domingo, 17 de noviembre de 2019

LOS ÁNGELES EN EL PESEBRE (Pieza teatral)


RECREACIÓN PIADOSA ESCRITA POR  SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS


EL ÁNGEL DEL NIÑO JESÚS:

(De rodillas junto al pesebre, teniendo en las manos un incensario y un ramillete de rosas).

Verbo Dios, gloria del Padre, te contemplaba en el cielo, y ahora te veo en la tierra convertido en un mortal.
Niño, cuya luz inunda a los ángeles que viven en la brillante morada; vienes a salvar al mundo, ¿quién comprenderá tu amor?

Oh Dios, envuelto en pañales, eres el sublime encanto de los ángeles del cielo. Ante ti, verbo hecho niño, me inclino humilde y temblando.


¿Quién comprenderá el misterio de un Dios convertido en niño? ¡A la tierra se destierra  el Eterno Omnipotente! Jesús, belleza suprema, responder quiero a tu amor: para que veas el mío, te velaré noche y día.


El brillo de tus pañales a los ángeles atrae. Ante ti, Verbo hecho niño, me inclino humilde y temblando.


Desde que el valle de lágrimas posee al Rey de los cielos, para mi el cielo carece de sus encantos y gracias. He volado a ti, Jesús, para seguirte en tus pasos y cubrirte con mis alas. Derramaré ante tus pies las flores más delicadas.



Quiero hacerte una cunita con la estrella más brillante, y unas graciosas cortinas con la nieve deslumbrante. Quiero allanar para ti las cumbres de las montañas, y que para ti germinen los campos, celestes flores.



En esta tierra la flor es la sonrisa de Dios, el lejano eco del cielo y el sonido figitivo de la lira del Eterno. Esta nota melodiosa de la Bondad creadora quiere con voz misteriosa cantar dulces alabanzas a nuestro Dios Salvador.


¡Oh, la dulce melodía! ¡Oh, suavísima armonía! ¡Oh, silencio de las flores! Cantáis de un Dios hecho niño las grandezas y loores.


Sé que tus dulces amigas son, Jesús, las flores vivas...De la celeste pradera vienes a buscar las almas, almas que son tus hermanas. Un alma es flor perfumada que tú, Niño, cortar quieres. La sembró tu manecita, y por ella morir quieres.


¡Oh, qué misterio inefable! ¡El Verbo Eterno, adorable, llorará mientras recoge la cosecha de sus flores!



EL ÁNGEL DE LA SANTA FAZ:

(Teniendo en sus manos el velo de la Verónica)

En la mañana, Jesús, de tu pobre vida humana tienes el divino rostro todo bañado de lágrimas. Lágrimas, que de amor sois, sobre la bendita cara correréis hasta la tarde de los supremos dolores.


¡Hermoso rostro de Dios, divinísima beldad, tu gracia le borra al ángel la celeste claridad!




Sobre este velo sangrante todos los rasgos conozco de tu divino semblante. En esa imagen, Jesús, veo el purísimo brillo de tu carita de niño.


Amas, Jesús, el sufrir; tu dulcísima mirada se abisma en el porvenir. Quieres beber ya tu copa, que es una copa amarguísima...En tu amor divino y loco, tú sueñas ya con morir.


Es inefable tu sueño, Niñito de sólo un día. Tu adorable y dulce rostro me abrasa de puro amor.



EL ÁNGEL DE LA RESURRECCIÓN:

(Teniendo en la mano una bandera)

No lloréis, ángeles santos, ángeles del Salvador: vengo del cielo a traeros alegre consolación. Este débil Infantillo será poderoso un día, resucitará glorioso y reinará eternamente.


¡Oh, Dios que estás escondido bajo el débil ser de un niño; yo te contemplo radiante, 

te contemplo triunfador.

Yo removeré la piedra que cerrará tu sepulcro, y contemplando tu rostro, más claro y bello que el sol, cantaré y me alegraré, viendo con mis propios ojos  que te alzas glorioso al cielo.


En tus ojitos de niño, que esta noche bañan lágrimas, veo brillar resplandores  de divina y clara luz. ¡Oh, Verbo eterno de Dios! Un día resonará, consumadora de amor, tu palabra toda fuego.



EL ÁNGEL DE LA EUCARISTÍA:

(Teniendo en las manos un Cáliz rematado por una Hostia. Dirigiéndose al Ángel que acaba de hablar):

Contempla y goza, Ángel bello y celeste hermano mío, viendo a nuestro Rey subir glorioso y triunfante al cielo: Yo desde el cielo bajo aquí, a la tierra del destierro a rendirle adoración en el santísimo altar. Velado en su Eucaristía, yo veo al Omnipotente y al Maestro de la vida muchísimo más pequeño que un humilde y tierno niño.



El santuario será desde ahora mi morada, y le ofreceré al Altísimo mi enamorada plegaria, que es el himno de mi amor. Con mi lira melodiosa cantaré al Dios Salvador. y al delicioso Maná, comida del pescador.


¡Que no pueda yo también, ni siquiera por milagro, comer de ese Pan de Vida! ¡Que no pueda yo también acercarme al Tabernáculo para tomar mi porción allí de Sangre divina!


Por lo menos mandaré al alma, santa y amante mis rayos de fuego y luz, para que viva sin miedo muy cerquita de Jesús.




EL ÁNGEL DEL JUICIO FINAL:

(Teniendo en sus manos una balanza y una espada)

El día de la venganza llegará pronto y el mundo será pasado por fuego. Escucharán los mortales , todos ellos, la sentencia, que hará pública y solemne la boca misma de Dios. Resplandeciente en su gloria lo veremos, no escondido bajo el débil ser de un niño. Allí esteremos nosotros para cantar su victoria y proclamar que es el Rey eterno y omnipotente.


Esos ojos, que ahora velo de sangre y de lágrimas, brillarán con una luz de inefables resplandores. Veremos su Faz sagrada hecha un sol de pura gloria . Sobre las nubes vendrá Jesús, trayendo en su mano el real cetro de su cruz. Podrán conocer entonces los impíos a este Rey , a este Juez, por el sonido de su majestuosa voz.

Temblaréis pobres mortales, temblaréis en aquel día, sin que podáis resistir la cólera de este Niño, que hoy es dulce Dios de amor. Por vosotros, ¡oh mortales!, escoge hoy el sufrimiento, y en pago sólo os reclama vuestro débil corazón. Mas en el Juicio veréis su infinita omnipotencia, y temblaréis...temblaréis ante este Dios vengador.



TODOS LOS ÁNGELES:

(De rodillas menos el Ángel del Juicio final)
Dígnate, Jesús Divino, escuchar nuestra plegaria, la plegaria de tus ángeles.
Tú que vienes a la tierra para obrar su redención, defiende a los elegidos.


Rompa tu mano esa espada. Aplaca a ese Ángel airado. Niñito lindo, que se alce tu voz para proteger y salvar al corazón humilde y dulce, Señor.


EL NIÑO JESÚS:


Consolaos, fieles Ángeles. Vosotros sois los primeros que vais a escuchar la voz por primera vez del Verbo, muy lejos de las colinas, de los vergeles del cielo.


Yo os amo, puras llamas de la celeste mansión. Mas como a vosotros yo amo también a las almas con un grandísimo amor.


Yo las hice para mí, les di deseos inmensos. La más pequeña de todas esas almas que me aman se convierte para mí en un delicioso cielo.



(El Ángel del Niño Jesús le pide que recoja en la tierra una abundante cosecha de almas inocentes, antes de que el soplo impuro del pecado empañe su blancura)


RESPUESTA DEL NIÑO JESÚS:


¡Oh, Ángel bello de mi infancia, yo escucharé tus deseos! Yo guardaré la inocencia en el alma de los niños.


Yo cortaré esos capullos, que están llenos de frescura, en la aurora de su vida. Y tú los verás abrirse en los jardines del cielo bajo los cálidos rayos de mi dulce corazón.


Sus corolas plateadas, brillantes de resplandores, formarán la "vía láctea" que cruza el cielo estrellado.



Soy el Lirio de los campos. Quiero corona de lirios. Quiero que mi trono sea una gavilla de lirios blanquísimos y brillantes.

(El Ángel de la Santa Faz le pide el perdón de los pecadores)


RESPUESTA DEL NIÑOJESÚS:


Tú que contemplas mi Rostro en un éxtasis de amor, y para guardar mi imagen te desterraste del cielo, escucha con atención: Quiero acoger tu plegaria. Toda alma obtendrá el perdón, la llenaré de mi luz cuando ella invoque mi nombre.


Tú, que quisiste en la tierra honrar mi cruz, mi dolor, escúchame este secreto: Toda alma que sufre, ¡oh Ángel!, es y será hermana tuya. El brillo del sufrimiento de esa alma, hermana tuya, se reflejará en tu frente cuando os halléis en el cielo. Y a su vez también el mártir iluminado será por el rayo de tu esencia.


(El Ángel de la Eucaristía pregunta qué deberá hacer para consolarle de las ingratitudes de los hombres)


RESPUESTA DEL NIÑO JESÚS:


Ángel de mi Eucaristía, serás mi encanto y darás consuelo a mi corazón; y tu dulce melodía consolará mi dolor.


Deseo darme a las almas, pero hay corazones lánguidos. Inflámalos, Serafín, con tus llamas y tus cantos.

Bien quisiera yo que el alma de mis sacerdotes fuera parecida a la de un ángel, que pudieran renacer cuando suben al altar.
Para obrar este milagro, necesito muchas almas abrasadas en amor que se inmolen noche y día cerquita del tabernáculo.


(El Ángel de la Resurrección pregunta qué será de los pobres desterrados de la tierra cuando el Salvador suba a los cielos)


RESPUESTA DEL NIÑO JESÚS:


Yo me volveré a mi Padre para desde allí atraer a todos mis elegidos. Transcurrido este destierro, ellos en mi corazón serán muy bien recibidos.

Cuando la última hora suene, yo reuniré mi rebaño, y en la celeste morada yo les serviré de antorcha.


EL ÁNGEL DEL JUICIO FINAL:

¿Pero olvidarás, Jesús, Tú que eres bondad suprema, que sin falta debe ser castigado el pecador? ¿En tu locura de amor podrás olvidar, acaso, que ingratos los hombres son y su número infinito?

Yo descargaré en el Juicio mi furor sobre el pecado y castigaré las culpas. Jesús, mi espada está pronta. Dulce Víctima, Jesús: mi espada te vengará.

EL NIÑO JESÚS:

Baja tu espada, Ángel bello; no es cosa tuya juzgar al hombre que yo levanto. Soy mensajero de paz.

Yo seré quien juzgue al mundo, yo, que me llamo Jesús. La fuente limpia y fecunda de mi dolor y mi sangre purificará a los míos.


¿Sabes que las almas fieles con su mirada de amor me darán todos los días consuelo por las blasfemias de los que no me son fieles? Por eso en la Patria santa, los míos serán gloriosos; y dándoles yo mi vida, les haré otros tantos dioses.



EL ÁNGEL DEL JUICIO FINAL:
(Arrodillándose también)

En tu presencia divina, tierno y dulcísimo Niño, hasta el Querubín se inclina y admira, perdido en éxtasis, lo inefable de tu amor. Como Tú , quisiera un día, sobre la oscura colina, poder morir también él.

ESTRIBILLO
(Cantado por todos los Ángeles)

¡Qué dicha la de los hombres, las criaturas humildes! Hasta el Serafín quisiera- ¡tanto es su embelesamiento!- dejar, Jesús, de ser ángel para convertirse en niño

(Navidad 1894)

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías.





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