuando esté en el Carmelo; mientras tanto, no pienso molestarme». Pero Dios me hizo ver el valor del tiempo, e hice todo lo contrario de lo que pensaba. Quise prepararme para entrar, siendo muy fiel. Y fue ése uno de los meses más hermosos de mi vida. 
Créeme, nunca esperes a mañana para empezar a ser santa. 

SOR MARÍA DE LA TRINIDAD: 

Abril
Me contó la siguiente anécdota, que ocurrió cinco meses antes de su muerte: 

-Una tarde, vino la enfermera a ponerme una botella de agua caliente a los pies y tintura de yodo en el pecho. Yo estaba consumida por la fiebre y una sed ardiente me devoraba. 
Mientras soportaba esos remedios, no pude por menos de quejarme a Nuestro Señor: «Jesús mío, le dije, tú eres testigo de que estoy ardiendo, ¡y encima me traen calor y fuego! ¡Si en vez de todo eso, me diesen medio vaso de agua...! ¡Jesús mío, tu hijita tiene mucha sed! Pero, no obstante, se siente feliz de encontrar la ocasión de que le falte lo necesario, a fin de parecerse más a ti y salvar almas». 

Al poco, me dejó la enfermera, y yo ya no contaba con volverla a ver hasta el día siguiente por la mañana, cuando, con gran sorpresa de mi parte, volvió pocos minutos después trayéndome una bebida refrescante... ¡Qué bueno es nuestro Jesús! ¡Y qué dulce confiar en él!.

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Mayo
Ayer, el canto de la «Rosa deshojada» me trajo a la memoria un grato recuerdo. 
La madre María Enriqueta, del Carmelo de París, avenida de Mesina, me había pedido que pidiera a santa Teresa del Niño Jesús que le compusiese una poesía sobre este tema. Como el tema respondía a los sentimientos de nuestra querida santa, puso en ello toda el alma. 

La madre Enriqueta quedó muy contenta; únicamente me escribió diciéndome que le faltaba una última estrofa explicando que, a la hora de la muerte, Dios recogerá esos pétalos deshojados para formar con ellos una rosa preciosa que brillará por toda la eternidad. Entonces sor Teresa del Niño Jesús me dijo: 

-Que esa buena Madre haga ella misma esa estrofa como quiera, pues yo no me siento inspirada en absoluto para hacerlo. Mi deseo es ser deshojada por siempre jamás, para alegrar a Dios. ¡Y punto...!

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Junio
Tengo siempre presentes los tres largos meses de agonía de nuestro Angel (...) Tenía prohibición de hablarle, bajo el pretexto de que, al ser joven, ¡podía contraer su enfermedad! (Sin embargo, yo estaba segura de todo lo contrario, pues sor Teresa del Niño Jesús me había asegurado que nadie cogería su enfermedad, que así se lo había pedido a Dios.) 

Las noticias sobre su salud eran cada día más tristes; yo me ahogaba de pena... Un día que salí a tomar el aire a la huerta, la vi en su coche de enferma, debajo de los castaños. Estaba sola, y me hizo señas de que me acercase: "No, le dije, pueden vernos, y no tengo permiso". Entré en la ermita de Santa Faz, donde me eché a llorar. Al levantar la cabeza, vi con sorpresa a mi hermanita sor Teresa del Niño Jesús sentada en un tronco de árbol a mi lado. Me dijo: 

-Yo no tengo prohibido acercarme a ti, y aunque tuviese que morir, quiero consolarte. 

Me secó las lágrimas, apoyando mi cabeza sobre su pecho. Le supliqué que volviera al coche, pues estaba temblando de fiebre: 

-Sí, pero antes tienes que sonreírme. 

Lo hice inmediatamente, por miedo a que se pusiese peor, y la ayudé a llegar hasta el coche. 

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Yo sentía mucha pena de verla enferma, y le repetía con frecuencia: «¡Qué triste es la vida!». Pero ella me corregía inmediatamente, diciendo: 

-¡La vida no es triste! Al contrario, es muy alegre. Si dijeses: «El destierro es triste», te entendería. Se comete un error al dar el nombre de vida a lo que tiene que acabar. Sólo se puede dar de verdad ese nombre a las cosas del cielo, a lo que nunca jamás morirá; y bajo este aspecto, la vida no es triste, es alegre, muy alegre.

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Julio;agosto
Un día de fiesta, en el refectorio, se habían olvidado de ponerme el postre. Después de comer, fui a la enfermería, a ver a sor Teresa del Niño Jesús, y al encontrar allí a mi vecina de mesa, le di a entender bastante sutilmente que se habían olvidado de mí. Cuando me oyó sor Teresa del Niño Jesús, me obligó a que fuera yo misma a decírselo a la hermana encargada del refectorio, y como yo le suplicaba que no me obligase a eso: 

-No, me dijo, ésa será tu penitencia, no eres digna de los sacrificios que Dios te pide. El te pedía que te privaras del postre, pues fue él quien permitió que se olvidaran de ti. Te creía suficientemente generosa para hacer ese sacrificio, ¡y tú has defraudado sus esperanzas viniendo a reclamarlo! 

Puedo decir que la lección dio frutos y que me curé para siempre de querer volver a las andadas.

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Agosto
Esto me trae a la memoria el recuerdo de un momento de intimidad con mi hermanita sor Teresa del Niño Jesús. Fue, poco más o menos, un mes antes de su muerte. Toda la comunidad estaba triste, y yo ciertamente no le iba a la zaga a nadie en la pena. 
Fui a verla a la enfermería y descubrí al pie de la cama un gran balón rojo que habían traído para que se entretuviese. Aquel balón me despertó las ganas de jugar, y no pude por menos de decirle: «¡Cómo me gustaría jugar con él!». Ella sonrió, pero como su debilidad era tan grande que no podía soportar el menor ruido, me dijo: 

Ponte detrás de mí mientras no haya nadie, y juega con él; yo cerraré los ojos para que el ruido no me aturda. 

Cogí encantada el balón, y le sacaba tanto gusto al juego, que Teresita parpadeaba una y otra vez por verme sin aparentarlo y no podía contener la risa. Entonces le dije: «¡No soporto estar triste tanto tiempo! ¡Ya no puedo más! Me vienen tentaciones de distraerme, ganas de jugar a la trompa que me regalaste por Navidad; pero si alguien me ve, es capaz de escandalizarse y de decir que no tengo corazón». 

-No, no;me respondió, yo misma te mando coger la trompa e ir a jugar durante una hora en el desván del noviciado. Allí nadie te oirá, y si alguien se da cuenta le dirás que te lo he mandado yo. Vete ya, me gusta mucho pensar que vas a divertirte. 

**** 

-Cuando esté en el cielo, me dijo, tendréis que llenar a menudo mis manos de oraciones y de sacrificios, para darme el gusto de arrojarlos en lluvia de gracias sobre las almas.

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Septiembre
Ocho días antes de su muerte, yo había estado llorando durante toda la recreación de la noche, pensando en su próxima partida. Ella se dio cuenta y me dijo: 

-Has estado llorando. ¿Lo has hecho en la concha? (Una concha de mejillón que Teresa utilizaba para sus trabajos de pintura. Había mandado a su novicia, sor María de la Trinidad, que cada vez que le vinieran ganas de llorar recogiera en ella las lágrimas). 
 
No podía mentirle..., y mi confesión la entristeció. Continuó: 

-Me voy a morir, y no me quedaré tranquila respecto a ti si no me prometes que vas a seguir fielmente mi consejo. Lo considero de capital importancia para tu alma. 

-No tuve más remedio que rendirme, y le di mi palabra, pidiéndole sin embargo, como una gracia, permiso para llorar libremente su muerte. 

**** 

El día de su muerte, después de Vísperas, fui a la enfermería, donde encontré a las Sierva de Dios sosteniendo, con ánimo invencible, las últimas luchas de la más terrible agonía. Tenía las manos completamente amoratadas, las juntaba angustiosamente y exclamaba con una voz que la sobreexcitación de un intenso sufrimiento hacía clara y fuerte: 

-¡Dios mío..., ten compasión de mí...! ¡María, venid en mi ayuda...! ¡Ay, Dios mío, cuánto sufro...! El cáliz está lleno... ¡Lleno hasta los bordes...! ¡Nunca voy a saber morir...! 

-¡Animo!, le dijo nuestra Madre, estás llegando al final. Un poco más y todo habrá terminado. 

-¡No, Madre, todavía no ha terminado...! Estoy segura de que seguiré sufriendo así durante meses. 

- Y si fuera la voluntad de Dios dejarte así un largo tiempo en la cruz, ¿lo aceptarías? 

Con un acento de extraordinario heroísmo contestó: 

-¡Lo acepto! 

Y su cabeza volvió a caer sobre la almohada con una expresión tan tranquila y resignada, que no podíamos contener las lágrimas. Era exactamente idéntica a una mártir a la espera de nuevos suplicios. Yo abandoné la enfermería, incapaz de soportar por más tiempo tan doloroso espectáculo. Ya sólo volví con la comunidad para los últimos momentos, y fui testigo de su hermosa y prolongada mirada extática en el momento en que murió, el jueves 30 de septiembre de 1897 a las 7 de la tarde.

SOR TERESA DE SAN AGUSTÍN:

Junio
-Dime si has tenido luchas interiores. 

-Pues sí, las he tenido. Tenía un temperamento nada fácil; no lo parecía, pero yo lo sabía muy bien. Y puedo asegurarle que no he pasado un solo día sin sufrir, ni uno solo. 

-Pues creen que no los has tenido. 

-¡Ay, los juicios de las criaturas! Si no ven, no creen. 

****  

-Hay hermanas que piensan que sufrirás los espantos de la muerte. 

-Todavía no han llegado. Si llegan, los soportaré; pero si los sufro, no bastarán para purificarme, no pasarán de ser una simple lejía... Lo que necesito es el fuego del amor.

SOR MARÍA DE LOS ÁNGELES:

La madre Inés de Jesús le decía, un día en que la comunidad estaba reunida en torno a su lecho: «¿Y si arrojaras flores a la comunidad?». 

-No, mamaíta, respondió, no me pidas eso, por favor; no quiero arrojar flores a las criaturas. Quiero, sí, arrojárselas a la Santísima Virgen y a san José, pero no a las demás criaturas. 

**** 

Algunos días antes de la muerte de la Sierva de Dios, habían llevado la cama, que tenía ruedas, al claustro. 

Sor María del Sagrado Corazón, jardinera del patio, que estaba a su lado, le dijo: «Mira este retoño de rododendro que se está muriendo, voy a arrancarlo». 

-Sor María del Sagrado Corazón;le contestó, con voz lastimera y suplicante, no te entiendo... Te pido por mí, que voy a morir, que perdones la vida a ese pobre rododendro. 

Tuvo que seguir insistiendo, pero su deseo fue respetado.

SOR AMADA DE JESÚS: 

En los últimos días de septiembre de 1897, en que la debilidad de nuestra querida Santa no le permitía ya moverse, tuvimos que colocarla momentáneamente en una cama provisoria, para arreglar su cama de enferma. Viendo el apuro de las enfermeras, que temían hacerle daño, dijo: 

-Creo que sor Amada de Jesús podría cogerme fácilmente en brazos. Es alta y fuerte, y muy tierna con las enfermas. 

Llamamos, pues, a la hermana, que levantó a la santa enfermita como si fuese una ligera carga, sin darle la menor sacudida. En aquel momento, con los brazos alrededor de su cuello, nuestro ángel le dio las gracias con tal sonrisa de cariñosa gratitud, que la hermana no olvidó nunca aquella sublime sonrisa. Y hasta llegó a ser para ella una especie de compensación por el pesar que sintió de haber sido la única que no oyó la campana de la enfermería que convocaba a las hermanas en el momento supremo de la muerte más bella que jamás se vio en el Carmelo de Lisieux.

ANÓNIMO:

Le preguntaban bajo qué nombre habría que invocarla cuando estuviese en el cielo. 

-Me llamaréis Teresita, respondió humildemente. 



Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, consejos y recuerdos


sábado, 25 de agosto de 2018

DICHOS DE TERESITA A LA MADRE INÉS DE JESÚS (su hermana Paulina)

Madre Inés de Jesús, Paulina

Mayo

Un día que fue a Misa y comulgó, aunque acababan de quitarle un vejigatorio, yo me eché a llorar y no pude ir a las Horas. La seguí su celda, y siempre la veré sentada en su banquito y con la espalda apoyada en la pobre pared de tablas. Estaba extenuada, y me miraba con expresión triste, ¡pero tan dulce a la vez! Mis lágrimas arreciaron, y, adivinando cómo la estaba haciendo sufrir, le pedí perdón de rodillas. Ella me respondió simplemente: 

-No es demasiado sufrir a cambio de una comunión... 

Pero repetir la frase es lo de menos: ¡hay que haber escuchado el acento con que la pronunció! 



Tosía mucho aquellos días, sobre todo por la noche. Y en esos momentos se veía obligada a sentarse en el jergón para reducir la opresión y poner recobrar el aliento. Yo hubiera deseado que bajase a la enfermería para poder darle un colchón, pero ella insistía tanto en que le gustaba más estar en su celda, que la dejaron allí hasta que ya no había nada que hacer.: 
 

-"Aquí no me oyen toser, no molesto a nadie, y además si me cuidan demasiado ya no disfruto".



 Para ponerle otro vejigatorio, la enfermera, una anciana venerable, muy bondadosa y abnegada, la había instalado esta vez en la enfermería en un sillón. Pero a fuerza de poner almohada tras almohada sobre el respaldo de aquel asiento para que estuviese más blando, la pobre enfermita pronto se encontró sentada en el borde del sillón, corriendo peligro de caerse en cualquier momento. En lugar de quejarse, le dio efusivamente las gracias a la buena de la hermana, y así estuvo todo el día escuchando los elogios de las caritativas visitas que recibía: «¡Bueno, ya veo que está cómoda! ¡Cuántas almohadas tiene! ¡Bien se ve que la cuida una verdadera mamá, etc.». 


También yo caí en la trampa, hasta que una sonrisa que yo conocía muy bien me hizo comprender..., pero ya era demasiado tarde para remediarlo.


Junio

El 9 de junio de 1897, sor María del Sagrado Corazón le decía que después de su muerte nos quedaríamos muy tristes. Ella respondió: 

 -No, no, ya veréis..., será como una lluvia de rosas... 

Y añadió: 

 -Después de mi muerte, iréis al buzón y allí encontraréis consuelos.  


 

(La madre Inés de Jesús anotó este recuerdo, que data de junio de 1897, relativo a las botellas de leche:) 
Este dibujo (descrito aquí debajo), recortado de una hoja de periódico encontrada por casualidad, me lo trajo con una sonrisa maliciosa sor Teresa del Niño Jesús en un momento en que yo estaba desolada porque ella, que estaba muy enferma, no tomaba más que leche. 

Era una manera de hacerme reír. Me dijo: 

Mi botella de leche me sigue tan fielmente como la suya a este borracho, de quien no se ve más que la punta del bastón, ¡fíjate! 

Así de alegre era nuestra querida Santita. 
 

(Hoja suelta manuscrita, en la que está envuelto el dibujo en cuestión. Este representa a un perro que llega al galope, estimulado por el bastón de un amo invisible, con una botella en la boca.

 
 
 Julio

El cielo, para ella, era la visión y la posesión plena de Dios. A ejemplo de varios santos, particularmente de santo Tomás de Aquino, no aspiraba a otra recompensa que el mismo Dios. 

Recordaba las palabras de Nuestro Señor: «La vida eterna consiste en conocerte a ti...»; y como, para ella, conocer a Dios era amarlo, podía decir: 

Una única esperanza hace latir mi corazón: el amor que recibiré y el que yo podré dar.
 

Le pedía yo explicaciones sobre el camino que decía que quería enseñar a las almas después de su muerte. 

-Madre, es el camino de la infancia espiritual, el camino de la confianza y del total abandono. Quiero enseñarles los medios tan sencillos que a mí me han dado tan buen resultado, decirles que aquí en la tierra sólo hay que hacer una cosa: arrojarle a Jesús las flores de los pequeños sacrificios, ganarle a base de caricias. Así le he ganado yo, y por eso seré tan bien recibida.


 
 
Agosto

Una noche, en la enfermería, se sintió animada a confiarme sus penas más que de costumbre. Nunca se había desahogado sobre ese tema de esa manera. Hasta entonces yo sólo conocía su prueba muy vagamente. 
 
-¡Si supieras, me dijo; qué espantosos pensamientos me asedian! Pide mucho por mí para que no escuche al demonio que intenta convencerme de tantas mentiras. 
Se impone a mi espíritu el razonamiento de los peores racionalistas: más adelante, la ciencia, al hacer nuevos e incesantes progresos, lo explicará todo de manera natural, descubriremos la razón absoluta de todo lo que existe y que hoy aún constituye para nosotros un problema, pues quedan todavía muchas cosas por descubrir..., etc., etc. 

Quiero hacer el bien después de mi muerte, ¡pero no podré! Pasará como con la madre Genoveva: esperábamos verla hacer milagros, y un completo silencio cayó sobre su tumba... 

Madrecita, ¿por qué se han de tener tales pensamientos cuando se ama tanto a Dios? 

En fin..., ofrezco estos tormentos tan grandes para alcanzar la luz de la fe a los pobres incrédulos y por todos los que viven alejados del credo de la Iglesia. 


Y añadió que nunca discutía con esos pensamientos tenebrosos: 

-Los sufro a la fuerza, pero mientras los sufro no ceso de hacer actos de fe. 


 
-En el Carmelo he sufrido de frío hasta morir. 

Me extrañó orla hablar así, pues en invierno su porte no revelaba en absoluto su sufrimiento. Nunca, ni durante los fríos más intensos, la vi frotarse las manos o caminar más ligera o más encorvada que de costumbre, como se hace tan espontáneamente cuando se tiene frío.


 

Durante este período de su enfermedad, ¡cuántas veces debió de hacer sonreír a Dios con su paciencia! ¡Qué sufrimientos tuvo que soportar! A veces se quejaba como un pobre corderito al que están inmolando: 
 
Madre, me dijo un día; cuando tengas enfermas víctimas de tan violentos dolores, ten mucho cuidado con no dejar cerca de ellas medicamentos que contengan veneno. Te aseguro que, cuando se llega a este grado de sufrimiento, basta un solo momento para perder la razón. Y entonces es muy fácil envenenarse. 




 Septiembre

Un día, la madre priora le hablaba al doctor, en su presencia, de la compra que acabábamos de hacer de un nuevo terreno en el cementerio de la ciudad, porque ya no quedaba lugar en el antiguo. Añadió que, en adelante, las fosas se excavarían lo suficientemente hondas como para poder sobreponer en ellas tres féretros. 

Sor Teresa del Niño Jesús dijo riendo: 

-¿Entonces seré yo quien estrene ese nuevo cementerio? 

El doctor, asombrado, le dijo que no pensase aún en su inhumación. 

 -Sin embargo, es un pensamiento muy alegre, respondió ella, pero me preocupa que el pozo sea tan profundo, pues podría ocurrirles alguna desgracia a los que tengan que bajarme. 

Y prosiguió en son de broma: 

-Ya me parece estar oyendo a un sepulturero que grita: ¡No tires tanto por aquí de la cuerda!, y a otro que le responde: ¡Tira de allá! ¡Eh, cuidado! ¡Bueno, ya está! Echan tierra sobre mi féretro y todos se van. 

Cuando se marchó el Sr. de Cornière, yo le pregunté si de verdad no le impresionaba la idea de que la iban a meter tan profundamente en la tierra. Me contestó, con aire de extrañeza: 

-¡No te entiendo! ¿Por qué me a impresionar? Ni siquiera sentiría la menor repulsión si supiese que iba a ser echada en la fosa común.


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.






 

ÚLTIMAS PALABRAS DE SOR TERESA DEL NIÑO JESÚS ( recogidas por sor María del Sagrado Corazón, su hermana María)


8 de julio:  

Le dije, a propósito de una novicia que la cansaba mucho: «¡Menudo combate el que tienes con ella! ¿Te da miedo?». 
-Un soldado nunca tiene miedo al combate, y yo soy un soldado. 
(Después de haber reprendido a la novicia:) 
¿No he dicho que moriré con las armas en la mano? 


Me han puesto en «la cama de la mala suerte», en una cama que te hace perder el tren. 
(Aludía a la madre Genoveva, que en aquella misma cama había recibido por tres veces la Unción de los Enfermos).


12 de julio:

-Si tuvieras que empezar a vivir otra vez, ¿qué harías? 

-Haría lo mismo que he hecho. 


13 de julio:

-¡Si supieras cuántos proyectos he hecho y cuántas cosas haré cuando esté en el cielo...! Comenzaré mi misión... 

-¿Y cuáles son tus proyectos? 

-Los proyectos de volver al lado de mis hermanitas, y de irme allá lejos a ayudar a los misioneros, y además el de impedir que los niños salvajes mueran sin bautizar. 

Le decía yo que, cuando ella se fuera, yo ya no tendría ánimos, a mi parecer, para dirigir a nadie una palabra, que caería en un estado de depresión. 

-Eso no está de acuerdo con la ley evangélica. Hay que hacerse todo a todos.


¿Y que tendrá que hacer tu madrinita? 

Elevarse por encima de todo lo que dicen las hermanas y de todo lo que hacen. Tendrás que vivir como si no estuvieras en el monasterio, como si no tuvieras que pasar aquí más que dos días. Si fuera así, te guardarías muy bien de decir lo que te desagrada, ya que tendrías que dejarlo. 

(Como estaba terminando de escribir estas palabras mientras tocaban para la Salve:) 

-Sería mejor, muchísimo mejor, perderte eso, y ser fiel al toque de la campana. ¡Si supierais qué importante es esto!

16 de julio:

Si Dios me dijese: "Si mueres ahora mismo, tendrás una gloria muy grande, pero si mueres a los 80 años tu gloria será mucho menor pero a mí me gustará mucho más", no vacilaría en contestarle: Dios mío, quiero morir a los 80 años, pues no busco mi gloria sino complacerte a ti. 

Los grandes santos trabajaron por la gloria de Dios, pero yo, que no soy más que un alma pequeñita, sólo trabajo por complacerle y por satisfacer sus caprichos, y sería feliz de soportar los mayores sufrimientos; aun cuando él no lo supiera, si eso fuese posible, y no por darle una gloria pasajera sino únicamente por saber que sólo con ello haría aflorar a su labios una sonrisa


 
25 de julio:

Inclinándome un poco, veía por la ventana el sol poniente que lanzaba sus últimos rayos sobre la naturaleza, y la cima de los árboles aparecía toda dorada. Y pensé: ¡Qué diferencia entre estar a la sombra o, al contrario, exponerse al sol del amor!...! En este último caso, todo parece dorado. En realidad, yo no lo soy, y dejaría inmediatamente de serlo si me alejase del Amor.
 

28 de julio:

Comentábamos que nos costaría mucho perder la recreación por cualquier otra que no fuera ella. Respondió sin pensárselo dos veces: 
-
¡Pues yo me sentiría feliz de hacer lo contrario! ¿No estamos en la tierra para sufrir? Pues entonces, cuanto más sufrimos, más felices somos... Se practica mucho mejor la caridad sirviendo a quien te cae menos simpático.
¡Qué mal sabemos llevar nuestros negocios en la tierra!


Le decía: ¡Qué felicidad morir después de haber pasado la vida en el amor! 

-Sí, pero también es necesario no faltar a la caridad con el prójimo.


29 de julio:

Yo le decía que una cierta musiquilla de santa Marta le había dado ocasión de merecer. Y me contestó enseguida: 

-¡Nada de merecer! Dar gusto a Dios... Si hubiese atesorado méritos, habría perdido muy pronto la esperanza.
 

1 de agosto:

No sé cómo haré para morir... Pero me abandono totalmente... ¡Que sea lo que Dios quiera!
 

10 de agosto:

Le decía: ¡Con todo lo que he pedido que no sufras mucho, y estás sufriendo tanto! 

Me contestó: 

Le he pedido a Dios que no escuche las oraciones que puedan suponer un obstáculo al cumplimiento de sus designios sobre mí y que haga desaparecer todos los obstáculos que se opongan a ellos.
 

11 de agosto:

-¿O sea que no podré desahogarme con la madre Inés de Jesús? 

-Sólo tendrías que hacerlo en el caso en que ella tenga necesidad de consuelo. Tú no debes hablarle nunca buscando tu consuelo mientras no sea ella la priora. Te aseguro que esto es lo yo he hecho siempre. Por ejemplo, nuestra Madre le había dado permiso a ella para hablar conmigo, pero yo no lo tenía, así que no le decía nada sobre mi alma. Creo que precisamente esto es lo que convierte la vida religiosa en un martirio. Sin ello, sería una vida fácil y sin méritos.
 

15 de agosto: 

El día 13, antes de recibir la sagrada comunión, se había emocionado mucho con el Confíteor que recitaba la comunidad. Y me dijo: 

-Cuando oía a todas las hermanas decir en mi lugar: Yo confieso a Dios, Padre todopoderoso, a la Bienaventurada Virgen María y a todos los santos, pensaba: Sí, es bueno pedir perdón a todos los santos... No puedo explicar mis sentimientos. Dios me hace sentir así lo pequeña que soy. ¡Y esto me hace tan feliz...! 
 

Le decía: Lo que más me duele es pensar que aún vas a sufrir mucho. 

-Pues a mí no, porque Dios me da lo que necesito. 


Decíamos: "Si Dios la llevase esta noche, se iría sin que nos diésemos cuenta... ¡ ¡Cómo lo sentiríamos! 

-¡Y a mí que me parecería muy gracioso que hiciera eso! Sería como robarme...
 

20 de agosto: 

-Nadie sabe lo que es sufrir así... No, hay que pasar por ello... 

Después de esta misma jornada, de continuos sufrimientos: 

-¡Ved qué bueno es Dios! Hoy no tenía fuerzas para toser, y casi no he tosido. Ahora que estoy un poco mejor, la tos va a empezar de nuevo. 

 

27 de agosto:

Le pregunté: ¿Quieres agua helada? 

-Sí, ¡me gustaría tanto...! 

Nuestra Madre te ha mandado pedir todo lo que necesites. Hazlo por obediencia. 

-Ya pido todo lo que necesito. 

¿Y no lo que te gusta? 

-No, sólo lo que necesito. Por eso, si no tengo uvas no las pediré. 

Un poco después de haber bebido, seguía mirando el vaso de agua. Yo le dije: Bebe un poco. 

-No, no tengo la lengua seca. 

Cuando pienso que, estando tan enferma como estás, todavía encuentras la manera de mortificarte... 

-¡Y qué quieres! Si me escuchase a mí misma, estaría todo el día bebiendo.
 

1 de septiembre: 

(A propósito de la madre H. del Sagrado Corazón, a quien había que prestarle numerosos pequeños servicios.) 

¡Cómo me hubiera gustado ser su enfermera! Tal vez me hubiese costado según la naturaleza, pero creo que la habría cuidado con mucho amor, porque pienso en aquello que dijo Nuestro Señor: "Estuve enfermo y me aliviasteis". 

 

8 de septiembre: 

¡Ah, la Santísima Virgen...! ¡No ha venido a buscarme...! 


17 de septiembre:

(A propósito del cementerio): 

A vosotras comprendo que os impresione un poco. ¡Pero a mí...! ¿Cómo me va a impresionar...? Meterán en la tierra algo simplemente muerto. No es como si estuviese en estado letárgico, eso sería cruel.
 

21 de septiembre: 

Yo deseaba oírle una palabra, algo así como se acordase del pasado y del cariño con que yo la había rodeado en su niñez. Apenas había cruzado por mi mente este pensamiento, cuando nos miró a la madre Inés y a mí con los ojos llenos de lágrimas, diciendo: 

-¡Hermanitas..., vosotras sois las que me educasteis...!


25 de septiembre: 

Yo la estaba mirando con ternura. 
 
Madrina, ¡qué preciosa eres cuando tu rostro se ilumina con un rayo de amor...! ¡Es tan puro! 




30 de septiembre:

Sí, es el sufrimiento puro, pues no hay en él el menor consuelo... ¡No, ni el más mínimo! 

¡¡¡Dios mío!!! Sin embargo, sí, lo amo a Dios... ¡Querida Santísima Virgen, ven en mi auxilio! 

Si esto es la agonía, ¡qué será la muerte...! 

¡Madrecita querida, te aseguro que el vaso está lleno hasta el borde! 

¡Sí, Dios mío, todo lo que quieras...! ¡Pero ten compasión de mí! 

Hermanitas..., hermanitas... ¡Dios mío...! ¡Dios mío, ten compasión de mí! ¡No puedo más..., no puedo más! Y sin embargo, tengo que resistir... Estoy... estoy vencida... No, nunca hubiera creído que se pudiese sufrir tanto... ¡Nunca! ¡Nunca! 

Madre, ya no creo en la muerte para mí... ¡Creo en el sufrimiento! 

¿Y mañana será todavía peor? Bueno, ¡pues mejor que mejor! 

Ultimas palabras, mirando al crucifijo: 

¡Sí!, lo amo... 

¡Dios mío..., te amo!
 


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.



 

viernes, 24 de agosto de 2018

AMAR A JESÚS Y SALVARLE ALMAS, CARTA 96

 A Celina , J.M.J.T.  15 de octubre de 1889 
Jesús + 

Querida Celina: 

¡Si supieras qué hondo le has llegado al corazón de tu Teresa...! Tus macetas (1) son realmente PRECIOSAS, ¡NO SABES cómo me han gustado...! 

Celina, tu carta me ha gustado mucho, muchísimo. He sentido hasta qué punto nuestras almas están hechas para comprenderse, para marchar por el mismo camino... La vida... Es cierto que, para nosotras, no tiene ya el menor encanto... Pero me equivoco: es verdad, los atractivos del mundo se han desvanecido para nosotras, pero eso es humo..., y nos queda la realidad. 
Sí, la vida es un tesoro..., cada instante es una eternidad, una eternidad de gozo para el cielo: ¡una eternidad ver a Dios cara a cara y ser una sola cosa con él...! No hay más que Jesús, todo lo demás no existe... Amémosle, pues hasta la locura, salvémosle almas.  


Sí, Celina, siento que Jesús nos pide a nosotras dos que apaguemos su sed dándole almas, sobre todo almas de sacerdotes. 
Siento que Jesús quiere que yo te diga esto, porque nuestra misión es olvidarnos de nosotras mismas, anonadarnos..., ¡somos tan poca cosa...! Y no obstante, Jesús quiere que la salvación de las almas dependa de nuestros sacrificios y de nuestro amor. Él nos mendiga almas. 

¡Comprendamos su mirada!, ¡son tan pocos los que saben comprenderla! Jesús nos concede la gracia insigne de instruirnos él mismo, de revelarnos una luz escondida... Celina..., la vida será corta, la eternidad sin fin... Hagamos de nuestra vida un sacrificio continuado, un martirio de amor, para consolar a Jesús. 


Él no quiere más que una mirada, un suspiro, ¡pero una mirada y un suspiro que sean sólo para él...! Que todos los instantes de nuestra vida sean sólo para él. Que las criaturas sólo nos rocen al pasar... 

Sólo tenemos que hacer una cosa durante la noche, la única noche de la vida, que no vendrá más que una vez: amar, amar a Jesús, con todas las fuerzas de nuestro corazón y salvarle almas para que sea amado... ¡Sí, hacer amar a Jesús! Celina, ¡qué a gusto hablo contigo...! Es como si hablase con mi propia alma... Celina, me parece que a ti te lo puedo decir todo... 

(Gracias de nuevo por tus lindas macetas. El Niño Jesús tiene un aire radiante por estar tan bien adornado.) 

Sor Teresa del Niño Jesús de la Sta. Faz.




NOTAS
 
1 Una macetas para estatua del Niño Jesús.


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
  

 

LA SANGRE DE JESÚS (DESPUÉS DE LA GRACIA DE NAVIDAD, 1886 -1887) MANUSCRITO A


Un domingo (1), mirando una estampa de Nuestro Señor en la cruz, me sentí profundamente impresionada por la sangre que caía de sus divinas manos. 

Sentí un gran dolor al pensar que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla. 
Tomé la resolución de estar siempre con el espíritu al pie de la cruz para recibir el rocío divino que goteaba de ella, y comprendí que luego tendría que derramarlo sobre las almas...
 

También resonaba continuamente en mi corazón el grito de Jesús en la cruz: «¡Tengo sed!». 

Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y muy vivo... Quería dar de beber a mi Amado, y yo misma me sentía devorada por la sed de almas... 

No eran todavía las almas de los sacerdotes las que me atraían, sino las de los grandes pecadores; ardía en deseos de arrancarles del fuego eterno... Y para avivar mi celo, Dios me mostró que mis deseos eran de su agrado. 


NOTAS:

(1)  En julio de 1887, según las Novissima Verba. Estampa de Cristo en la cruz, de Müller.  


Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux