martes, 3 de diciembre de 2019

CONFIANZA


Sus conversaciones sobre el amor y la misericordia de Dios no se agotaban nunca. 

Su confianza era invencible, y si deseaba desde su adolescencia «llegar a ser una Santa y una gran Santa», como lo declara en el capítulo IV de su Vida, su ambición iba a perderse en la infinita riqueza de los méritos de Jesús, «que eran propiedad suya», decía ella. 

Por eso, aun las más altas esperanzas no le parecían temerarias.        
Aseguraba que no se había de temer el desear demasiado, el pedir demasiado a Dios: 
«En la tierra hay gentes que saben hacerse invitar, que se cuelan por todas partes... Si pedimos a Dios algo que no entraba en sus cálculos darnos, es tan poderoso y tan rico, que se le hace ya puntillo de honor decirnos que no, y lo da...»  
Pero no empleaba nunca esta santa audacia para solicitar consuelos, ni aun aligeramiento de penas. En cuanto a las gracias temporales, era muy circunspecta. Creía que Dios no le rehusaría nada, y usaba de una gran reserva «por miedo, confidenciaba ella, de que Dios se creyese obligado a escucharla». 
Por consiguiente, cuando pedía un favor o un alivio, era por complacer a los demás, y aun entonces hacía «pasar sus oraciones por manos de la Santísima Virgen» y daba esta razón: 
«Pedir a la Santísima Virgen no es lo mismo que pedir a Dios. Ella sabe muy bien lo que tiene que hacer con mis pequeños deseos, si los ha de trasmitir o no...; en fin, a ella le toca juzgar, para no forzar la voluntad de Dios a que me escuche, para dejarle hacer en todo su voluntad».
        
Cuando expresaba su deseo de «hacer el bien en la tierra después de su muerte», ponía como condición que «miraría los ojos de Dios para saber si aquello era su voluntad». Nos hacía notar que este abandono imitaba la oración de la Santísima Virgen, la cual en Caná se contenta con decir: 
«No tienen vino» (Juan 2, 3) 

Del mismo modo, Marta y María dicen solamente: «Aquél a quien vos amáis está enfermo» (Juan 11, 3) 
Ellas exponen sencillamente sus deseos sin formular una petición, dejando a Jesús en libertad de hacer lo que quiera.


Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

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