Jesús + 18 de julio de 1894
Celina querida:
No me extrañan tus pruebas, yo misma pasé por ellas el año pasado, y sé lo que son (1)... Dios quiso que hiciese el sacrificio, lo hice, y luego, igual que tú, sentí la calma en medio del sufrimiento.
CELINA |
Pero también experimenté otra cosa, y es que muchas veces Dios se conforma con nuestra voluntad. Él lo pide todo, y si le negamos la más mínima cosa, nos ama demasiado para forzarnos; pero cuando nuestra voluntad se ajusta a la suya, cuando ve que sólo le buscamos a él, entonces se comporta con nosotras como se comportó en otro tiempo con Abraham...
Esto es lo que Jesús me da a entender en lo más íntimo; pienso que estás en la PRUEBA, que ahora se está realizando ya en ti ese cercenamiento que dices que necesitas... (Jesús quebranta ahora tu naturaleza, te da la cruz y la tribulación.) Cuanto más tiempo pasa, más segura estoy en mi interior de que un día vendrás aquí. La madre María de Gonzaga me encarga que te lo diga (2); estaba muy bien dispuesta al leer tu carta; si la hubieras visto, te habrías emocionado...
¿Crees quizá que no te comprendo? Pues te aseguro que leo en tu alma... Leo que eres fiel a Jesús; si no quieres más que su voluntad, si no buscas más que su amor, nada temas. Con esta prueba Dios purifica todo lo que pudiera haber de demasiado sensible en nuestro afecto; pero el fondo mismo de este afecto es demasiado puro para que él lo rompa... Escucha bien lo que voy a decirte: nunca, nunca nos separará Jesús. Si yo muero antes que tú, no creas que me alejaré de tu alma, ¡nunca habremos estado más unidas...! ¿Es eso, tal vez, lo que Jesús quiere hacerte sentir al hablarte de separación...? Pero, sobre todo, no sufras, no estoy enferma, al contrario (3), tengo una salud de hierro; sólo que Dios puede romper el hierro como la arcilla... Todo esto son niñerías, no pensemos en el porvenir (es de mí de quien hablo, pues no considero una niñería la prueba que visita el alma de mi Celina querida.)
¿Qué son las cruces exteriores...? Podríamos alejarnos la una de la otra sin sufrir, si Jesús consolara nuestras almas... Lo que sí es una verdadera cruz es el martirio del corazón, el sufrimiento íntimo del alma, y esa cruz que nadie ve nosotras podemos llevarla sin separarnos jamás.
Cuando la tormenta es muy fuerte en tierra, todo el mundo dice: «No hay que temer por los barcos, pues la tormenta no ruge ahora en el mar» (4). Pues bien, yo le digo a Celina: la tormenta pasó sobre mi alma y ahora visita la tuya; pero no temas, pronto renacerá la calma (a la tempestad seguirá una gran calma.)
¿Quieres saber noticias de mi hija (5)? Pues bien, creo que PERSEVERARÁ. No ha sido educada como nosotras, desgraciadamente para ella, y su educación es la causa de sus modales tan poco atrayentes, pero en el fondo es buena. Ahora me quiere mucho, pero procuro no tocarla sino con guantes de seda blanca... Sin embargo, tengo un título que me perjudica mucho (6): soy un «perrito de caza», soy yo quien corre todo el día detrás de la pieza. ¿Sabes?, los cazadores (las maestras de novicias y las prioras) son demasiado grandes para meterse entre los matorrales, pero un perrito... tiene fino el olfato y además ¡se cuela por todas partes...! Así, velo de cerca por mi hija y los cazadores no están descontentos de su perrito... Yo no quiero hacerle daño a mi conejito, sino que le lamo diciéndole con ternura que su pelo no está lo suficientemente liso, que su mirada es todavía demasiado la de un conejo montés, en una palabra, trato de convertirlo en lo que mis cazadores desean: un conejito muy sencillo que solo se ocupe de la hierbecilla que debe pacer. Estoy bromeando, pero en el fondo pienso que el conejo vale más que el perrito...; en su lugar, yo hace tiempo que me habría perdido para siempre en el vasto bosque del mundo.
Te agradezco las dos fot. (7). Son preciosas.
Teresa del Niño Jesús
Te ruego que des cariñosos recuerdos de mi parte a todos los inolvidables viajeros (8) que se lo están pasando tan bien ahí. Comprendo lo que sientes con los muchachos... Pero sólo es cosa de un momento, vendrá un día en que no verás a muchos, ¡consuélate...!
Te mando dos cancioncitas que he compuesto, enséñaselas a mi querida Mariíta, dile que la quiero y que rezo por ella..., ¡cómo agranda su alma el sufrimiento y cómo la acerca a la meta...! La madre María de Gonzaga no le escribe porque la carta va dirigida a nuestra tía, la próxima vez será... Pídele a nuestra tía «Mi caótico de hoy», sor María del Sagrado Corazón ha querido dedicárselo a ella.
1 Esta frase de Teresa alude a su deseo persistente de partir para el Carmelo de Saigón; cf Ms C 9rº. Pero responde, sobre todo, a las confidencias de Celina, que, a espaldas de sus hermanas, proyecta partir para el Canadá. Es necesario escuchar a Celina exponer sus problemas a Teresa: «Teresa querida, no acierto a decirte cómo me pesa esta vida... Cuando recibí tu carta, todo en mi alma era oscuridad. Y gocé con tu carta, la saboreé... Pero ahora estoy como un tronco seco, nada se puede sacar ya de mí. (...) Teresa querida, he estado meditando sobre ti y sobre el cariño que nos tenemos... Y me ha parecido, no sé expresártelo muy bien, me ha parecido que tú eras para mí demasiado..., que eras para mí un apoyo que me permitía apoyarme demasiado..., que me cimentaba demasiado en ti y me basaba demasiado en ti, que tú me eras demasiado indispensable..., en fin, adivina tú el resto... Y he pensado que, para ser toda de Dios, tendría que dejarte... He oteado el porvenir y creo que tendría que separarme de ti para no volverte a ver más que en el cielo... En una palabra, mi Teresa querida, he sentido miedo y he tenido algo así como el presentimiento de un sacrificio que supera a todos los sacrificios... Pasan los días, y el corazón todo él se me estremece; pero siento el alma tan inundada de gracias, que necesito hacerme a esta idea. Desde la última vez que te vi, he tenido pensamientos muy profundos sobre infinidad de temas... La cruz se me presenta totalmente desnuda..., y, con ella, multitud de realidades... Ciertamente, Dios hace a mi alma extrañas llamadas allá en lo más íntimo de ella, y lo hace en medio de una paz y una serenidad de alma realmente increíbles. Teresa querida, ¡no poder hablar...! Y sin embargo, no te diría nada, no tengo nada que decirte...
«Teresa querida, ¡comprende a tu Celina sin necesidad de que te hable, sin necesidad de que te diga una sola palabra...! ¡Ay, la vida, la vida! ¡Qué corta me parece la vida, y qué felices seremos al volver a encontrarnos allá arriba...! Todo me parece un sueño, y no lo entiendo...
«¡Teresa!, tu carta ha sido para mí un cántico del cielo, una dulce melodía... ¡Entiende todo lo que yo he comprendido! Pero, sabes, te quiero demasiado... Teresa querida, mi corazón me molesta, y justo por eso tengo una especie de certeza íntima de que Dios, para reinar sobre mi naturaleza, necesitará aún romperla. ¡Necesito la cruz y la tribulación más amargas..., Teresa...!
«Estos días he estado fuera, y estoy sufriendo mucho por ello. Es una desazón continua. Cuanto más pasamos los días entre risas alocadas hasta morirnos de risa, más sufro de soledad; no puedo respirar. Además, me siento desdichada... Al no estar acostumbrada a vivir con muchachos, me parece extraño pasar los días en su compañía; y por santos y puros y limpios que sean, no logro acostumbrarme a ello. ¡Ay, Teresa de mi vida, ojalá comprendas lo que quiero decirte...! Estos días he tenido escrúpulos, y todo eso junto, unido a la privación de mis prácticas piadosas, me vuelve árida y triste...!» (LC 159, 17/7/1894).
2 El ascendiente de la madre María de Gonzaga sobre los superiores y sobre la comunidad será determinante en favor de Celina.
3 Teresa sufre una ronquera pertinaz.
4 Refrán local.
5 Sor María de la Trinidad, que había entrado el 16 de junio.
6 La madre María de Gonzaga es la maestra titular; la función de Teresa está mal definida y es delicada.
7 «Fotografías»: probablemente de Celina con María Guérin.
8 Celina se encuentra en La Musse con los Guérin, el Dr. La Néele y su esposa, y José de Cornière, amigo de la familia. «Nos disfrazamos y representamos toda una historia de viajeros en cuadros vivientes» (LC 159, a Teresa).
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