No tengo absolutamente ningún miedo a los últimos combates, ni a los sufrimientos de la enfermedad, por grandes que sean.
Dios me ha socorrido siempre, me ha ayudado y me ha llevado de la mano desde mi más tierna infancia..., cuento con él. Estoy segura de que continuará ayudándome hasta el fin.
No te aflijas por no sentir ningún consuelo en tus comuniones. Es una prueba que hay que soportar con amor. No pierdas ni una sola de las espinas que encuentres a diario: ¡con una sola de ellas puedes salvar un alma...!
Siempre miro el lado bueno de las cosas. Hay quienes se lo toman todo de la manera que más les hace sufrir. A mí me ocurre todo lo contrario. Cuando no tengo más que el sufrimiento puro, cuando el cielo se vuelve tan negro que no veo ni un solo claro entre las nubes, pues bien, hago de ello mi alegría.
El sufrimiento podrá llegar a límites extremos, pero estoy segura de que Dios nunca me abandonará.
Trae mucho bien consigo el sufrimiento. Nos lleva a ser observantes y caritativas.
Un día de carmelita pasado sin sufrir es un día perdido
Cuando las pruebas de papá, yo tenía un vehemente deseo de sufrir... Una noche en que sabía que había empeorado, sor María de los Angeles, al verme muy triste, intentaba consolarme lo mejor que podía; pero yo le dije: "creo que puedo sufrir todavía más». Ella me miró muy sorprendida y luego me lo recordó muchas veces.
He encontrado la felicidad y la alegría aquí en la tierra, pero únicamente en el sufrimiento, pues he sufrido mucho aquí abajo.
¡Mi vida es sufrir, y nada más! No puedo decir: Dios mío, esto por la Iglesia, Dios mío, esto por Francia... etc.... Dios sabe muy bien lo que tiene que hacer con ello; yo se lo he dado todo por complacerle.
No quisiera pedir nunca a Dios mayores sufrimientos. Si él hace que sean mayores, los soportaré gustosa y alegre, pues vendrán de su mano. Pero soy demasiado pequeña para tener fuerzas por mí misma. Si pidiese sufrimientos, serían sufrimientos míos, y tendría que soportarlos yo sola, y yo nunca he podido hacer nada sola.
No había pasado nunca una noche tan mala. ¡Qué bueno tiene que ser Dios para que yo pueda resistir todo lo que sufro! Nunca creí que pudiera sufrir tanto. Y no obstante, creo que todavía no he llegado al límite del sufrimiento. Pero él no me abandonará.
Mamaíta, ¡qué necesaria es la ayuda de Dios cuando se sufre tanto!
Ofrezco esos sufrimientos tan grandes para alcanzar la luz de la fe a los pobres incrédulos, y por todos los que viven alejados del credo de la Iglesia.
¡Nunca hubiera creído que fuese posible sufrir tanto! (no se le puso nunca ni una inyección de morfina) ¡Nunca! ¡Nunca! No puedo explicármelo, a no ser por los ardientes deseos que he tenido de salvar almas.
¡Qué fácil es desalentarse cuando uno está muy enfermo...! ¡Y qué bien comprendo que yo me desalentaría si no tuviese fe! O mejor, si no amase a Dios.
Junto a las enfermas hay que estar alegres. No tenéis que lamentaros como los que no tienen esperanza.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux
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