martes, 10 de diciembre de 2019

LA QUE HABÍA EDIFICADO LA IGLESIA... (AMOR DE DIOS)


He leído, nos contaba Sor Teresa, que un gran señor, queriendo levantar una iglesia, publicó un edicto por el que prohibía a sus vasallos hacer la más pequeña limosna a tal intención, pues quería tener Él solo esta gloria. 
La iglesia se edificó. Sin embargo, un día, una pobre viejecilla, viendo que los caballos que transportaban las piedras subían con gran trabajo la colina, se dijo para sí: 
«Está prohibido dar dinero para construir a Dios este templo; sin embargo, me hubiera sentido dichosa de contribuir a su edificación. Pero,¡tal vez le agrade a Dios que yo ayude a los pobres animales, que inconscientemente cooperan a esta gran obra!». 
Con su dinero, el último que tenía, compró un manojo de heno y se lo dio a los caballos.        Cuando la iglesia estuvo terminada, el señor quiso celebrar la consagración; y al efecto, hizo grabar sobre una lápida su nombre y el de su familia, como testimonio perenne de su liberalidad. 
Pero he aquí que al día siguiente el nombre se halló borrado, y en su lugar se leía el de una pobre mujer desconocida. 
El señor, furioso, mandó varias veces volver a poner la inscripción; siempre se reproducía el milagro. Por fin, ordenó que se hiciesen averiguaciones, y habiendo hallado a la humilde mujer, le preguntó si había dado ella algo para construir la iglesia. Toda temblorosa, ella se disculpó. Al fin, acosada a preguntas, se acordó del manojo de heno, y dijo que, fiel a la prohibición, no había dado dinero, sino sólo ayudado a los caballos, dándoles a comer un poco de heno. Se comprendió entonces por qué su nombre estaba allí grabado, y nadie se atrevió en adelante a borrarlo.        

Así, concluyó Teresa, ya veis cómo la más pequeña obra, la más escondida, hecha por amor, tiene muchas veces mayor precio que las grandes obras... No es el valor ni aun la santidad aparente de las acciones lo que cuenta, sino solamente el amor que se pone en ellas, y nadie puede decir que no es capaz de dar estas cositas a Dios, pues están al a1cance de todos».  




Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

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