lunes, 17 de agosto de 2020

BILLETE DE SU PROFESIÓN


8 de septiembre de 1890 

¡Oh Jesús, divino esposo mío <1>!, que nunca pierda yo la segunda vestidura de mi bautismo <2>. Llévame antes de que cometa la más leve falta voluntaria. 

Que nunca busque yo, y que nunca encuentre, cosa alguna fuera de ti; que las criaturas no sean nada para mí y que yo no sea nada para ellas, sino que tú, Jesús ¡lo seas todo <3>...! 

Que las cosas de la tierra no lleguen nunca a turbar mi alma, y que nada turbe mi paz. Jesús, no te pido más que la paz, y también el amor, un amor infinito y sin más límites que tú mismo, un amor cuyo centro no sea yo sino tú <4>, Jesús mío. 

Jesús, que yo muera mártir <5> por ti, con el martirio del corazón o con el del cuerpo, o mejor con los dos... Concédeme cumplir mis votos con toda perfección, y hazme comprender cómo debe ser una esposa tuya.

Haz que nunca sea yo una carga para la comunidad, sino que nadie se ocupe de mí, que me vea pisada y olvidada <6> como un granito de arena tuyo, Jesús. 

Que se cumpla en mí perfectamente tu voluntad, y que yo llegue al lugar que tú has ido por delante a prepararme... Jesús, haz que yo salve muchas almas, que hoy no se condene ni una sola y que todas las almas del purgatorio alcancen la salvación <8>... Jesús, perdóname si digo cosas que no debiera decir, sólo quiero alegrarte< 9> y consolarte. 


NOTAS 

Documento: autógrafo. - Fecha: para el 8 de noviembre de 1890. - Publicación: HA 98, pp. 127s (retocada) y Manuscrits autobiographiques, 1957. Sobre las disposiciones interiores de Teresa en el momento de su profesión, cf Ms A 75rº/77vº y las que cartas que escribió durante los ejercicios espirituales de diez días previos a la misma (Cta 110-117). Al escribir este billete, Teresa hace suya una tradición del Carmelo. Era costumbre en aquel tiempo que la novicia en la toma de hábito -o la profesa el día de su profesión- llevase sobre su pecho un billete de esa índole, en el que pedía para sí y para sus amigos las gracias que deseaba alcanzar. Una tradición aseguraba que todas las peticiones que se hacían en el momento de la postración solemne, con los brazos en cruz, sobre la alfombra de buriel, serían escuchadas.  

<1> La profesión consagra a Teresa como «esposa» de Jesús. Este tema recurre a menudo bajo su pluma, especialmente en la correspondencia con Celina. 

<2> Una larga tradición espiritual ve en la profesión religiosa un «segundo bautismo», que devuelve al alma su «vestidura de inocencia» (Or 5); cf Cta 114 y Ms a 70 rº. 

<3> Eco, sin duda, de la Imitación de Cristo, pero también de san Juan de la Cruz de quien Teresa se fue impregnando a lo largo de todo el año 1890 (cf Ms A 83rº). 

<4> Bajo un vocabulario muy sencillo, Teresa pide en realidad la «transformación de amor» por la que el Amado y el alma «el uno da posesión de sí al otro y cada uno se deja y trueca por el otro» (Cántico Espiritual, B, canc. 12, 7). 

<5> Uno de los profundos deseos de Teresa desde su misma infancia; cf Ms B 3rº. En 1896 afirmará que esos «deseos de martirio no son nada» (Cta 197). Sin embargo, sufrirá el «martirio del cuerpo» por la enfermedad, y el «martirio del corazón» de múltiples maneras (cf Cta 167 y 213). 

<6> La constante aspiración de Teresa; cf Cta 95, 103, 176; Ms A 71rº; P 15,7; etc. 

<7> Uno de símbolos preferidos de Teresa desde marzo de 1888; cf Cta 45 y 111. Pero después de su profesión sólo volverá a aparecer en junio de 1897 (Ms C 2vº). 

<8> Ya en su toma de hábito expresaba Teresa este mismo deseo (Cta 74). En el examen canónico, el 2 de septiembre de 1890, insiste en la orientación apostólica de su vocación: «salvar almas» (Ms A 69vº). Y hasta en la enfermería conservará Teresa el preocupación por las «almas del purgatorio»; CA 18.5.2; 6.8.4; 11.9.5, etc. En fecha desconocida, había hecho el «acto heroico» (o renuncia a sus méritos) en favor de esas almas (cf PA, pp. 178 y 286s). <9> Ser la alegría de Jesús, agradarle, hacerle feliz, consolarle: ése es el último resorte de toda la existencia de Teresa.