sábado, 25 de agosto de 2018

ÚLTIMAS PALABRAS DE SOR TERESA DEL NIÑO JESÚS ( recogidas por sor María del Sagrado Corazón, su hermana María)


8 de julio:  

Le dije, a propósito de una novicia que la cansaba mucho: «¡Menudo combate el que tienes con ella! ¿Te da miedo?». 
-Un soldado nunca tiene miedo al combate, y yo soy un soldado. 
(Después de haber reprendido a la novicia:) 
¿No he dicho que moriré con las armas en la mano? 


Me han puesto en «la cama de la mala suerte», en una cama que te hace perder el tren. 
(Aludía a la madre Genoveva, que en aquella misma cama había recibido por tres veces la Unción de los Enfermos).


12 de julio:

-Si tuvieras que empezar a vivir otra vez, ¿qué harías? 

-Haría lo mismo que he hecho. 


13 de julio:

-¡Si supieras cuántos proyectos he hecho y cuántas cosas haré cuando esté en el cielo...! Comenzaré mi misión... 

-¿Y cuáles son tus proyectos? 

-Los proyectos de volver al lado de mis hermanitas, y de irme allá lejos a ayudar a los misioneros, y además el de impedir que los niños salvajes mueran sin bautizar. 

Le decía yo que, cuando ella se fuera, yo ya no tendría ánimos, a mi parecer, para dirigir a nadie una palabra, que caería en un estado de depresión. 

-Eso no está de acuerdo con la ley evangélica. Hay que hacerse todo a todos.


¿Y que tendrá que hacer tu madrinita? 

Elevarse por encima de todo lo que dicen las hermanas y de todo lo que hacen. Tendrás que vivir como si no estuvieras en el monasterio, como si no tuvieras que pasar aquí más que dos días. Si fuera así, te guardarías muy bien de decir lo que te desagrada, ya que tendrías que dejarlo. 

(Como estaba terminando de escribir estas palabras mientras tocaban para la Salve:) 

-Sería mejor, muchísimo mejor, perderte eso, y ser fiel al toque de la campana. ¡Si supierais qué importante es esto!

16 de julio:

Si Dios me dijese: "Si mueres ahora mismo, tendrás una gloria muy grande, pero si mueres a los 80 años tu gloria será mucho menor pero a mí me gustará mucho más", no vacilaría en contestarle: Dios mío, quiero morir a los 80 años, pues no busco mi gloria sino complacerte a ti. 

Los grandes santos trabajaron por la gloria de Dios, pero yo, que no soy más que un alma pequeñita, sólo trabajo por complacerle y por satisfacer sus caprichos, y sería feliz de soportar los mayores sufrimientos; aun cuando él no lo supiera, si eso fuese posible, y no por darle una gloria pasajera sino únicamente por saber que sólo con ello haría aflorar a su labios una sonrisa


 
25 de julio:

Inclinándome un poco, veía por la ventana el sol poniente que lanzaba sus últimos rayos sobre la naturaleza, y la cima de los árboles aparecía toda dorada. Y pensé: ¡Qué diferencia entre estar a la sombra o, al contrario, exponerse al sol del amor!...! En este último caso, todo parece dorado. En realidad, yo no lo soy, y dejaría inmediatamente de serlo si me alejase del Amor.
 

28 de julio:

Comentábamos que nos costaría mucho perder la recreación por cualquier otra que no fuera ella. Respondió sin pensárselo dos veces: 
-
¡Pues yo me sentiría feliz de hacer lo contrario! ¿No estamos en la tierra para sufrir? Pues entonces, cuanto más sufrimos, más felices somos... Se practica mucho mejor la caridad sirviendo a quien te cae menos simpático.
¡Qué mal sabemos llevar nuestros negocios en la tierra!


Le decía: ¡Qué felicidad morir después de haber pasado la vida en el amor! 

-Sí, pero también es necesario no faltar a la caridad con el prójimo.


29 de julio:

Yo le decía que una cierta musiquilla de santa Marta le había dado ocasión de merecer. Y me contestó enseguida: 

-¡Nada de merecer! Dar gusto a Dios... Si hubiese atesorado méritos, habría perdido muy pronto la esperanza.
 

1 de agosto:

No sé cómo haré para morir... Pero me abandono totalmente... ¡Que sea lo que Dios quiera!
 

10 de agosto:

Le decía: ¡Con todo lo que he pedido que no sufras mucho, y estás sufriendo tanto! 

Me contestó: 

Le he pedido a Dios que no escuche las oraciones que puedan suponer un obstáculo al cumplimiento de sus designios sobre mí y que haga desaparecer todos los obstáculos que se opongan a ellos.
 

11 de agosto:

-¿O sea que no podré desahogarme con la madre Inés de Jesús? 

-Sólo tendrías que hacerlo en el caso en que ella tenga necesidad de consuelo. Tú no debes hablarle nunca buscando tu consuelo mientras no sea ella la priora. Te aseguro que esto es lo yo he hecho siempre. Por ejemplo, nuestra Madre le había dado permiso a ella para hablar conmigo, pero yo no lo tenía, así que no le decía nada sobre mi alma. Creo que precisamente esto es lo que convierte la vida religiosa en un martirio. Sin ello, sería una vida fácil y sin méritos.
 

15 de agosto: 

El día 13, antes de recibir la sagrada comunión, se había emocionado mucho con el Confíteor que recitaba la comunidad. Y me dijo: 

-Cuando oía a todas las hermanas decir en mi lugar: Yo confieso a Dios, Padre todopoderoso, a la Bienaventurada Virgen María y a todos los santos, pensaba: Sí, es bueno pedir perdón a todos los santos... No puedo explicar mis sentimientos. Dios me hace sentir así lo pequeña que soy. ¡Y esto me hace tan feliz...! 
 

Le decía: Lo que más me duele es pensar que aún vas a sufrir mucho. 

-Pues a mí no, porque Dios me da lo que necesito. 


Decíamos: "Si Dios la llevase esta noche, se iría sin que nos diésemos cuenta... ¡ ¡Cómo lo sentiríamos! 

-¡Y a mí que me parecería muy gracioso que hiciera eso! Sería como robarme...
 

20 de agosto: 

-Nadie sabe lo que es sufrir así... No, hay que pasar por ello... 

Después de esta misma jornada, de continuos sufrimientos: 

-¡Ved qué bueno es Dios! Hoy no tenía fuerzas para toser, y casi no he tosido. Ahora que estoy un poco mejor, la tos va a empezar de nuevo. 

 

27 de agosto:

Le pregunté: ¿Quieres agua helada? 

-Sí, ¡me gustaría tanto...! 

Nuestra Madre te ha mandado pedir todo lo que necesites. Hazlo por obediencia. 

-Ya pido todo lo que necesito. 

¿Y no lo que te gusta? 

-No, sólo lo que necesito. Por eso, si no tengo uvas no las pediré. 

Un poco después de haber bebido, seguía mirando el vaso de agua. Yo le dije: Bebe un poco. 

-No, no tengo la lengua seca. 

Cuando pienso que, estando tan enferma como estás, todavía encuentras la manera de mortificarte... 

-¡Y qué quieres! Si me escuchase a mí misma, estaría todo el día bebiendo.
 

1 de septiembre: 

(A propósito de la madre H. del Sagrado Corazón, a quien había que prestarle numerosos pequeños servicios.) 

¡Cómo me hubiera gustado ser su enfermera! Tal vez me hubiese costado según la naturaleza, pero creo que la habría cuidado con mucho amor, porque pienso en aquello que dijo Nuestro Señor: "Estuve enfermo y me aliviasteis". 

 

8 de septiembre: 

¡Ah, la Santísima Virgen...! ¡No ha venido a buscarme...! 


17 de septiembre:

(A propósito del cementerio): 

A vosotras comprendo que os impresione un poco. ¡Pero a mí...! ¿Cómo me va a impresionar...? Meterán en la tierra algo simplemente muerto. No es como si estuviese en estado letárgico, eso sería cruel.
 

21 de septiembre: 

Yo deseaba oírle una palabra, algo así como se acordase del pasado y del cariño con que yo la había rodeado en su niñez. Apenas había cruzado por mi mente este pensamiento, cuando nos miró a la madre Inés y a mí con los ojos llenos de lágrimas, diciendo: 

-¡Hermanitas..., vosotras sois las que me educasteis...!


25 de septiembre: 

Yo la estaba mirando con ternura. 
 
Madrina, ¡qué preciosa eres cuando tu rostro se ilumina con un rayo de amor...! ¡Es tan puro! 




30 de septiembre:

Sí, es el sufrimiento puro, pues no hay en él el menor consuelo... ¡No, ni el más mínimo! 

¡¡¡Dios mío!!! Sin embargo, sí, lo amo a Dios... ¡Querida Santísima Virgen, ven en mi auxilio! 

Si esto es la agonía, ¡qué será la muerte...! 

¡Madrecita querida, te aseguro que el vaso está lleno hasta el borde! 

¡Sí, Dios mío, todo lo que quieras...! ¡Pero ten compasión de mí! 

Hermanitas..., hermanitas... ¡Dios mío...! ¡Dios mío, ten compasión de mí! ¡No puedo más..., no puedo más! Y sin embargo, tengo que resistir... Estoy... estoy vencida... No, nunca hubiera creído que se pudiese sufrir tanto... ¡Nunca! ¡Nunca! 

Madre, ya no creo en la muerte para mí... ¡Creo en el sufrimiento! 

¿Y mañana será todavía peor? Bueno, ¡pues mejor que mejor! 

Ultimas palabras, mirando al crucifijo: 

¡Sí!, lo amo... 

¡Dios mío..., te amo!
 


Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.



 

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