jueves, 19 de diciembre de 2019

CARIDAD FRATERNA

Hablando de la caridad nuestra santa Hermanita (Teresita) no se agotaba nunca. Ella me comunicó las luces que había recibido leyendo este pasaje de Isaías (Isaías 58): 
«El ayuno que yo pido ¿consiste, acaso, en que un hombre mortifique por un día su alma, o en que se cubra de saco y de ceniza? ¿Por ventura llamaremos a esto ayuno y día aceptable al Señor? ¿Acaso el ayuno que yo apruebo no es, más bien, que rompáis las cadenas de la impiedad, que aligeréis de sus pesadas cargas a los que están abrumados, que dejéis libres a los que están oprimidos y que destruyáis todo lo que pesa sobre los otros? ¿Que partáis vuestro pan con el que tiene hambre y hagáis entrar en vuestra casa a los pobres y a los que no saben dónde ir? ¿Que cuando veáis a un hombre desnudo le vistáis y no despreciéis a vuestro prójimo?». 

Sin amor, las obras, incluso las más brillantes, son nada. (Santa Teresa de Lisieux)


Al volver sobre cada una de estas expresiones, me las explicaba diciendo que se había de practicar mucha más caridad para con las almas que para con los cuerpos: «Hay pobres por todas partes, almas débiles, enfermos, oprimidos... ¡Pues bien! Tomad sus cargas... Dejadles libres, es decir: cuando se habla delante de vos de algún defecto de vuestras Hermanas, no añadáis nunca nada... Diestramente, pues a veces no es prudente contradecir, poned sus virtudes en la balanza, dejad libres a los que están oprimidos, y destruid todo lo que pesa sobre los demás. Partid vuestro pan, es decir, dad de vos misma, haced que entren en vuestra casa, prodigaos, dad de vuestros bienes: vuestra tranquilidad, vuestro descanso, a los que no saben dónde ir, porque son pobres». 

Y, prosiguiendo la cita: 
«Entonces», escuchad la continuación:        «Entonces, si hacéis esto; vuestra luz brillará como la aurora, recobraréis en seguida vuestra salud, vuestra justicia irá delante de vos y la gloria del Señor os protegerá. Entonces, invocaréis al Señor y él os escuchará. Clamaréis y él os dirá: heme aquí. Si destruís las cadenas, si dejáis de extender maliciosamente la mano y de decir palabras ultrajantes, si atendéis al pobre con efusión, si consoláis al alma afligida, entonces una luz se elevará para vosotros de las tinieblas, y vuestras tinieblas se os harán como el mediodía, EL SEÑOR OS CONCEDERÁ PARA SIEMPRE EL DESCANSO, LLENARÁ VUESTRA ALMA DE RESPLANDOR; REANIMARÁ VUESTROS HUESOS; OS CONVERTIREIS EN UN JARDÍN SIEMPRE REGADO Y EN UNA FUENTE CUYAS AGUAS NO SE AGOTAN NUNCA.
Los lugares desiertos desde hace siglos serán edificados: levantaréis los fundamentos abandonados durante una larga serie de años, y se dirá de vosotros que reparáis las murallas y hacéis seguros las caminos».  

Ella proseguía: «¡Acabáis de oír la recompensa! Si dejáis de decir palabras poco caritativas, si rompéis las cadenas de las almas cautivas con vuestra dulzura y con vuestra afabilidad; si atendéis a los pobres y abandonados con efusión, es decir, de corazón, con amor, con desinterés; si consoláis a los que sufren, recibiréis vuestra salud interior, vuestra alma no estará ya enferma. Vuestra justicia irá delante de vos. Pero como estas obras, para que sean provechosas, han de quedar ocultas, como es propio de la virtud, a imitación de la humilde violeta, que derrama su aroma sin que las criaturas sepan de dónde viene el perfume, la gloria del Señor os protegerá; no vuestra propia gloria, sino la gloria del Señor».        «El Señor os escuchará. Os dará el descanso; una luz se elevará para vos de las tinieblas, y vuestras tinieblas se harán para vos como el mediodía; no que las tinieblas desaparezcan, pues las pruebas no pueden faltarle al alma, sino que vuestras tinieblas se harán luminosas... y tendréis la paz, la alegría; una claridad brillará siempre para vos en medio de la noche interior. Os convertiréis en un jardín siempre regado, en una fuente cuyas aguas no se agotan nunca, de la cual todas las almas, todas las criaturas beben sin perjudicarla.»
Pero, eso no es todo: prestad atención a la última recompensa: Los lugares desiertos desde hace siglos serán edificados; vos levantaréis los fundamentos. ¿Qué quiere decir? ¿Cómo practicando la caridad, el amor del prójimo, puedo yo levantar los edificios?... ¡Estas cosas no se parecen en nada, no guardan entre si relación alguna!… Y, sin embargo, los Ángeles en el cielo dirán de vos que reparáis las murallas y hacéis seguros los caminos...».        

Diciendo esto, ella me miraba con entusiasmo... «¡Qué misterio! Con nuestras pequeñas virtudes, con nuestra caridad practicada en la sombra, nosotras convertimos de lejos a las almas..., ayudamos a los misioneros, y aun, tal vez, se dirá en el último día que hemos edificado moradas materiales a Jesús y que hemos preparado sus caminos...»


Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

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