Durante la hora de adoración delante del Santísimo expuesto en el ejercicio de las «Cuarenta Horas» -el martes, 26 de febrero de 1895- Teresa había compuesto de un tirón su cántico «Vivir de amor».
El domingo, 9 de junio de 1895 -en la fiesta de la Santísima Trinidad- durante la misa, sintió la inspiración de ofrecerse como victima de holocausto al Amor misericordioso de Dios.
En seguida, después de la misa, toda emocionada, me llevó consigo, sin saber yo para qué.
Pero pronto se nos reunió nuestra Madre Priora (Madre Inés de Jesús), que se dirigía al torno. Teresa parecía un poco apurada al exponer su petición. Balbució algunas palabras, solicitando el permiso para ofrecerse, conmigo, al Amor misericordioso.
No sé si pronunció la palabra «víctima».
La cosa no parecía tener importancia; nuestra Madre dijo que sí.
Una vez sola conmigo, me explicó brevemente lo que quería hacer; su mirada estaba inflamada.
Me dijo que iba a poner por escrito sus pensamientos y a componer un acto de entrega.
Dos días después, arrodilladas ambas delante de la Virgen milagrosa de la Sonrisa, que se hallaba entonces en la oficina que estaba junto a su celda, ella pronunció el Acto en nombre de las dos .
Era el martes 11 de junio.
Sor Teresa comunicó más tarde su Acto de Ofrenda a Sor María del Sagrado Corazón y a Sor María de la Trinidad .
Ya habló de esto en su manuscrito. Invitó a su Acto a todas las almas pequeñas. En su intención, en efecto, no se trataba de ofrecerse con todo un lujo de sufrimientos supererogatorios, sino de entregarse, de abandonarse sin restricción a la Misericordia de Dios.
Sor María del Sagrado Corazón, nuestra hermana mayor, rehusó desde el principio hacer este Acto de Ofrenda, no queriendo echarse encima un aumento de dificultades.
He aquí, a este propósito, la relación consignada por su enfermera en unas notas intimas inéditas:
«Hoy, 6 de junio de 1934, hablaba con Sor María del Sagrado Corazón acerca del Acto de Ofrenda al Amor misericordioso.
Me dijo que Sor Teresa del Niño Jesús, que estaba junto a ella removiendo el heno del prado, le había preguntado si quería ofrecerse como víctima al Amor misericordioso de Dios, y que ella había respondido:
«No, ciertamente, no quiero ofrecerme como víctima; Dios me tomaría la palabra y el sufrimiento me asusta demasiado. Desde luego, esa palabra víctima me disgusta mucho». Entonces Teresita le dijo que la comprendía muy bien, pero que ofrecerse como víctima al Amor misericordioso de Dios no era en modo alguno lo mismo que ofrecerse a su Justicia, que no sufriría más, que era para poder amar mejor a Dios por los que no quieren amarle.
"En fin, estuvo tan elocuente, añade Sor María del Sagrado Corazón, que me dejé ganar, y tampoco yo me arrepiento ahora".
Nótese que Sor María del Sagrado Corazón se dedicó desde entonces a propagar el Acto entre todas sus amistades y personas con quienes trataba. Que yo sepa, sólo una se resistió a sus insinuaciones.
Finalmente, renovando esta Ofrenda en voz baja y recalcando claramente las palabras, murió el 19 de enero de 1940, a las dos y veinte de la mañana.
Añado ahora la confidencia que me hizo mi compañera de noviciado, Sor María de la Trinidad:
«Sor Teresa del Niño Jesús no me dio a conocer su entrega como víctima de holocausto al Amor misericordioso hasta el 30 de noviembre de 1895. Yo le manifesté en seguida el deseo de imitarla, y se decidió que haría mi consagración al día siguiente. Al quedarme sola y reflexionar sobre mi indignidad, llegué a la conclusión de que necesitaba una preparación más larga para un acto de tal importancia. Volví, pues, a ver a Sor Teresa, explicándole las razones por las cuales deseaba diferir mi ofrenda.
«Su rostro tomó una expresión de gran alegría: «Sí, me dijo, este acto es importante, más importante de lo que podemos imaginar; pero ¿sabéis la sola preparación que Dios
nos pide? Pues bien: es la de reconocer humildemente nuestra indignidad, y puesto que ya os concede esta gracia, entregaos a Él sin miedo. Mañana, después de la acción de gracias, yo me quedaré junto a vos en el Oratorio, donde estará expuesto el Santísimo Sacramento: y mientras pronunciáis vuestro Acto, os ofreceré a Jesús como una pequeña víctima que yo le he preparado». Si nuestra Maestra hubiera creído atraer sobre nosotras un aumento de sufrimientos, no habría apresurado de este modo nuestra entrega al Amor. Pero por el contrario, ella nos precisaba que este acto era enteramente distinto de la ofrenda como víctima a la Justicia divina:
«No hay nada que temer de la Ofrenda al Amor misericordioso, decía con calor, pues de este Amor no se puede esperar otra cosa que misericordia».
No dejaba, sin embargo, de añadir que esta ofrenda requería buena voluntad y generosidad.
Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
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