1 de junio de 1897
J.M.J.T.
NOTAS:
(1) Con esas pocas palabras, Teresa respondía a un billete de la madre Inés, del que transcribimos aquí una parte:
«Esta noche he rezado todo el rosario de rodillas ante la Santísima Virgen del mes de María, y me parece que, al terminarlo, la Virgen tenía una sonrisa muy especial. Angelito mío, creo que, si rezas por mí, voy a empezar realmente una vida nueva, creo que he recibido una gracia muy grande. No quiero tampoco entristecerme si nuestra Madre te rechaza, la Santísima Virgen me ha hecho comprender que las más hermosas vidas de los santos no valen lo que un acto de obediencia y de renuncia. Incluso aunque nuestra Madre, después de tu muerte, rasgase tu vida, me parece que, si estoy como esta noche, no sentiría nada más que una atracción más fuerte hacia el cielo. Volaría más alto, eso es todo: Mas allá de las nubes, el cielo es siempre azul. Pisamos las riberas en las que reina Dios...
«No sufras por mí, nuestra unión nunca ha sido más íntima, no, lo sé. Esta noche, junto a la Santísima Virgen, había una velita muy luminosa que se estaba consumiendo, y la cera formaba, a un lado, la auténtica figura de un corderito suplicante.
Y pensé que tú eras la luz y que ese corderito era yo, que, apoyándome en tu claridad y volviendo mis ojos hacia María, alcanzaría su compasión. No sé lo que te estoy diciendo, ángel querido. Mi corazón y mi alma, toda mi persona es un mundo esta noche. Espero que me comprendas y que, después de tu partida de este valle de lágrimas, vuelvas muchas veces a embellecer este mundo nuestro, a pasearte por él con los angelitos, y a convertirlo, con un soplo luminoso, en un pequeño sol...» (LC 182, 31/5/1897).
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario