A vos, Señor, todo el honor y gloria,
¡Oh Dios Omnipotente!
Me disteis la victoria a mí, tímida niña.
Y vos, Madre divina, astro siempre radiante,
fuisteis mi clara luz,
protegiéndome siempre desde el cielo.
¿Cuándo podré yo ver, oh luminosa Estrella!
el radiante esplendor de vuestra albura?
¿Y bajo vuestro manto,
cuándo me encontraré reclinando dulcemente
mi cabeza en vuestro tierno corazón de Madre?
Desde el triste destierro de la tierra
mi alma suspira por la dicha eterna;
nada la satisface, necesita a su Dios
allá en el cielo.
Más antes de yo verle claramente y sin sombras,
por Jesús quiero combatir, y darle almas
innumerables, y amarle quiero cada día más.
Pasará como un día este largo destierro.
Alzaré pronto el vuelo hacia la playa eterna.
Pronto, muy pronto, sin sombras y sin nubes
a mi Amado veré.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías.
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