Procuraba ella en toda ocasión despegarme de mí misma, y gustaba comparar nuestra vida a la de dos niños representados en una estampa: vigilados por su Ángel de la guarda, estos niños se van sin cuidado alguno al borde de un precipicio. El uno, vestido con una simple túnica y libre de todo obstáculo, excepto la mano de su hermanita, a quien él arrastra tras de sí.
La niñita, en cambio, opone resistencia, entorpeciendo su marcha con un gran ramillete y entreteniéndose en recoger todas las flores que halla a su alcance.
A este propósito, Sor Teresa del Niño Jesús, me contó esta historia alegórica:
«Había una vez una «señorita» que poseía riquezas que hacen a uno injusto, y de las que hacía mucha cuenta.
Tenía un hermanito que no poseía nada y, sin embargo, nadaba en la abundancia. Este niñito cayó enfermo y dijo a su hermana: «Señorita», si quisierais, arrojaríais al fuego todas vuestras riquezas, que no sirven más que para intranquilizaros, y os convertiríais en mi criada, dejando vuestro título de «señorita»; y yo cuando esté en el país encantador a donde he de ir pronto, volveré a buscaros, pues habréis vivido pobre como yo, sin preocuparos del mañana.
La «señorita» comprendió que su hermanito tenía razón; se hizo pobre como él, se hizo su criada, y nunca más se vió atormentada por el cuidado de las riquezas perecederas que ella había arrojado al fuego...
Su hermanito mantuvo la palabra: vino a buscarla cuando estuvo en el país encantador donde Dios es el Rey, la Santísima Virgen la Reina, y los dos vivirán eternamente sobre las rodillas de Dios, pues éste es el lugar que han escogido».
Otra vez, haciendo alusión aún a la estampa de los dos niños y, además, a una ama de casa a quien nada falta en sus armarios, ella dijo:
«Señorita demasiado rica: varios botones de rosa, varios pájaros que le cantan al oído, unas enaguas, una batería de cocina, paquetitos…
Una noche que me vió desnudar, sintió compasión ante la miseria de nuestros
vestidos y, sirviéndose de una expresión cómica que había oído, exclamó: «¡Pobre, pobre! ¡Sois toda harapos! ¡Pero no estaréis siempre así, os lo aseguro yo!».
Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
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