En una ocasión en que Sor Teresa del Niño Jesús me había hecho ver todos mis defectos, me sentía triste y un poco desamparada.
«Yo que tanto deseo poseer la virtud, me decía a mí misma, heme aquí muy lejos de ella: desearía ardientemente: ser dulce, paciente, humilde, caritativa; ¡ah, nunca llegaré a serlo! . . . ».
Sin embargo, por la tarde, en la oración, leí que al expresar santa Gertrudis este mismo deseo, Nuestro Señor le había contestado:
«En todas las cosas y por encima de todo ten buena voluntad: esta sola disposición dará a tu alma el brillo y el mérito especial de todas las virtudes. Quien tiene buena voluntad, deseo sincero de procurar mi gloria, de darme gracias, de compartir mis sufrimientos, de amarme y de servirme tanto cuanto todas las criaturas juntas, ése recibirá indudablemente recompensas dignas de mi liberalidad, y su deseo le aprovechará a veces más de lo que aprovechan a los otros sus buenas obras».
Muy contenta con este buen pensamiento, enteramente a mi favor, se lo comuniqué a nuestra queridita Maestra, la cual pujó la postura y añadió: «¿Habéis leído lo que se cuenta en la vida del Padre Surin?
Estaba haciendo un exorcismo, y los demonios le dijeron: «Salimos adelante con todo; lo único que no logramos hacer es resistir a esa perra de la buena voluntad»
PADRE SURIN, EXORCISTA JESUITA |
Pues bien: si no tenéis la virtud, tenéis en cambio una «perrita» que os salvará de todos los peligros; ¡consolaos, ella os llevará al Paraíso!
- ¡Ah! ¿Qué alma no desea poseer la virtud? Este es el camino común, ¡ Pero qué pocas son las que aceptan caer, ser débiles, las que se gozan de verse por tierra y de que los demás las sorprendan caídas!
Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
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