SANTA TERESITA Y LEÓN XIII |
A sor Inés de Jesús 20 de noviembre de 1887
Querida Paulina:
Dios me está haciendo por muchas pruebas antes de entrar en el Carmelo. Voy a contarte cómo se ha desarrollado la visita del Papa. ¡Paulina del alma!, si hubieses podido leer en mi corazón, habrías visto en su interior una gran confianza. Creo haber hecho lo que Dios quería de mí. Ahora lo único que me queda es rezar.
Monseñor no estaba allí (se refiere a Mons. Germain, de Coutances, que presidía la peregrinación de las dos diócesis)
el Sr. Révérony hacía sus veces.
Para hacerte una idea de la audiencia, sería necesario que hubieses estado allí.
El Papa estaba sentado en un sillón muy alto.
El Sr. Révérony estaba muy cerca de él, miraba a los peregrinos que pasaban ante el Papa besándole el pie, y luego decía al Santo Padre unas palabras sobre algunos de ellos. Puedes imaginarte cuán fuertemente me latía el corazón al ver que me llegaba el turno, pero yo no quería volverme sin haber hablado al Papa.
Dije lo que tú me decías en tu carta, pero no todo, porque el Sr. Révérony no me dio tiempo.
Dijo enseguida: «Santísimo Padre, se trata de una niña que quiere entrar en el Carmelo a los quince años, pero los superiores se están ocupando ya de ello».
(El Papa es tan anciano, que se diría que está muerto. Yo nunca lo había imaginado así. Y no puede decir casi nada: es el Sr. Révérony quien habla.) Yo hubiera querido poder explicar mi problema, pero no hubo forma de poder hacerlo. El Santo Padre me dijo simplemente: «Si Dios lo quiere, entrarás». Después me hicieron pasar a otra sala.
¡Ay, Paulina!, no puedo decirte lo que sentí, estaba como aniquilada, me sentía abandonada, y, además, estoy tan lejos, tan lejos... Luego lloraría mucho al escribir esta carta, tengo el corazón destrozado. Sin embargo, Dios no puede mandarme pruebas que estén por encima de mis fuerzas.
Él me ha dado valor para soportar esta prueba, ¡que es muy grande! Pero, Paulina, yo soy la pelotita del Niño Jesús; si él quiere romper su juguete, es muy dueño de hacerlo. Sí, acepto todo lo que él quiera.
No he escrito, en absoluto lo que quería, no puedo escribir estas cosas: necesitaría hablar, y, además, tú no leerás mi carta hasta dentro de tres días. ¡Paulina, no tengo más que a Dios, sólo a Dios, sólo a Dios...!
Adiós, Paulina querida, no puedo decirte más, tengo miedo a que venga papá y me pida leer mi carta, y eso es imposible. Ruega por tu hijita
Teresita
Me gustaría escribir a mi Madre querida, pero esta noche no puedo. Pídele que rece por su pobre Teresita.
Dale un fuerte abrazo de mi parte a mi querida María; escribo esta carta también para ella, pero prefiero hablar sólo a una persona, espero que ella sabrá comprender a su Teresita.
No tengo tiempo para repasar la carta; seguro que va llena de faltas, perdóname.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
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