viernes, 29 de noviembre de 2019

¡SEÑOR, SUFRIR Y SER DESPRECIADO! QUERER QUE OS MANDEN Y OS REPRENDAN (HUMILDAD)

Entre todas las virtudes, la humildad, sobre todo, alcanzó en santa Teresa del Niño Jesús los últimos limites. Siguió el «Camino de la infancia espiritual» precisamente para ser más humilde y más pequeña, o mejor, este Camino, seguido fielmente, la hizo humilde y sencilla como un niñito.  



Sor Teresa del Niño Jesús miraba con alegría el hecho de que, no obstante sus nueve años de vida religiosa, había permanecido siempre en el noviciado, sin formar parte del Capitulo conventual, y había sido considerada como una «pequeña» 

«¡Señor, sufrir y ser despreciado!»
Cuando sufrió la tribulación, tan humillante, de la enfermedad de nuestro venerado padre, demostró que sus deseos de desprecio no eran letra muerta. ¡Cuántas veces, desde su adolescencia, no había ella repetido con entusiasmo aquel dicho de S. Juan de la Cruz: «Señor, sufrir y ser despreciado por vos!». Este era el tema de nuestras aspiraciones cuando en las ventanas del «Belvedere» platicábamos juntas sobre la vida eterna.

Querer que se os mande y se os reprenda.
«Sería necesario, sobre todo, me decía ella, ser humilde de corazón, y vos no lo sois mientras no queráis que todo el mundo os mande. Estáis de buen humor mientras las cosas os salen bien; pero tan pronto como no van a vuestro gusto, vuestro rostro se ensombrece. No está en esto la virtud. 
La virtud está en «someterse humildemente bajo la mano de todos», en gozaros de todo aquello que supone una reprensión para vos. 
Al principio de vuestros esfuerzos, la contrariedad aparecerá al exterior y las criaturas os juzgarán muy imperfecta; pero ahí está el mejor negocio, pues practicaréis la humildad, que consiste, no en pensar o en decir que estáis llena de defectos, sino en gozaros de que los otros lo piensen y aun lo digan.
«Debiéramos estar muy contentas de que el prójimo nos vitupere alguna vez, pues si nadie se ocupase de hacerlo, ¿qué sería de nosotras? Va en ello nuestra ganancia...».       

En una fiesta de Comunidad en la que se había representado una «piadosa recreación» compuesta por ella, fue censurada por su larga duración, y se la mandó interrumpir. Yo la sorprendí, entre bastidores, enjugándose algunas lágrimas; luego, habiéndose recobrado, permaneció tranquila y dulce bajo la humillación.        
Sor Teresa del Niño Jesús aceptaba con una alegría celestial cualquier reproche:, no sólo de las Superioras, sino también de las inferiores. Así, se dejaba decir por parte de las novicias cosas desagradables, sin reprenderías nunca de momento. 

«Estoy dispuesta a aceptar las observaciones cuando son justas, le decía yo; puesto que obro mal, me avengo a ello. Pero no puedo soportar las reprensiones cuando no he faltado.
- A mí, replicó ella, me sucede todo lo contrario: prefiero ser acusada injustamente, pues así no tengo nada que reprocharme, y se lo ofrezco a Dios con alegría; después me humillo al pensar que sería muy capaz de hacer aquello de que se me acusa».
«Me parece, confesaba ella con sencillez, que la humildad es la verdad. No sé si soy humilde, pero sé que veo la verdad en todas las cosas».
Era costumbre suya clasificarse entre los débiles, de donde vino el apelativo de «almas pequeñas».
En las instrucciones particulares que daba a cada una de sus novicias siempre se insistía en la humildad. El fondo de su doctrina era enseñarnos a no afligimos al ver que éramos la debilidad misma, sino antes bien a gloriarnos en nuestras imperfecciones... 
«¡Es tan dulce sentirse débil y pequeña!», decía ella.



Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)

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