Aunque caminó por esta vía de confianza ciega y total, que ella llama «su caminito» o «Camino de infancia espiritual», nunca descuidó la cooperación personal, antes bien dio a ésta una importancia que llenó toda su vida de actos generosos y continuados.
Así lo entendía ella y así nos lo enseñó constantemente en el noviciado.
Un día que yo había leído estas palabras en el Eclesiástico: «La misericordia prepara a cada uno su lugar según el mérito de sus obras y según la prudente conducta de su peregrinación en esta vida» (Eclesiástico 16, 15), le hice observar que ella tendría un hermoso lugar, pues había dirigido su barca con una sublime prudencia; pero ¿por qué se decía: según el mérito de sus obras?
Me explicó entonces con energía que el abandono y la confianza en Dios se alimentaban del sacrificio. «Hay que hacer, me dijo, todo cuanto está en nosotros, dar sin medida, renunciarse continuamente, en una palabra, probar nuestro amor por medio de todas las buenas obras que están en nuestro poder... Pero como, al fin de cuentas, todo esto es bien poca cosa..., es necesario, cuando hayamos hecho todo lo que creemos deber hacer, confesarnos «siervos inútiles» (Lucas 17, 10), esperando, no obstante, que Dios nos dé por gracia todo lo que deseamos. «He aquí lo que esperan las almas pequeñas que «corren» por el camino de infancia: Digo «corren» y no «descansan».
Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
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