24 de diciembre de 1896
Noche de Navidad de 1896
Mi querida esposa (2):
¡Qué contento estoy de ti...! Durante todo el año me has divertido mucho jugando a los bolos (3). He disfrutado tanto, que la corte celestial estaba sorprendida y encantada; más de un querubín llegó a preguntarme por qué no lo había hecho niño..., y más de uno también me preguntó si la melodía de su arpa no me agradaba más que tu risa cantarina cuando haces caer un bolo con la bola de tu amor. Yo les contesté a mis querubines que no debían apenarse por no ser niños, pues un día podrían jugar contigo en las praderas del cielo; y les dije que sí, que tu sonrisa era para mí más dulce que sus melodías, porque tú sólo podías jugar y sonreír sufriendo y olvidándote de ti misma.
Querida esposa mía, tengo algo que pedirte, ¿me lo negarás...? No, tú me amas demasiado para eso. Pues bien, voy a confesarte que me gustaría cambiar de juego. Los bolos me divierten mucho, sí; pero ahora quisiera jugar al trompo, y, si quieres, tú serás mi trompo. Te doy uno como modelo; ya ves que no es bonito, quien no sepa usarlo lo rechazará a puntapiés, pero un niño saltará de alegría al verlo y dirá: «¡Qué divertido que es! ¡Puede estar girando todo el día sin pararse!» (4)
Yo, el Niño Jesús, te quiero, aunque no tengas encantos, y te pido que estés siempre girando para divertirme... Pero para hacer que el trompo gire, hacen falta latigazos... Pues bien, deja que tus hermanas te presten este servicio, y muéstrate agradecida con las que sean más asiduas en no dejarte aminorar la marcha. Y cuando me haya divertido ya bastante contigo, te llevaré allá arriba y allí podremos jugar sin sufrir...
(Tu hermanito Jesús)
1 Sor María de Trinidad explica así el origen de esta carta: «La Sierva de Dios seguía las inclinaciones naturales de mi alma para conducirla a Jesús. (...) En esa época, como yo tenía un carácter muy infantil, me servía de un método bastante original para practicar la virtud: la de divertir al Niño Jesús jugando con él a toda clase de juegos espirituales. Sor Teresa del Niño Jesús me animó a ello con la carta siguiente...».
2 Quien habla es el Niño Jesús. El sobre llevaba esta dirección: «Personal. A mi pequeña y querida esposa Jugadora de Bolos en la montaña del Carmelo».
3 Estos bolos, explica sor María de la Trinidad, «yo me los representaba de todos los tamaños y de todos los colores, para personificar a las almas que quería conquistar».
4 Teresa recoge las palabras de su novicia, de algunos días antes: «En el mes de diciembre de 1896, las novicias recibieron, a beneficio de las misiones, diversas chucherías para un árbol de Navidad. Y hete aquí que en el fondo del cajón se encontró por casualidad (...) un trompo. Mis compañeras dijeron: «¡Qué cosa tan fea! ¿Para qué puede servir esto?» Yo, que conocía bien el juego, cogí el trompo exclamando: «¡Pero si es muy divertido! ¡Puede estar girando un día entero sin pararse a fuerza de buenos latigazos!» Y allí mismo me comprometí a hacerles una demostración que las dejó asombradas. Sor Teresa del Niño Jesús me observaba sin decir nada» (Recuerdos de sor María de la Trinidad).
Fuente: Obras Completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario