JUANA DE ARCO EN PRISIÓN |
La voz me lo predijo y aquí estoy prisionera;
Socorros ya no espero sino de Vos, Señor;
Por vuestro amor tan solo dejé mi azul ribera,
Deje a mis viejos padres; mi mas risueño amor.
Abandonado el valle lancéme a la contienda;
El lábaro di al viento, y al campo fui veloz;
Reuní grandes ejércitos en torno de mi tienda
Y bravos generales sumisos a mi voz.
Y aquí, cual recompensa, una prisión sombría,
Después de dar mi sangre, me viene a entristecer;
Ya no veré mis lares con toda su alegría,
Ni los rientes prados veré mas florecer.
Ni aquella gris montaña tan alta y tan lejana,
Cuyo nevado pico taladra el cielo azul;
No oiré tampoco el eco que deja la campana,
Y va a perderse en nubes de recamado tul.
En este calabozo sombrío, busco en vano
La estrella vespertina que tanto habla de Dios;
Ni aquel árbol, que sombra me diera en el verano
Cuando me adormecía, de mi rebaño en pos.
Aquí, cuando me duermo, después de amargo llanto,
Sueño con los perfumes del fresco alborear;
Y sueño ver mis valles y el bosque de mi encanto,
Y el ruido de mis hierros me viene a despertar.
Señor, ya no rechazo ni el fuego de la muerte;
Acepto el cruel martirio; lo abrazo por tu amor;
Mi corazón suspira y anhela poseerte;
Mi voluntad es tuya; recógela, Señor.
Morir por amor tuyo, déjame ya, te ruego;
Quiero, en pos de tus huellas, seguirte con mi cruz;
Morir quiero abrasada, cual mariposa al fuego;
Morir y consumirme en tu divina luz.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías.
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