viernes, 29 de noviembre de 2019

LA VERDADERA ALEGRÍA (HUMILDAD)

Yo notaba que cualquiera cosa de la que uno se alegra, un pensamiento festivo, aun piadoso, acaba por cansar el corazón cuando nos apegamos a ella, y que la persistencia de una alegría se convierte en tristeza. 

Ella me contestó:        
- «Sólo en Dios se halla el reposo, y la verdadera alegría que no cansa nunca es la que nace del desprecio de sí mismo. Por eso, a propósito de vuestra debilidad de ayer... (yo había derramado algunas lágrimas, pues me costaba ir a visitar a las enfermas después de Maitines, por estar muy cansada, y una Hermana lo había visto), si la Hermana que os ha sorprendido os juzga sin virtud y vos misma convenís en ello de todo corazón, he ahí la verdadera alegría. 


 
      - ¡Oh! Tenéis razón. Comprendo muy bien lo que debería hacer, lo veo claramente, y, sin embargo, no puedo obrar. ¡No, yo no llegaré nunca a ser buena!        

- Sí, sí, llegaréis: Dios os hará llegar.        

- Sí, pero las criaturas no se darán nunca cuenta de ello, y si caigo siempre, se me juzgará siempre imperfecta, mientras que en vos ellas reconocen la virtud.        

- ¡Es porque nunca lo he deseado! Lo que hace falta es que se os juzgue siempre imperfecta: ahí está vuestra ganancia. La dicha consiste en creerse a sí misma imperfecta y en hallar perfectos a los demás. Con que se os juzgue sin virtud no se os quita nada ni os vuelve más pobre; las otras son las que pierden alegría interior, pues nada hay más dulce que pensar bien de nuestro prójimo. Tanto peor para los que os juzgan desfavorablemente, y tanto mejor para vos, si os humilláis por amor de Dios. 

- Yo le confesaba: «Me encuentro en una disposición de espíritu en la que me parece que ya no pienso. 

- No importa, me contestó: Dios conoce vuestras intenciones. Y empleando adrede para hacerme sonreír un jerga especial bien conocida de nosotras dos, añadió: «Tanto seréis dichosa, cuanto seáis humilde». 

- ¡Oh, cuando pienso, le decía yo, en todo lo que tengo que adquirir! 
      
- ¡Decid mejor: perder!... Jesús llenará vuestra alma de esplendores a medida que vos la desembaracéis de imperfecciones.

«No llegaréis a practicar la virtud, me decía ella con frecuencia: queréis escalar una montaña, y Dios quiere haceros descender al fondo de un valle fértil donde aprenderéis el desprecio de vos misma».  



Fuente: Consejos y recuerdos (Recogidos por Sor Genoveva de la Santa Faz, Celina)


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