Jesús + El Carmelo, 23 de julio de 1893
Querida Celinita:
No me sorprende que no entiendas nada de lo que ocurre en tu alma. Un niño PEQUEÑO completamente solo en el mar, en una barca perdida en medio de las olas borrascosas ¿podrá saber si está cerca o lejos del puerto? Mientras sus ojos divisan todavía la orilla de donde zarpó, sabe cuánto camino lleva recorrido y, al ver alejarse la tierra, no puede contener su alegría infantil. ¡Pronto -se dice a sí mismo- llegaré al final del viaje! Pero cuanto más se aleja de la playa, más vasto parece también el océano. Entonces la CIENCIA del niñito se ve reducida a nada, y ya no sabe hacia dónde va su navecilla. Como no sabe manejar el timón, lo único que puede hacer es abandonarse, dejar flotar la vela a merced del viento...
Celina mía, la niñita de Jesús se encuentra completamente sola en una barquichuela, la tierra ha desaparecido a sus ojos y no sabe a dónde va, ni si avanza o retrocede... Teresita sí lo sabe: está segura de que su Celina está en alta mar, de que la navecilla que la lleva boga a velas desplegadas hacia el puerto, de que el timón, que Celina ni siquiera puede ver, no está sin piloto.
Jesús está allí, dormido, como antaño en la barca de los pescadores de Galilea. Él duerme... y Celina no lo ve porque la noche ha caído sobre la navecilla... Celina no oye la voz de Jesús. El viento sopla y ella lo oye soplar, ve las tinieblas... y Jesús sigue durmiendo. Sin embargo, si se despertara solamente un instante, sólo tendría que «ordenar al viento y al mar, y vendría una gran calma», y la noche sería más clara que el día. Celina vería la mirada divina de Jesús, y su alma quedaría consolada... Pero entonces Jesús ya no dormiría, ¡y está tan CANSADO...! Sus pies divinos están cansados de buscar a los pecadores, y en la navecilla de Celina Jesús descansa tan a gusto...
¡Qué gran misterio! Jesús, el niñito de Belén, a quien María llevaba como una «carga ligera», se vuelve pesado, tan pesado que san Cristóbal se queda sorprendido... También la esposa de los Cantares dice que su «Amado es un ramillete de mirra que descansa sobre sus senos». La mirra es el sufrimiento, y así es como Jesús reposa sobre el corazón de Celina... Y sin embargo, Jesús está contento de verla entre sufrimientos, se siente feliz de recibirlo todo de ella durante la noche... Espera la aurora, y entonces... sí, entonces ¡¡¡qué despertar el de Jesús...!!!
A LA IZQUIERDA DE LA FOTO, MARÍA GUERIN,
PRIMA DE TERESITA, A LA DERECHA, CELINA.
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¡Cómo me emocionó saber que Jesús te había inspirado la idea de los pequeños sacrificios! Yo se lo había pedido, no contando con escribirte tan pronto. Hasta ahora, nunca Nuestro Señor se me ha negado a inspirarte lo que le he pedido que te diga. Siempre nos concede las mismas gracias a las dos. Hasta me veo obligada a llevar un rosario de prácticas (1).
Lo hago por caridad hacia una de mis compañeras (2). Ya te lo contaré detalladamente, es muy divertido... Estoy presa entre unos hilos que no me gustan, pero que me son muy útiles en la situación en que se encuentra mi alma (3).
NOTAS
1 Rosario de cuentas móviles para contar los actos de virtud o los sacrificios. De niña, Teresa se había servido de este sencillo medio ascético: cf Cta 11.
2 Sor Marta de Jesús, Cf Or 3.
3 Celina responde a esta carta el 27 de julio. Tu carta, escribe, «me ha hecho tanto bien, que he dado gracias por ella a Nuestro Señor. No lo entiendo, pero siempre me dices justamente lo que necesito que me digan...
«La imagen del niño en alta mar me ha dado mucho que pensar, y también esto otro: «Jesús se siente feliz de recibirlo todo durante la noche... Espera la aurora, y entonces..., sí, entonces ¡¡¡qué despertar el de Jesús...!!!». Esto, Teresa, me transporta.
«Me ha emocionado, me ha emocionado mucho nuestra coincidencia en los pequeños sacrificios. Sí, Jesús me los pide y yo no los rechazo. Me siento inclinada a, «ya que Jesús no me da», dar yo sin medida y aprovechar las ocasiones» (LC 155, 27/7/1893).
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
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