viernes, 13 de septiembre de 2019

TODO EL BIEN QUE HAS HECHO A MI ALMA, A JESÚS SE LO HAS HECHO, A LA MADRE INÉS DE JESÚS, CARTA 229



A la madre Inés de Jesús


23 de mayo de 1897 


J.M.J.T. 


Mucho me temo haber hecho sufrir a mi Madrecita (1)... Yo, que quisiera ser su alegría, veo que soy, por el contrario, su dolor... 


Sí, pero... cuando esté lejos de esta triste tierra, donde las flores se marchitan y los pájaros se van, yo estaré muy cerca de mi Madre querida, del ángel que Jesús envió delante de mí para prepararme el camino, la senda que conduce al cielo, el ascensor (2) que debía elevarme sin cansancios hacia las regiones infinitas del amor... Sí, estaré cerquita de ella, y sin dejar la Patria, pues no seré yo la que baje, sino que será mi Madrecita la que suba adonde yo esté... ¡Ah!, si yo supiera expresar como ella lo que pienso, si supiera decirle cómo rebosa mi corazón de gratitud y de amor hacia ella, creo que sería ya su alegría aun antes de alejarme de esta triste tierra. 


Madrecita querida, todo el bien que has hecho a mi alma, a Jesús se lo has hecho, pues él dijo: «Lo que hicisteis al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hicisteis...» ¡Y el más pequeño soy yo...!(3)  



NOTAS 

1 Desconocemos el motivo; seguramente a causa de su estado de salud. 


2 Primera vez que aparece esta palabra en la pluma de Teresa. El Ms C 3rº desarrollará pronto el tema del ascensor; cf CG p. 989+c. 


3 Esta fue la respuesta de la madre Inés a este billete: «En el mismo momento en que iba a tomar la pluma para exhalar un suspiro, recibí tus letras, ¡mi ángel querido! Esto ha hecho desbordar mi vasito. Sí, pero... ha hecho también que se produjera una especie de cambio físico, pues el vasito, lleno de agua muy amarga, sólo pudo ya rebosar en el acto un licor muy dulce y muy suave. Poco antes yo me decía a mí misma: me gustaría que, antes de partir, mi ángel me dijese lo que hará por mí allá arriba en el cielo, necesito tener éste entre mis consuelos, ¡y mira por dónde sus letras vienen a decirme justamente eso! Pues bien, ahora puedes ya morir, yo sé que allá arriba seguirás ocupándote de tu Madrecita; muérete ya enseguida para que mi corazón no tenga ya aquí abajo ningún apoyo, para que todo lo que amo esté ya allá arriba. Ya ves, mientras escribo esto me he puesto a derramar gruesas lágrimas y ya no veo..., no sé lo que hoy me está pasando, NUNCA había estado tan segura de tu final cercano. ¡Pobre angelito, o, mejor, feliz angelito, si supieras lo que allí te está esperando! ¡Sí, qué bien recibida vas a ser!, ¡qué fiesta para toda la asamblea de los santos! ¡Qué tiernamente te estrechará contra su corazón la Virgen Inmaculada! Serás como un niñito al que todos querrán pasarse de uno a otro para mecerlo y acariciarlo; y luego los santos inocentes irán, orgullosos, a tomarte de la mano, y te enseñarán a servirte de tus alas, y te enseñarán a jugar con ellos. ¡Pídeles que me dejen un lugarcito a mí también entre sus filas!» (LC 179, 23/5/1897). 

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario