«Eso, me decía ella, es buscarse a si misma, un celo falso y una ilusión.
Se cuenta que un Obispo, deseando conocer a un Santo que gozaba de alta reputación, fue a buscarle, acompañado de los grandes de su séquito. El Santo, viendo venir de lejos al Prelado con su corte, tuvo un movimiento de vanidad; por lo que, arrepentido de este movimiento y queriendo reaccionar, viendo a unos niños que jugaban en un columpio sobre el tronco de un árbol, hizo bajar prontamente a uno y ocupó su lugar. El Obispo le tomó por loco y se volvió sin más examen.»
Así, con frecuencia, el alma no se halla con suficiente fuerza para soportar la alabanza; entonces debe sacrificar, a veces, por su propia santificación aun lo que en apariencia es un bien. Habéis de alegraros de caer, porque, si cayendo no hay ofensa de Dios, ha de hacerse expresamente a fin de humillarse».
Fuente: Consejos y recuerdos
(Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)
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