«Acordaos de aquella bella estrofa del Cántico espiritual de nuestro Padre San Juan de la Cruz:
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo,
y fresco toma (Estrofa 13)
»Ya lo veis: el Esposo, el ciervo herido, no es atraído por la altura, es decir, por las acciones brillantes, sino solamente por el aire del vuelo, y un simple golpe de ala -un acto de verdadera caridad- basta para producir esta brisa de amor». «¡Yo juego a la banca del Amor!»
Me decía frecuentemente que no quería ser «comerciante al por menor, pues en este oficio no se gana de golpe, sino perra a perra.
Sin embargo, hay muchas almas que se ganan la vida en esta pequeña escala; hay quienes cobran al contado. Pero yo, decía ella, juego a la banca del Amor...; lo hago a juego alto. Si pierdo, lo veré. No me preocupo de las especulaciones de la bolsa; es Jesús quien lo hace por mi. No sé si soy rica o pobre, más tarde lo veré».
Una vez que tenía en las manos las epístolas de San Pablo, me llamó y me dijo entusiasmada: «Escuchad lo que dice el Apóstol: «No os habéis acercado (por medio del amor) a un monte que se pueda tocar con la mano, ni a un fuego que arde, ni a un torbellino..., sino al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, que es la Jerusalén celestial, al coro de millares de ángeles, a la Iglesia de los primogénitos..., pues nuestro Dios es un fuego consumidor» (Hebreos, 12, 18, 22, 23, 29) Y volviendo a estas últimas palabras, me las comentó con emoción.
Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
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