miércoles, 6 de noviembre de 2019

LA PASTORA DE DOMREMY, JUANA DE ARCO OYENDO VOCES CELESTIALES


Yo, pobre pastorcita,
Adoro mi rebaño,
Gusto de hilar en huso,
Y estimo mi cayado.

La soledad del bosque
Es mi mayor encanto;
Me complazco en decirle
Secretos de quien amo.

Allí tejo guirnaldas
Con flores de los campos
Para la Santa Virgen,
Al son de dulces cánticos.

Me encanta la natura.
Las flores y los pájaros
Y al límpido arroyuelo
Con su murmurio blando.

Los valles y campiñas
En verlos me complazco;
Las cumbres de los montes
Me acercan al Dios alto.

Oigo que extrañas voces
Dicen mi nombre claro…
Tal pienso que hablar deben
Los querubines santos.

Mirando hacia los cielos,
Pregunto al vasto espacio;
De seres misteriosos
No veo ningún trazo.
¡Ay de mi! que no puedo
Volar alto, muy alto,
Y flanquear las nubes
Que deben ocultármelos.

SANTA CATALINA 
Y SANTA MARGARITA

Tierna niña, nuestra dulce compañera,
Tu voz pura ya los cielos penetró;
Tu Custodio, que es guardia de tus secretos,
Ya tus votos al Eterno presentó.
Descendemos de su augusto y santo imperio,
Do reinamos, porque tal es su bondad,
Descendemos, cual divinas mensajeras,
A decirte su divina voluntad.
Partir debes a salvar a tu noble patria
Partir debes a salvar su fe y su honor;
Jesucristo, con su Madre Inmaculada.
Armar quiere ése tu bravo de valor.
Juana llora
Pastorcita, secar debes ese llanto;
Hoy el cielo te ilumina con su luz;
Está escrito que el sufrir tiene su encanto,
Y en el cielo cantan todos a la Cruz.
Con canciones semejantes se templaron
Muchas almas volaron a morir;
Sus canciones semejantes hoy prepara
Ese pecho que por Dios va a combatir.
Para el alma santa y fiel, acá en la tierra,
En la cruz está la gloria, amor y luz;
Y en el cielo no habrá cetro tan glorioso
Como el cetro empurpurado de la Cruz.

SAN MIGUEL


Yo soy Miguel, Custodio de la Francia,
Gran general del reino del Señor,
Mi potestad llegando hasta el Averno
Allí Luzbel por siempre encarceló.
Tiempos atrás, envuelto en alma lumbre,
Quiso poner su trono sobre el sol;
Yo enfrente de él, alcé pendón de guerra
Y exclamé así: “Satán, ¿quién como Dios?”
Entonces ¡ay! las iras vengadoras
Del Inmortal abismos van a abrir,
Y Lucifer cayó allí como piedra,
Y no tendrá jamás perdón allí.
Orgullo vil, le hundió en el negro abismo;
Orgullo fué lo que acabó con él;
Quiso después hacer caer al hombre
De orgullo vil, como él vino a caer.
Y fué Jesús, el Verbo igual al Padre,
Quién se vistió de nuestra humanidad
Y restauró la creación entera
Con el pavés de amor y de humildad.
Este Señor salvar quiere a la Francia,
Mas, no a merced de un gran conquistador;
Pues despreció para esto al orgulloso
Y puso en ti sus ojos el Señor.
Prepárate, pastora de Domrémy,
Y parte ya, por Dios, a combatir;
Deja el frescor del bosque y la pradera
Y el recental y el valle y el redil.
Ármate ya, y vuela y salva a Francia:
Peligros mil desprecia con valor,
Pues te daré valor y fortaleza
Para arrojar de aquí al usurpador.
La espada ten, y llévala a la guerra,
Que tiempos ha Dios la guardó para ti.
Toma el pendón -bandera inmaculada-,
Y ve ante el Rey, pues Dios lo manda así.



JUANA, sola

Por Vos solo, Señor mío dejaré a mi pobre padre
Y mi pueblo tan querido con su bello campanario,
Por Vos partiré a la guerra, renunciando mis amores;
Y en lugar de mis corderos, guiaré cuerpos armados.
Yo os ofrezco mis alegres diez y ocho primaveras;
Sacrifica mis caprichos, mi zurrón y mi cayado;
Y en lugar de coger flores en praderas verdeantes,
Cogeré la aguda espada, recia malla y férreo casco.
Mi voz débil, empañada con el soplo de la brisa,
Por los campos de batalla se oirá luego resonando;
¡Ay! En vez de despertarme la campana de oraciones,
Vendrán choques y estampidos a turbar mi sueño escaso.
Mándame, Señor, las cruces donde yo me sacrifique,
Mándame, Señor, martirios, pronta estoy a tus mandatos;
Pues el cáliz de amargura será siempre las delicias
De quien sufre y de quien muere por amor del Dios amado.

SAN MIGUEL

Tiempo es de marchar, pastora
El Señor te quiere armar.
No temas morir ahora
Que Él te vendrá a coronar.

SANTA MARGARITA

¡Oh, tierna niña,
Tu reinarás!

SANTA Catalina

Tu al Corderillo
Le seguirás.

LAS DOS SANTAS

Como nosotros
Has de elevar
Al Dios eterno
Dulce cantar.

SAN MIGUEL

Tu nombre, Juana, escrito está en los cielos
Entre los nombres a Francia libertaron;
Tu brillarás con vivos resplandores
Como Reina feliz entre los santos.
Tú brillaras con vivos resplandores
Como Reina feliz entre los santos.
(Las dos santas, ofreciendo a Juana de Arco la palma y la Corona:)
Con dicha los reflejos contemplamos
Que ya tus sienes orlan
Y del cielo gozosa te traemos.
SANTA CATALINA
La palma del martirio
SANTA MARGARITA
Y la corona.
SAN MIGUEL
La palma y la corona se conquistan,
Oh, pastora, en los campos del honor;
Antes de la victoria está el combate…
¡Escucha el estampido del cañón!

LAS DOS SANTAS

Nosotras volaremos al combate
A entregarte la palma de victoria,
Y allí a tus sienes ceñiremos ambas
La aureola inmarcesible de la gloria.


JUANA, SOLA
Con nada en la tierra se puede saciar;
Aspira a lo eterno; su dicha completa
Tan solo en el cielo la puede encontrar.
Más antes, Dios mío, de veros, anhelo
Luchar por Vos siempre; luchar y sufrir;
Ganar por Vos almas, llevarlas al cielo;
Con ellas amaros; por ellas morir.
Pasarán estos días de guerra;
El destierro también pasará;
Y, dejando mi cuerpo en la tierra,
El alma a su Esposo, feliz, volará.



Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías.






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