viernes, 17 de agosto de 2018

DIOS NO PONE LÍMITES A LA SANTIDAD, CARTA 83

 A Celina
5 de marzo de 1889 

J.M.J.T 

Jesús + 

Querida Celina: 

¡Imposible decirte cuánto bien me han hecho tus letras...! Ahora sí que eres de verdad el Lirio-siempreviva de Jesús. ¡Y qué contento está él de su lirio! ¡Con qué amor mira a esa su flor querida que no ama a nadie más que a él, que no tiene otro deseo que el de consolarlo...!  


Cada nuevo sufrimiento, cada angustia del corazón es como un ligero céfiro que lleva hasta Jesús el perfume de su lirio. Entonces él sonríe con amor y prepara enseguida una nueva amargura y llena el cáliz hasta los bordes, pensando que cuanto más crezca su lirio en el amor tanto más debe crecer también en el sufrimiento... 

¡Qué privilegio nos concede Jesús enviándonos un dolor tan grande! ¡No bastará toda una ETERNIDAD para agradecérselo! Nos colma de sus favores como colmó a los más grandes santos, ¿Por qué tan gran predilección...? Es un secreto que Jesús nos revelará en nuestra patria el día en que «enjugue todas las lágrimas de nuestros ojos»... 
CELINA Y TERESITA

Tiene que ser a mi alma (1) a quien hablo así, pues de otro modo no sería comprendida; pero es a ella a quien me dirijo, y ella adivina todos mis pensamientos. Sin embargo, lo que tal vez ella ignora es el amor que Jesús le tiene, un amor que lo pide TODO. 
Nada hay imposible para él, y no quiere poner límite alguno a la SANTIDAD de su lirio... ¡Su límite es no tenerlos...! ¿Y por qué los habría de tener...? Nosotros somos más grandes que todo el universo, y un día tendremos incluso una existencia divina... 

¡Y cómo agradezco a Jesús que haya plantado un lirio al lado de nuestro padre querido! Un lirio que no tiene miedo a nada, un lirio que prefiere morir antes que abandonar el campo glorioso donde el amor de Jesús le ha colocado... 

Ya no tenemos nada que esperar sobre la tierra, nada más que el sufrimiento y siempre el sufrimiento. Y cuando hayamos terminado, el sufrimiento seguirá aún allí tendiéndonos los brazos. ¡Qué suerte tan envidiable...! Los querubines en el cielo envidian nuestra dicha. 

Pero no era para esto para lo que yo quería escribir a mi Celina querida, sino para decirle que comunique a la señorita Paulina la desgracia que nos ha golpeado con la enfermedad de papá. ¡Ríete ahora de tu pobre Teresa que aborda el tema al final de la carta! 

¡Pobre Leonia! También a ella la quiero mucho, y sufre mucho más que nosotras, pues Jesús le ha dado menos. Pero a quienes ha dado mucho, mucho les pedirá. 

Tu hermanita, 

Teresa del Niño Jesús






NOTAS:
(1) A Celina

Fuente: Obras Completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.


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