J.M.J.T.
Los «codfiches» (1) le han gustado mucho a nuestra Madre, y querría escribir unas letras para darle las gracias a su Celino querido, pero no puede hacerlo. Está también muy contenta por la carta de María (2).
Que la pequeña desterrada esté triste sin estar triste, pues si no se centran en ella las caricias de las criaturas, la ternura de Jesús sí que está CENTRADA toda en ella. Ahora que Celina está sin albergue (3), él, Jesús, está bien alojado, y está contento de ver errante a su esposa querida, ¡eso le gusta! ¿Y por qué...? Yo no lo sé... Es un secreto de Jesús. Pero creo que está preparando muchas cosas hermosas en su casita... Tiene que trabajar tanto, que parece olvidar a su pobre Celina... Pero no, sin que ella lo vea, él la mira por la ventana... Le gusta verla en el desierto, sin otro oficio que el de amar (4), sufriendo ¡sin siquiera sentir que ama...! Jesús sabe muy bien que la vida es sólo un sueño, y por eso se alegra de ver a su esposa llorando junto a los canales de Babilonia. Pronto llegará el día en que Jesús tomará a su Celina de la mano y la hará entrar en su casita, que se habrá convertido en un palacio eterno... Y entonces dirá: «¡Ahora me toca a mí...!» Tú me diste en la tierra el único albergue al que ningún corazón humano quiere renunciar -es decir te me diste a ti misma-, y ahora yo te doy por morada mi sustancia eterna (5), es decir, «a mí mismo». Esta será tu mansión por toda la eternidad. Durante la noche de la vida tú anduviste errante y solitaria, ahora tendrás un compañero: yo, Jesús, tu esposo, tu amigo, a quien se lo sacrificaste todo, ¡un compañero que te colmará de alegría por los siglos de los siglos...!
NOTAS
1 De la palabra inglesa cod-fish (bacalao), que se usaba impropiamente en la Normandía para designar las conchas de Santiago.
2 María Guérin.
3 El señor Guérin proyectaba llevarse a su casa a su sobrina y a su cuñado, que no estaban seguros en la calle Labbey. El traslado estaba previsto para junio.
4 Cf SAN JUAN DE LA CRUZ, CE canc. 28.
5 Cf Arminjon, op. cit., p. 290; pasaje copiado por Teresa el 4 de junio de 1887.
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