Jesús + Domingo, 28 de abril de 1895
Querida hermanita:
Hubiera querido agradecerte antes tu carta, que me gustó mucho; pero como nuestra Madre te contestó enseguida, no pude escribirte al mismo tiempo que ella.
Querida hermanita, estoy íntimamente convencida de que has encontrado tu vocación, y no sólo como salesa, sino también como salesa de Caen. Dios nos ha dado tantas pruebas de ello, que no podemos dudarlo... Esa idea (de ir a Le Mans) me parece una tentación, y pido a Jesús que te libre de ella.
Sí, comprendo muy bien que el retraso de la profesión debe ser una prueba para ti; pero es una gracia tan grande, que cuanto más tiempo se tenga para prepararse a ella, más hay que alegrarse. Yo recuerdo con alegría lo que pasó en mi alma algunos meses antes de mi propia profesión. Veía acabarse mi año de noviciado, y nadie se ocupaba de mí (debido a nuestro Padre superior, que me consideraba demasiado joven).
Te aseguro que me sentía muy apenada (1), pero un día Dios me hizo comprender que en ese mi deseo de pronunciar los sagrados votos había una búsqueda muy grande de mí misma, y entonces me dije: Para la toma de hábito me vistieron un hermoso vestido blanco guarnecido de encajes y de flores, ¿y quién ha pensado en proporcionarme uno para mis bodas...? Ese vestido debo preparármelo yo solita. Jesús quiere que nadie me ayude, fuera de él; por lo tanto, con su ayuda, voy a poner manos a la obra y a trabajar con ardor... Las criaturas no verán mis esfuerzos, que quedarán ocultos en mi corazón. Procuraré que me olviden y no buscaré otra mirada que la de Jesús... ¿Qué importa si parezco pobre y carente de espíritu y de talentos...? Quiero poner en práctica este consejo de la Imitación de Cristo: «Que éste se gloríe de una cosa, aquél de otra, tú no pongas tu gozo más que en el desprecio de ti mismo, en mi voluntad y en mi gloria» (2). O bien: «¿Quieres aprender algo que te sea útil? ¡Gusta de ser ignorado y tenido en nada...!» (3).
Al pensar en todo esto, sentí una gran paz en mi alma, ¡sentí que allí estaba la verdad y la paz! Y ya no volví a preocuparme por la fecha de mi profesión, pensando que el día en que mi traje de novia estuviese terminado Jesús vendría a buscar a su pobre esposa...
Querida hermanita, no me equivocaba; es más, Jesús se conformó con mis deseos, con mi abandono total, y se dignó unirme a él mucho antes de lo que yo me hubiera atrevido a esperar...
Ahora Dios me sigue conduciendo por el mismo camino, no tengo más que un deseo: el de hacer su voluntad. Tal vez te acuerdes de que antes me gustaba llamarme a mí misma «el juguetito de Jesús» (4). Todavía ahora soy feliz de serlo, sólo que he pensado que el divino Niño tiene muchas otras almas llenas de virtudes sublimes que se dicen también «sus juguetes»; y entonces pensé que ellas eran sus juguetes lujosos y que mi pobre alma no era más que un juguetito sin valor... Y para consolarme, me dije a mí misma que muchas veces los niños se divierten más con los juguetitos que pueden tirar o coger, romper o besar a su antojo, que con otros de mayor valor que casi ni se atreven a tocar... Entonces me alegré de ser pobre y deseé serlo cada día más, para que a Jesús le gustase cada vez más jugar conmigo.
Querida hermanita, ahora que he hecho de director espiritual, reza mucho por mí para que ponga en práctica las luces que Jesús me da.
(Saluda, por favor, respetuosamente de mi parte a esas tus santas Madres.)
Tu pequeñísima hermana que te quiere
Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.
NOTAS Cta 176
1 Cf Ms A 73vº.
2 Imitación III,49,7.
3 Imitación I,2,3.
4 Cf Cta 34, n. 2.
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