sábado, 2 de noviembre de 2019

EL ÁGUILA DIVINA, MI VOCACIÓN: EL AMOR (1896), MANUSCRITO B


¡Oh, Verbo divino!, tú eres el Aguila adorada que yo amo, la que atrae . Eres tú quien, precipitándote sobre la tierra del exilio, quisiste sufrir y morir a fin de atraer a las almas hasta el centro del Foco eterno de la Trinidad bienventurada. Eres tú quien, remontándote hacia la Luz inaccesible que será ya para siempre tu morada, sigues viviendo en este valle de lágrimas, escondido bajo las apariencias de una blanca hostia...

Aguila eterna, tú quieres alimentarme con tu sustancia divina, a mí, pobre e insignificante ser que volvería a la nada si tu mirada divina no me diese la vida a cada instante.

Jesús, déjame que te diga, en el exceso de mi gratitud, déjame, sí, que te diga que tu amor llega hasta la locura... ¿Cómo quieres que, ante esa locura, mi corazón no se lance hacia ti? ¿Cómo va a conocer límites mi confianza...?

Sí, ya sé que también los santos hicieron locuras por ti, que hicieron obras grandes porque ellos eran águilas... 
 

Jesús, yo soy demasiado pequeña para hacer obras grandes..., y mi locura consiste en esperar que tu amor me acepte como víctima... Mi locura consiste en suplicar a las águilas mis hermanas que me obtengan la gracia de volar hacia el Sol del amor con las propias alas del Aguila divina... 


Durante todo el tiempo que tú quieras, Amado mío, tu pajarito seguirá sin fuerzas y sin alas, seguirá con los ojos fijos en ti. Quiere ser fascinado por tu mirada divina, quiere ser presa de tu amor...

Un día, así lo espero, Aguila adorada, vendrás a buscar a tu pajarillo; y, remontándote con él hasta el Foco del amor, lo sumergirás por toda la eternidad en el ardiente Abismo de ese amor al que él se ofreció como víctima.(1)



NOTAS:

(1) Teresita se ofrece como víctima al Amor Misericordioso de Dios.

Fuente: Historia de un alma, autobiografía de santa Teresa de Lisieux



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