miércoles, 28 de marzo de 2018

MARAVILLOSA IDEA DE SANTA TERESITA PARA NO QUEJARSE EN EL DOLOR

Teresita:
«Cuando yo te diga: «Sufro», tú responderás: «Me alegro». Yo no tengo valor para hacerlo, así que tú terminarás lo que quiero decir». 


Celina (Sor Inés de Jesús):

La opresión en aquel momento era muy fuerte, y, para ayudarse a respirar, decía, como si desgranase un rosario: «Sufro, sufro...»; pero pronto se lo reprochó, como si hubiera sido una queja, y me dijo eso que acabo de escribir. 



Fuente: 
Obras completas, santa Teresa de Lisieux


 

TERESITA ACEPTA SUFRIR POR SU HERMANA CELINA

Celina cuenta:
Habiéndome levantado muy de madrugada, encontré a mi querida hermanita pálida y desfigurada por el sufrimiento y por la angustia. Me dijo: 

«El demonio ronda a mi alrededor. No lo veo, pero lo siento... Me atormenta, me agarra como con una mano de hierro para impedirme tener el más ligero alivio, aumenta mis dolores para que me desespere... ¡Y no puedo rezar! Sólo puedo mirar a la Santísima Virgen y decir: ¡Jesús...! ¡Cuán necesaria es la oración de Completas: «Procul recedant somnia el noctium fantasmata»! Líbranos de los fantasmas de la noche. 

Siento algo misterioso... Hasta ahora me dolía sobre todo el costado derecho; pero Dios me preguntó si quería sufrir por ti, y yo le contesté inmediatamente que sí... En ese mismo momento, comenzó a dolerme el costado izquierdo con increíble intensidad... ¡Sufro por ti, y el demonio no lo quiere!». 

Profundamente impresionada, encendí un cirio bendito y poco después recobró la calma, pero sin que se le pasara ese nuevo sufrimiento físico. 

Desde entonces, llamaba al costado derecho «el costado de Teresa» y al costado izquierdo «el costado de Celina».


CELINA Y TERESA

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.


martes, 27 de marzo de 2018

MUERTE DE MAMÁ (EN LOS BUISSONNETS, 1877 - 1881) MANUSCRITO A



Todos los detalles de la enfermedad de nuestra querida madre siguen todavía vivos en mi corazón. Me acuerdo, sobre todo, de las últimas semanas que pasó en la tierra.
Celina y yo vivíamos como dos pobres desterradas. Todas las mañanas, venía a buscarnos la señora de Leriche y pasábamos el día en su casa. Un día, no habíamos tenido tiempo de rezar nuestras oraciones antes de salir, y por el camino Celina me dijo muy bajito: -«¿Tenemos que decirle que no hemos rezado...» -«Sí», le contesté, y entonces ella se lo dijo muy tímidamente a la señora de Leriche, que nos respondió: -«Bien, hijitas, ahora las haréis». Y dejándonos solas en una habitación muy grande, se fue... Entonces Celina me miró y dijimos: «¡Ay, no es como con mamá...! Ella nos hacía rezar todos los días...» 

CELIA GUÉRIN, MADRE DE SANTA TERESITA

Cuando jugábamos con las niñas, nos perseguía de continuo el recuerdo de nuestra madre querida. Una vez que a Celina le dieron un albaricoque, se inclinó hacia mí y me dijo muy bajito: «No lo comeremos, se lo daré a mamá». Pero, ¡ay!, nuestra pobre mamaíta estaba ya demasiado enferma para comer las frutas de la tierra. Ya sólo en el cielo podría saciarse con la gloria de Dios y beber con Jesús el vino misterioso del que él habló en la última cena cuando dijo que lo compartiría con nosotros en el reino de su Padre. 

También la impresionante ceremonia de la unción de los enfermos se quedó grabada en mi alma. Aún veo el lugar donde yo estaba, al lado de Celina. Estábamos las cinco colocadas por orden de edad, y nuestro pobre papaíto estaba también allí sollozando... 

El día de la muerte de mamá, o al día siguiente, me cogió en brazos, diciéndome: «Ve a besar por última vez a tu pobre mamaíta». Y yo, sin decir nada, acerqué mis labios a la frente de mi madre querida... 





 No recuerdo haber llorado mucho. No le hablaba a nadie de los profundos sentimientos que me embargaban... Miraba y escuchaba en silencio... Nadie tenía tiempo para ocuparse de mí, así que vi muchas cosas que hubieran querido ocultarme. En un determinado momento, me encontré frente a la tapa del ataúd... Estuve un largo rato contemplándolo. Nunca había visto ninguno. Sin embargo, comprendía... Era yo tan pequeña, que, a pesar de la baja estatura de mamá, tuve que levantar la cabeza para verlo entero, y me pareció muy grande... y muy triste... 



Quince años más tarde, me encontré delante de otro ataúd, el de la madre Genoveva . Era del mismo tamaño que el de mamá, ¡y me pareció estar volviendo a los días de mi infancia...! Todos los recuerdos se agolparon en mi mente. Era la misma Teresita la que miraba; pero ahora había crecido y el ataúd le parecía pequeño: ya no necesitaba levantar la cabeza para verlo, tan sólo la levantaba para contemplar el cielo, que le parecía muy alegre, porque todas sus pruebas se habían terminado y el invierno de su alma había pasado para siempre...

El día en que la Iglesia bendijo los restos mortales de nuestra mamaíta del cielo, Dios quiso darme otra madre en la tierra, y quiso que yo misma la eligiese libremente. Estábamos juntas las cinco, mirándonos entristecidas. También Luisa estaba allí, y al vernos a Celina y a mí, dijo: «¡Pobrecitas, ya no tenéis madre!» Entonces Celina se echó en brazos de María, diciendo: «¡Bueno, tú serás mi mamá!» Yo estaba acostumbrada a imitarla en todo; sin embargo, me volví hacia ti, Madre mía, y como si el futuro hubiera rasgado ya su velo, me eché en tus brazos, exclamando: «¡Pues mi mamá será Paulina! » 



PAULINA
Tengo que decirte, Madre, que a partir de la muerte de mamá, mi temperamento feliz cambió por completo. Yo, tan vivaracha y efusiva, me hice tímida y callada y extremadamente sensible. Bastaba un mirada para que prorrumpiese en lágrimas, sólo estaba contenta cuando nadie se ocupaba de mí, no podía soportar la compañía de personas extrañas y sólo en la intimidad del hogar volvía a encontrar mi alegría.

Sin embargo, seguía rodeada de la mas delicada ternura.. El corazón tan tierno de papá había añadido al amor que ya tenía un amor verdaderamente maternal... Y tú, Madre, y María ¿no erais para mí las más tiernas y desinteresadas de las madres...? No, si Dios no hubiese prodigado a su florecilla esos sus rayos bienhechores, nunca ella hubiera podido aclimatarse a la tierra, pues era todavía demasiado débil para soportar las lluvias y las tormentas, y necesitaba calor, el suave rocío y las brisas de primavera. Nunca le faltaron todas esas ayudas, Jesús hizo que las encontrase incluso bajo la nieve del sufrimiento. 





Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux

 

viernes, 23 de marzo de 2018

PLEGARIA DE LA HIJA DE UN SANTO (Poesía de santa Teresita a su padre)


Recuerda que en la tierra, en otro tiempo,
en querernos cifrabas tu delicia.
Dígnate ahora oír nuestra plegaria, protégenos, y sigue bendiciéndonos.
Hoy vuelves a encontrar allá arriba,
en el cielo, a nuestra amada madre,
que hace tiempo llegó a la patria santa.
Allí reináis los dos.
Velad por vuestras hijas.


 Acuérdate de tu María (1) ardiente, 
de tu fiel corazón la más querida.
Recuerda que su amor llenó toda tu vida
de encanto, gozo y gracia.
Por Dios tú renunciaste a su dulce presencia, y bendijiste la divina mano que el sufrimiento en pago te ofrecía.
De tu Diamante (2) bello,
cuyos reflejos cada vez más brillan, ¡acuérdate!


 Acuérdate de tu maravillosa Perla fina (3),
 
a quien tú conociste tierno, débil y tímido
cordero. Mírale ahora fuerte, divinamente
fuerte, y conduciendo del Carmelo
santo al pequeño rebaño (4).
Hoy es ella la madre de tus hijas,
ven y conduce a la que tanto quieres...
Y, sin dejar el cielo, de tu amado Carmelo ¡acuérdate!


 Acuérdate de la oración ferviente

que un día formulaste por tu tercera hija (5).  
¡Dios la escuchó! Ella es, igual que sus
hermanas, un lirio que brilla sin igual. 
Ya la Visitación la esconde
y cela a los ojos del mundo y su malicia. 
Ama al Señor, y ya su paz la inunda,
su dulce paz y su quietud divina.
De sus ardientes
suspiros y deseos ¡acuérdate!


 Acuérdate de tu leal Celina,
de la que fue tu ángel, como un ángel del cielo cuando en tu rostro de elegido insigne se posó la mirada de la faz divina.
Tú reinas ya en el cielo..., su tarea a tu lado está cumplida, y ahora a Jesús consagra ella gozosa su servicio, su amor, toda su vida. Protege a tu hija, que con frecuencia dice: ¡acuérdate!


 Acuérdate también de tu Reinecita, 
de la que fue «la Huérfana de la Bérézina» (6). Recuerda que tu mano en su camino incierto le fue guía. Recuerda que en las horas de su infancia para Dios conservaba su alma limpia. De sus bucles de oro que encantaban tus ojos, ¡acuérdate!


 Recuerda que en la paz del mirador  gustabas de sentarla en tus rodillas, y en ellas, murmurando una plegaria,
con tus dulces canciones la mecías.
En tu rostro un reflejo del cielo ella veía cuando, al mirar tus ojos en el lejano espacio se perdían... y de la eternidad cantabas la belleza. ¡Acuérdate!


 Recuerda aquel domingo luminoso:
unida a ti tu Reina, en apretado y paternal abrazo, le diste aquella florecilla blanca,
y con ella, el permiso de volar al Carmelo. Recuerda, ¡oh padre!, que en sus grandes pruebas, del más sincero amor pruebas le diste. En Bayeux, luego en Roma, le mostraste los cielos. ¡Acuérdate!


 Recuerda que la mano del Santo Padre, en Roma, sobre tu noble frente se posó; mas no pudiste comprender entonces el oscuro misterio doloroso que aquel sello divino en ti imprimía... Ahora tus hijas te alzan su plegaria, y bendices tu cruz y tu dolor amargo. En tu frente gloriosa nueve rayos de cielo se iluminan, ¡nueve lirios en flor!




Notas:
(1) Que María, la hermana mayor, sea la preferida de su padre no es un secreto para ninguna de sus hermanas.

(2) Sobrenombre que el señor Martin daba a María y que Teresa usa con frecuencia en las cartas que escribe a su padre.

(3) Sobrenombre que el señor Martin daba a Paulina. 

 (4) Paulina (Inés en religión) había sido elegida priora el 20 de febrero de 1893.

 (5) Leonia, entonces en la Visitación de Caen. 

 (6)  Dos sobrenombres que el señor Martin daba a Teresa.


EL SUEÑO DE JUANA DE ARCO EN PRISIÓN, TAREA ESCOLAR DE SANTA TERESITA



Junio de 1887. Ejercicio de redacción

Juana de Arco está en Rouen. Está allí, en su prisión, y pide perdón para sus verdugos, para los ingleses que la han condenado tan injustamente. Pide perdón también para el rey, para aquel rey que, en vez de la gratitud que debe a la generosa heroína, sólo tiene para ella olvido e indiferencia.

¡Cómo debe de sangrar su corazón cuando, sola y abandonada en su prisión, se acuerda de sus victorias y de sus triunfos! Entonces todo el mundo la aclamaba, veía como las multitudes se apretujaban emocionadas a su paso. Pero hoy todos la abandonan, y no ve más que olvido e indiferencia.


Sin embargo, Juana no pierde el valor. Su espíritu está sereno, su confianza en Dios no tiene límites, posee la paz del corazón, da muestras de una conciencia pura. Sus enemigos podrán quitarle la vida, pero aunque todos se unan contra ella no lograrán quitarle lo que tiene de más precioso en la tierra. Se duerme con la conciencia tranquila.

Es la víspera de su muerte, pero ¿qué le importa a Dios la muerte?, mañana estará con él. En sus sueños, Juana no ve sus victorias, no consigue nuevos triunfos; se ve transportada a los lugares queridos de su juventud, está en Domrémy, y allí vuelve a ver su rebaño ya sus queridas compañeras, vuelve a jugar los juegos de su niñez, pasa momentos felices con sus familiares, saluda el paisaje que tantas veces contemplaron sus ojos: el vallecito, el río plateado, las verdes praderas, la iglesita donde tantas veces escuchó las voces de sus santos preferidos.
En el pueblo la reciben entre transportes de alegría; sus ancianos padres yerguen orgullosos sus blancas cabezas. Juana se encuentra en el colmo de la felicidad. Pero de pronto resuenan fuertes pasos bajo las bóvedas sonoras: son los del carcelero que viene a buscar a la prisionera. Juana se levanta valerosa, fortalecida por su sueño bendito, y se va a coronar en los cielos el sueño que había comenzado en la tierra, y que ya no conocerá interrupciones.
Su sueño se convertirá en realidad, durante toda la eternidad gozará de la visión de Dios y volverá a encontrar a su padres a los que tanto había amado en la tierra, y ya nunca se separará de ellos.

Este «sueño de Juana de Arco» es una tarea escolar, probablemente de junio de 1887, siguiendo el borrador detallados de un Tratado de narraciones; cf Récréations, p. 320, donde apareció este texto por primera vez. 

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux

 
 

jueves, 22 de marzo de 2018

TERESITA SUEÑA CON VIVIR EN EL CAMPO (redacción que hace en su niñez)


Si mis sueños se hacen realidad, un día iré a vivir en el campo. Cuando pienso en ese proyecto, me siento transportada en el espíritu a una casita encantadora o a un chalet muy soleado. Todas las habitaciones miran al mar, pues mi casita estaría en un pueblecito a la orilla del mar.
Escogería uno aislado, sin más habitantes que algunos viejos marineros y algunas pobres gentes por el estilo. Podría satisfacer mis gustos y a la vez hacer mucho bien en el pueblecito.

Me gustaría que mi casa fuese lo más pequeña posible. Tendría simplemente una planta, en la planta baja una cocina y un comedor; en el primer piso un dormitorio, un pequeño cuarto de baño y una sala, todo para una sola persona; y finalmente, en el tercer piso, un granero y una buhardilla. 

Olvidé decir que debajo de la casa me gustaría tener un bodega bien provista, para socorrer a los pobres y fortalecerlos con vino generoso; y detrás de la casa, un pequeño leñero. El jardín sería bastante grande, con un pequeño invernadero y un cobertizo al fondo. Detrás del jardín, una pradera con un establo en la que habría una vaquita bretona y un asno.




Tendría también algunos corderitos, pollos y una gran pajarera. El invernadero estaría siempre lleno de hermosas flores. Tendría un barquito para poder darme de cuando en cuando un paseo por el mar.
Mi casa no estaría lejos de la iglesia, para poder ir todas las mañanas a Misa; e inmediatamente después, montada en el asno, iría a visitar a los pobres del pueblo y les llevaría provisiones y medicinas.

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux

miércoles, 21 de marzo de 2018

PRECIOSA REFLEXIÓN DE SANTA TERESITA SOBRE SAN JOSÉ


¡San José! ¿Quién se atreverá a pregonar sus alabanzas? ¿Quién podrá contar su vida y sus méritos?

El Evangelio, al hablar de san José, no dice más que una cosa: que era un hombre justo y temeroso de Dios.

Jesús quiso correr un velo misterioso sobre la vida de aquel a quien llamaba padre, con el fin de que las acciones de José fuesen sólo para él.

Pero, con todo, a través de ese velo, Jesús nos permite distinguir algunos rasgos de la grandeza de alma de san José.
San José siempre correspondió a las gracias divinas y nunca le pareció demasiado dura hacer la voluntad de Dios.

¡Qué ejemplo de fe nos da san José! Apenas el ángel le dijo que huyese con Jesús y María, se levanta y se pone en camino. Su vida está llena de acciones semejantes a ésta, obedeciendo siempre a los deseos de Dios.

¡Y qué poder no tendrá san José ante el que él alimentó durante su vida mortal...! Sí, vayamos con confianza a José. Jesús mismo nos lo recomienda, pues no puede negar nada al que durante su existencia buscó siempre agradarle.

¡Gran santo!, tú que todo lo puedes ante Jesús, ablanda su corazón en favor de la pobre Francia y pídele que no aleje de ella su gracia, recuérdale que Francia es la hija primogénita de la Iglesia. 



Fuente:
Obras completas, escritos varios, santa Teresa de Lisieux


 

SUEÑO DE TERESITA SOBRE CELINA (EL CORDERO)


Teresita me contó este sueño que había tenido poco antes de caer enferma: 

«Tú estabas a la orilla del mar con dos personas que yo no conocía. Una de ellas propuso dar un paseo, pero ella y su compañera eran muy avaras y dijeron que había que alquilar un cordero en vez de un burro para montaros las tres juntas en él. Pero cuando tú lo viste cargado con ellas dos, dijiste que tú irías a pie. 

El pobre cordero fue salvando a duras penas todos los obstáculos y, no pudiendo más, cayó agotado bajo la carga. 

Entonces, en un recodo del camino, se presentó ante ti un precioso corderito todo blanco que se ofreció a llevarte. Y entonces comprendiste que él te sostendría durante el viaje de la vida. Luego, el corderito añadió: «¿Y sabes?, quiero palpitar también dentro de ti...». 

Después comprendí que aquella era la recompensa por la caridad que habías tenido con aquellas dos personas al soportarlas sin quejarte. Por eso el mismo Jesús vino a entregarse a ti». 






Fuente: Obras completas, últimas conversaciones, santa Teresa de Lisieux


 

CONFIANZA DE SANTA TERESITA EN LA BONDAD DE DIOS


Celina:
Y volviendo a mi tema favorito: «¿Crees que puedo seguir esperando estar contigo en el cielo? Me parece imposible, es como si se hiciera concursar a un manco para coger algo que está en lo alto de una cucaña» 


Teresita: 
Sí, pero... ¿y si hay allí un gigante que coge en brazos al manco lo levanta muy alto y él mismo le da el objeto deseado? 
Pues eso es lo que Dios hará contigo. Pero no tienes que preocuparte por ello, basta que digas a Dios: «Sé muy bien que nunca seré digna de lo que espero, pero te tiendo la mano como un pobre mendigo y estoy segura de que me escucharás plenamente, ¡pues eres tan bueno...!». 



Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux (últimas conversaciones)


 

martes, 20 de marzo de 2018

TERESITA ESCRIBE AL VICARIO PARA QUE LE DE PERMISO PARA ENTRAR AL CARMELO, CARTA 39

ABATE RÉVÉRONY

Al abate Révérony 

Lisieux, 16 de diciembre de 1887 

Señor Vicario General: 

Acabo de escribir a Monseñor. Papá y mi tío me han dado permiso para hacerlo. Sigo esperando con confianza el «sí» del Niño Jesús. 

Señor Abate, no faltan más que ocho días para navidad. Pero cuando más se acerca la fecha, mayor es mi esperanza; tal vez sea temeridad, pero, no obstante, me parece que es realmente Jesús quien habla en mi interior. 

Todas las distracciones del viaje a Roma no lograron apartar ni un solo instante de mi espíritu el deseo ardiente de unirme a Jesús. ¿A qué llamarme tan fuerte para luego dejarme languidecer lejos de él? 

Señor Abate, espero que usted haya abogado en favor mío ante Monseñor, como me prometió.


Si Jesús me consoló en mis pruebas, fue por medio de usted; y si entro en el Carmelo para Navidad, sé que a usted se lo deberé. Pero no soy ingrata, y toda mi vida lo recordaré. 

Le pido humildemente, Señor Vicario General, que se digne bendecir a  Su respetuosísima y agradecida servidora, 


Teresa Martin  




Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

viernes, 16 de marzo de 2018

CANTO DE GRATITUD A LA VIRGEN DEL CARMEN


Desde el primer instante de mi vida
me tomaste en tus brazos,
y desde aquel momento, amada Madre mía,
me das tu protección aquí en la tierra.

Para guardar intacta mi inocencia,
me escondiste en un blando y dulce nido,
custodiaste mi infancia a la sombra bendita
de un retirado claustro.

  Y más tarde, al llegar mi juventud
a sus primeros días, escuché la llamada de Jesús. Me mostraste el Carmelo con ternura inefable. «Ven a inmolarte por tu Salvador -me decías entonces con dulzura-.
Cerca de mí te sentirás dichosa,
ven a inmolarte con tu Salvador».

 Cerca de ti, oh tierna Madre mía,
he encontrado la paz del corazón;
en esta tierra nada más deseo,
sólo Jesús es toda mi ventura.

Si alguna vez me asaltan la tristeza o el miedo,
en mi debilidad tú me sostienes y siempre,
Madre mía, me bendices.

 Otórgame la gracia de mantenerme
fiel a mi divino Esposo, Jesús.
Para que un día su dulce voz
yo escuche, cuando a volar me invite
y a sentarme entre sus elegidos.

Entonces ya no habrá ni más destierro
ni más sufrimiento. Ya en el cielo,
yo volveré a cantarte mi amor y gratitud,
amable y dulce Reina del Carmelo.



16 de julio de 1894
 
Notas: 
Compuesta para: sor Marta de Jesús, con motivo de sus veintinueve años.
Unos versos sencillos, cuyo interés es más histórico que poético. Destacan la delicadeza de Teresa para con su novicia (huérfana desde los ocho años) y nos ofrecen mas información acerca de la personalidad de ésta última que acerca de la vida mariana de la autora. Notemos, no obstante que ya aquí María aparece como «más Madre que Reina"

 
Fuente: Poesías, obras completas de santa Teresa de Lisieux




 

REFLEXIÓN DE SANTA TERESITA SOBRE LA NAVIDAD


Finales de diciembre de 1886 - Comienzos de enero de 1887. Ejercicio de redacción
(después de la gracia de Navidad de 1886)

José Jesús ¡¡¡María!!! ¡¡¡Navidad!!!

La hermosa fiesta de Navidad es el aniversario del nacimiento de Jesús, nuestro Redentor, que vino al mundo en la noche del 25 de diciembre de 4004.


Jesús, para salvar a los hombres, quiso nacer más pobre que los pobres. Aunque para salvar al género humano le habría bastado con derramar una sola gota de su sangre, quiso hacerse niño pequeñito y nacer en un establo, sin que hubiera para cubrirlo más que unos pañales prestados y para calentar sus delicados miembrecitos un buey y una mula.

¿Quién logrará nunca entender este misterio de amor? Todo un Dios baja del cielo, donde es adorado y alabado, para salvar a un criatura ingrata y culpable.
¿Cómo podremos alabar y agradecer lo suficiente a este Niñito que viene a nosotros y que, en recompensa por todo lo que hace por nosotros,
no nos pide más que nos entreguemos a él sin reservas?

¿Quién, Jesús, se atreverá a negarte este corazón que tan merecidamente has conquistado y al que has amado hasta hacerte semejante a él y dejarte luego crucificar por unos verdugos despiadados?

Además, eso no te pareció todavía suficiente: tuviste que quedarte para siempre cerca de tu criatura, y desde hace diez y ocho centenares de años estás prisionero de amor en la santa y adorable Eucaristía. 






 

martes, 13 de marzo de 2018

SANTA TERESITA CONSUELA A CELINA CON UN CÁNTICO A SAN JOSÉ

(Cuenta Celina):
En mis primeros años de vida religiosa asistí a una verdadera destrucción de mi naturaleza; no veía en torno a mí más que ruinas, y esto hacía que me lamentase con frecuencia. En una de esas ocasiones, la oí cantar (a Teresita): 

 «Chacha imperfecta en la tierra, ¡serás perfecta en el cielo!» . 

 La melodía de estas dos últimas líneas es la de un canto a san José: «José, desconocido en la tierra, 
¡qué grande eres en el cielo!» (ter). 

La primera estrofa de este canto comenzaba así: «Sangre noble corría por tus venas...», y el primer verso del estribillo: «La gloria del hombre es pasajera».  





Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, últimas conversaciones.


sábado, 10 de marzo de 2018

CARTA DE TERESITA AL ABATE RÉVÉRONY PARA QUE INTERCEDA POR ELLA PARA ENTRAR EN EL CARMELO

Cta 39 Al abate Révérony 

Lisieux, 16 de diciembre de 1887 

Señor Vicario General: 

Acabo de escribir a Monseñor. Papá y mi tío me han dado permiso para hacerlo. Sigo esperando con confianza el «sí» del Niño Jesús. 

Señor Abate, no faltan más que ocho días para navidad. Pero cuando más se acerca la fecha, mayor es mi esperanza; tal vez sea temeridad, pero, no obstante, me parece que es realmente Jesús quien habla en mi interior. 

Todas las distracciones del viaje a Roma no lograron apartar ni un solo instante de mi espíritu el deseo ardiente de unirme a Jesús. ¿A qué llamarme tan fuerte para luego dejarme languidecer lejos de él?  


Señor Abate, espero que usted haya abogado en favor mío ante Monseñor, como me prometió. Si Jesús me consoló en mis pruebas, fue por medio de usted; y si entro en el Carmelo para Navidad, sé que a usted se lo deberé. Pero no soy ingrata, y toda mi vida lo recordaré. 

Le pido humildemente, Señor Vicario General, que se digne bendecir a  Su respetuosísima y agradecida servidora, 

Teresa Martin  




Fuente: Obras Completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.




miércoles, 7 de marzo de 2018

PENSAMIENTOS DE SANTA TERESITA SOBRE EL CIELO, VERDADERO AMOR A DIOS


Me he formado una idea tan alta del cielo, que a veces me pregunto cómo se las arreglará Dios, después de mi muerte, para sorprenderme.
Mi esperanza es tan grande y es para mí motivo de tanta alegría, no por el sentimiento, sino por la fe, que necesitaré algo por encima de todo pensamiento para saciarme plenamente.
Preferiría vivir en eterna esperanza a sentirme decepcionada. 

 En fin, pienso ya desde ahora que, si no me siento suficientemente sorprendida, aparentaré estarlo por complacer a Dios.

No habrá peligro alguno de que le haga ver mi decepción; sabré ingeniármelas para que él no se dé cuenta.
Por lo demás, me las arreglaré siempre para ser feliz. Para lograrlo, tengo mis pequeños trucos, que tú ya conoces y que son infalibles... Además, con sólo ver feliz a Dios, bastará para que yo me sienta plenamente feliz.  
 




 

jueves, 1 de marzo de 2018

SANTA TERESITA HABLA AL PAPA DE SU VOCACIÓN, CARTA 36

SANTA TERESITA Y LEÓN XIII


A sor Inés de Jesús  20 de noviembre de 1887 

Querida Paulina: 

Dios me está haciendo por muchas pruebas antes de entrar en el Carmelo. Voy a contarte cómo se ha desarrollado la visita del Papa. ¡Paulina del alma!, si hubieses podido leer en mi corazón, habrías visto en su interior una gran confianza. Creo haber hecho lo que Dios quería de mí. Ahora lo único que me queda es rezar. 

Monseñor no estaba allí (se refiere a Mons. Germain, de Coutances, que presidía la peregrinación de las dos diócesis)

el Sr. Révérony hacía sus veces.

Para hacerte una idea de la audiencia, sería necesario que hubieses estado allí. 
 El Papa estaba sentado en un sillón muy alto.

El Sr. Révérony estaba muy cerca de él, miraba a los peregrinos que pasaban ante el Papa besándole el pie, y luego decía al Santo Padre unas palabras sobre algunos de ellos. Puedes imaginarte cuán fuertemente me latía el corazón al ver que me llegaba el turno, pero yo no quería volverme sin haber hablado al Papa.

Dije lo que tú me decías en tu carta, pero no todo, porque el Sr. Révérony no me dio tiempo.
Dijo enseguida: «Santísimo Padre, se trata de una niña que quiere entrar en el Carmelo a los quince años, pero los superiores se están ocupando ya de ello».
(El Papa es tan anciano, que se diría que está muerto. Yo nunca lo había imaginado así. Y no puede decir casi nada: es el Sr. Révérony quien habla.) Yo hubiera querido poder explicar mi problema, pero no hubo forma de poder hacerlo. El Santo Padre me dijo simplemente: «Si Dios lo quiere, entrarás». Después me hicieron pasar a otra sala. 

¡Ay, Paulina!, no puedo decirte lo que sentí, estaba como aniquilada, me sentía abandonada, y, además, estoy tan lejos, tan lejos... Luego lloraría mucho al escribir esta carta, tengo el corazón destrozado. Sin embargo, Dios no puede mandarme pruebas que estén por encima de mis fuerzas.


Él me ha dado valor para soportar esta prueba, ¡que es muy grande! Pero, Paulina, yo soy la pelotita del Niño Jesús; si él quiere romper su juguete, es muy dueño de hacerlo. Sí, acepto todo lo que él quiera. 

No he escrito, en absoluto lo que quería, no puedo escribir estas cosas: necesitaría hablar, y, además, tú no leerás mi carta hasta dentro de tres días. ¡Paulina, no tengo más que a Dios, sólo a Dios, sólo a Dios...! 

Adiós, Paulina querida, no puedo decirte más, tengo miedo a que venga papá y me pida leer mi carta, y eso es imposible. Ruega por tu hijita 

Teresita
 

Me gustaría escribir a mi Madre querida, pero esta noche no puedo. Pídele que rece por su pobre Teresita. 

Dale un fuerte abrazo de mi parte a mi querida María; escribo esta carta también para ella, pero prefiero hablar sólo a una persona, espero que ella sabrá comprender a su Teresita. 

No tengo tiempo para repasar la carta; seguro que va llena de faltas, perdóname.  








Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.