Durante su enfermedad, habiéndome portado imperfectamente, y arrepintiéndome mucho de ello, me dijo:
«Besad el crucifijo ahora mismo.»
Yo le besé en los pies.
- «¿Es ahí donde una hija besa a su padre? ¡Pronto, pronto; se besa el rostro!».
Yo lo besé.
- «Y ahora se deja una besar».
Hube de arrimar el Crucifijo a mi mejilla, y entonces me dijo:
- «¡Esta vez está bien, todo queda olvidado!».
Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
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