jueves, 22 de noviembre de 2018

EL EJEMPLO DEL MELOCOTÓN, CARTA 147

 A Celina        J.M.J.T. 
Jesús + El Carmelo, 13 de agosto de 1893 
Querida Celinita: 

Sentimos mucho todos esos problemas que tienes con la sirvienta (1). 

Nuestra Madre no pensaba escribirte antes de que volvieras, pero es tan buena y quiere tanto a su Celinita, que, al saber que estaba triste, ha querido darle un pequeño consuelo permitiendo a tu Teresa escribirte unas letras. 

No sabemos lo que debes hacer con la casa (2). Deberías preguntarle a nuestro tío, nosotras daremos por bueno lo que él decida; de todas formas, ya hablaremos de ello de viva voz. 

Tu pobre sirvienta es bien desgraciada con tener ese vicio tan feo, y sobre todo de ser mentirosa; ¿no podrías convertirla, como a su marido (3)? No hay pecado sin perdón, y Dios es poderoso para dar conciencia aun a las personas que no la tienen. Voy a rezar mucho por ella. Tal vez, en su lugar, yo fuese todavía peor que ella, y tal vez también ella sería ya una gran santa si hubiese recibido la mitad de las gracias de que Dios me ha colmado a mí. 
 

Creo que Jesús es muy bueno al permitir que mis pobres cartitas te sirvan de ayuda. Pero te aseguro que no caigo en el error de pensar que tengo en ello el menor mérito. «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles». Los más bellos discursos de los más grandes santos no lograrían hacer brotar un solo acto de amor de un corazón si Jesús no estuviese adueñado de él. Sólo él sabe servirse de su lira, nadie más puede hacer vibrar sus notas armoniosas. Pero Jesús se sirve de todos los medios, todas las criaturas están a su servicio y a él le gusta utilizarlas durante la noche de la vida para ocultar su presencia adorable. 
Mas no se oculta tanto que no se deje adivinar. En efecto, veo que muchas veces me da luces, no para mí, sino para su Palomita desterrada, para su esposa querida. Esto es muy cierto, y en la misma naturaleza encuentro un ejemplo de ello.  


Imagínate un hermoso melocotón (4) rosado y tan dulce, que todos los confiteros juntos no lograrían imaginar un sabor tan dulce como el suyo. Dime, Celina, ¿acaso creó Dios para el melocotón ese precioso color rosa tan aterciopelado y tan agradable a la vista y al tacto? ¿Gastó por él tanto azúcar...? La verdad que no. Fue para nosotras y no para él. Pero lo más propio suyo, lo que forma la esencia de su vida es el hueso; podemos quitarle toda su belleza, sin quitarle su ser. 

De la misma manera, Jesús se complace en prodigar sus dones a algunas de sus criaturas, pero muchas veces es para atraer hacia sí a otros corazones; y luego, cuando ha logrado su objetivo, hace desaparecer esos dones exteriores y despoja completamente a las almas que le son más queridas. Al verse en tan gran pobreza, esas pobres almas tienen miedo, les parece que no sirven para nada, puesto que lo reciben todo de los demás y ellas no pueden dar nada. Pero no es así: la esencia de su ser trabaja en secreto. Jesús va formando en ellas ese germen que ha de desarrollarse allá arriba en los jardines del cielo. Se complace en hacerles ver su nada y su propio poder. 


Para llegar a ellas, se sirve de los instrumentos más viles, demostrándoles así que es él solo quien trabaja. Se da prisa en perfeccionar su obra para el día en que, desvanecidas las sombras, no se comunicará ya a través de intermediarios, sino en un cara a cara eterno... 

 (Nuestra Madre agradece a María (5) su cartita, lo mismo que la madre María de Gonzaga; les ha encantado.) 

Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind. 



NOTAS 

 1 María, la esposa del Sr Désiré, se daba a veces a la bebida. 

 2 La casa de la calle Labbey, alquilada por Celina en 1892, tras el regreso del señor Martin a Lisieux. 

 3 El Sr. Désiré había vuelto a la práctica religiosa después de una novena de Celina a San José, en marzo de 1893. 

 4 Una de las frutas preferidas de Teresa; cf CA 24.7.1. 

 5 María Guérin, que deseaba entrar en el Carmelo.  

Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.

 

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