¡San José! ¿Quién se atreverá a pregonar sus alabanzas? ¿Quién podrá contar su vida y sus méritos?
El Evangelio, al hablar de san José, no dice más que una cosa: que era un hombre justo y temeroso de Dios.
Jesús quiso correr un velo misterioso sobre la vida de aquel a quien llamaba padre, con el fin de que las acciones de José fuesen sólo para él.
Pero, con todo, a través de ese velo, Jesús nos permite distinguir algunos rasgos de la grandeza de alma de san José.
San José siempre correspondió a las gracias divinas y nunca le pareció demasiado dura hacer la voluntad de Dios.
¡Qué ejemplo de fe nos da san José! Apenas el ángel le dijo que huyese con Jesús y María, se levanta y se pone en camino. Su vida está llena de acciones semejantes a ésta, obedeciendo siempre a los deseos de Dios.
¡Y qué poder no tendrá san José ante el que él alimentó durante su vida mortal...! Sí, vayamos con confianza a José. Jesús mismo nos lo recomienda, pues no puede negar nada al que durante su existencia buscó siempre agradarle.
¡Gran santo!, tú que todo lo puedes ante Jesús, ablanda su corazón en favor de la pobre Francia y pídele que no aleje de ella su gracia, recuérdale que Francia es la hija primogénita de la Iglesia.
Fuente:
Obras completas, escritos varios, santa Teresa de Lisieux
No hay comentarios:
Publicar un comentario