viernes, 28 de diciembre de 2018

A SU TÍA POR LA PRÓXIMA ENTRADA EN EL CARMELO DE SU PRIMA MARÍA, CARTA 178

 A la señora de Guérin  20-21 de julio de 1895   J.M.J.T. 
Jesús + 20 de julio de 1895 

Querida tiíta: 
Me ha emocionado mucho el ver que se acuerda de su Teresita; también ella se acuerda mucho de usted, y si todavía no ha escrito a su tía querida, no ha sido por indiferencia, sino porque su corazón está tan repleto de cariño y de veneración, que no acierta a traducir sus pensamientos... 

Sin embargo, tengo que intentarlo, aun a riesgo de decir a mi tiíta cosa que van a disgustarla, ¿no sale la verdad de la boca de los niños? Pues bien, tendrá que perdonarme si digo la verdad, pues soy y quiero ser siempre una niña... 

Voy a darle una leccioncita espiritual y a mostrarle cuán bueno es Dios conmigo. A mí me gusta mucho leer las vidas de los santos; el relato de sus acciones heroicas me inflama el ánimo y me impulsa a imitarlos. Pero confieso que a veces me ha ocurrido envidiar la suerte feliz de sus parientes, que han tenido la dicha de vivir en su compañía y de gozar de sus santas conversaciones. Ahora ya no tengo nada que envidiar, pues estoy en situación de contemplar de cerca las acciones de los santos y de observar sus luchas y la generosidad con que se someten a la voluntad de Dios (1). 
 

Querida tiíta, sé muy bien que le disgustaría que le dijese que es una santa. Sin embargo, tengo muchas ganas de hacerlo... Pero si no se lo digo, puedo decirle una cosa que no hay que decirle a mi tío, pues entonces ya no me seguiría queriendo. Y esa cosa usted la sabe mejor que yo, y es que mi tío es un santo como hay pocos en la tierra y que su fe puede compararse con la de Abraham... ¡Si supiese qué dulce emoción llenó ayer mi alma al ver a mi tío con su angelical Mariíta (2)...! 

TÍOS DE SANTA TERESITA

Nosotras estábamos sumergidas en un gran dolor a causa de nuestra pobre Leonia; era una verdadera agonía. Dios, que quería probar nuestra fe, no nos enviaba ningún consuelo, y yo no podía rezar otra oración que la de Nuestro Señor en la cruz: «¡Dios mío, Dios mío, por qué nos has abandonado!», o como en el Huerto de la agonía: «Dios mío, que se haga tu voluntad y no la nuestra». Por fin, para consolarnos, nuestro divino Salvador no nos envió al ángel que lo sostuvo a él en Getsemaní, sino a uno de sus santos, peregrino aún en esta tierra y lleno de su fuerza divina. Al ver su serenidad y su resignación, nuestras angustias se disiparon y experimentamos el apoyo de una mano paternal...  

LEONIA HABÍA DEJADO DE NUEVO LA VISITACIÓN

Tiíta querida, ¡qué grandes son las misericordias de Dios para con sus pobres hijas...! Si usted supiese las dulces lágrimas que derramé al escuchar la conversación celestial de mi santo tío... Me parecía ya transfigurado, su lenguaje no era ya el de la fe que espera, sino el del amor que posee. Precisamente cuando la prueba y la humillación venían a visitarlo, él parecía olvidarlo todo para no pensar más que en bendecir la mano divina que le arrebataba su tesoro y que, en recompensa, lo probaba como a un santo... Santa Teresa tenía mucha razón cuando decía a Nuestro Señor, que la colmaba de cruces cuando emprendía por él grandes trabajos: «Señor, no me extraña que tengas tan pocos amigos, ¡los tratas tan mal...» (3). 
Y en otra ocasión decía que a las almas a las que Dios ama con un amor ordinario les manda algunas pruebas, pero a las que ama con amor de predilección les prodiga las cruces como la señal más cierta de su ternura (4). 


21 de julio 

Había dejado ayer la carta sin terminar porque llegaron María y Leonia. Nuestra emoción, al verla, fue muy grande; no logramos hacerle decir una sola palabra, de tanto como lloraba. Finalmente acabó por mirarnos, y ya todo fue bien. No le doy más detalles, tiíta, porque ya los sabrá todos por María, que se portó como una verdadera mujer fuerte en las dolorosas circunstancias que acaban de producirse. Así se lo dijimos, pero me di cuenta muy bien de que ese cumplido no le gustaba; entonces la llamé «angelito» y ella me dijo, riendo, que esto le gustaba más que lo de «mujer fuerte». Es de un humor, que hace reír hasta a las piedras, y eso distrae a su pobre compañera. Les servimos en platos de barro, como a las carmelitas, lo cual les divirtió mucho (5). 

MARÍA GUÉRIN, PRIMA DE TERESITA
 
¡Cuánta virtud tiene su Mariíta...! Es asombroso el dominio que tiene de sí misma. No es precisamente energía lo que le falta para hacerse santa, y ésa es la virtud más necesaria: con la energía se puede llegar fácilmente a la cumbre de la perfección. Si pudiese darle un poco a Leonia, todavía le quedaría bastante a nuestro angelito y no le vendría mal a la otra... 

Querida tiíta, me estoy dando cuenta de que mis frases no son claras, me doy prisa por entregar la carta a María, que no quería que le escribiese, diciendo que ella cumpliría todos mis encargos o que me daría quince céntimos para un sello; pero no he querido esperar más tiempo para enviar a mi tía querida tan sólo «una mirada», que, por expresiva que sea, no podría verla de tan lejos. 

Quería hablarle de Juana y de Francis, pero no tengo tiempo. Todo lo que puedo decir es que los cuento entre el número de santos que se me ha concedido contemplar de cerca en la tierra, y que me alegrará verlos pronto en el cielo en compañía de sus hijos (6), cuyas resplandecientes coronas aumentarán su propia gloria...

JUANA, PRIMA DE TERESITA
  
Querida tiíta, si no logra leerme, la culpa es de María. Déle como castigo un abrazo de mi parte, y dígale que le dé a usted un abrazo muy fuerte en lugar mío. 

Su hija más pequeña 

Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind. 



NOTAS 


1 El señor y la señora Guérin acababan de escribir el 18 de julio dos cartas realmente admirables a la madre Inés de Jesús a propósito de la próxima partida de su hija. 

2 Se dirigían a Caen para recoger a Leonia, que había salido de nuevo de la Visitación. 

3 Cf Cta 155, n. 1. 

4 SANTA TERESA DE JESÚS, Camino de perfección, cap. 34. [Así cita la edición francesa. Sin embargo, en todo ese capítulo no se encuentra ese pensamiento de la Santa castellana. Sí hay en sus obras no pocos pasajes en esa dirección; sin salirnos del Camino de perfección, véase, por ejemplo, el cap. 18,1: «... a los que Dios mucho quiere, lleva por camino de trabajos, y mientras más los ama, mayores...»; o cap. 32,7, al que seguramente se refiere la cita de la edición francesa. N. del T.] 

5 Leonia y María comieron, de manera excepcional, en el refectorio de las hermanas torneras. 

 
6 Los señores La Néele no pudieron tener hijos, lo que constituyó su gran sufrimiento.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

 

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