J.M.J.T.
7 de junio de 1897
Queridísima hermanita, no busquemos nunca lo que parece grande a los ojos de las criaturas. Salomón, el rey más sabio que hubo jamás en la tierra, después de observar todos los afanes que ocupan a los hombres bajo el sol, la pintura, la escultura y todas las demás artes, comprendió que todas esas cosas estaban carcomidas por la envidia recíproca, y exclamó que no eran más que vanidad y aflicción de espíritu...
Sin embargo, «el hombre no es dueño de su camino», y a veces comprobamos con sorpresa que estamos deseando lo que brilla. Entonces, coloquémonos humildemente entre los imperfectos, considerémonos almas pequeñas a las que Dios tiene que sostener a cada instante. Cuando él nos ve profundamente convencidas de nuestra nada, nos tiende la mano; pero si seguimos tratando de hacer algo grande, aunque sea so pretexto de celo, Jesús nos deja solas.
«Cuando parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene» (Salmo XCIII). Sí, basta con humillarse, con soportar serenamente las propias imperfecciones. ¡He ahí la verdadera santidad (2)!
Cojámonos de la mano, hermanita querida, y corramos al último lugar... Nadie vendrá a disputárnoslo...
NOTAS
1 Sor Genoveva fotografió a su hermana en este 7 de junio, lunes de Pentecostés. A pesar de su agotamiento, Teresa tuvo que posar durante mucho tiempo para satisfacer las exigencias de Celina. Esta (según una tradición oral) se impacientó. Este billete parece ser una respuesta a las quejas que le había expresado la novicia.
2 Cf Ms C 2vº, escrito en estos mismos días. Sor María de la Trinidad comenta así esta frase de la Cta 243: «¿Qué santo canonizado ha hablado nunca así? «Nosotras, me decía, no somos santos que lloremos nuestros pecados; nosotras nos alegramos de que nuestros pecados sirvan para glorificar la misericordia de Dios» (Billete a la madre Inés, 8/3/1925).
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
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