lunes, 5 de noviembre de 2018

JESÚS ES EL SOL DIVINO Y LAS MARGARITAS SON SUS ESPOSAS, CARTA 134

A Celina   J.M.J.T. 
Jesús + 26 de abril de 1892 


Celina querida: 
Este año la pradera del Carmelo me ofrece un presente simbólico que me siento feliz regalándote para tus 23 años... Un día, entre la hierba, que blanqueaba toda ella de sencillas margaritas, me pareció ver una de tallo más esbelto y que excedía en belleza a todas las demás. Acercándome, vi sorprendida que, en vez de una margarita, había dos bien distintas. Dos tallos tan estrechamente unidos, que me hicieron pensar enseguida en los misterios de nuestras almas... Y comprendí que si, en el orden de la naturaleza, Jesús se complace en sembrar a nuestros pies maravillas tan encantadoras, no es sino para ayudarnos a adivinar los misterios, más ocultos y de un orden superior, que él opera a veces en las almas...  


Celina, creo que ya has comprendido a tu Teresa, creo que ya tu corazón ha adivinado lo que pasa en este otro corazón al que el tuyo está tan estrechamente unido, ¡que una misma savia es que los nutre...! Sin embargo, quiero hablarte de algunos de esos misterios escondidos en mi florecita. 

Jesús, para alegrar nuestra vista e instruir nuestras almas, ha creado una gran multitud de pequeñas margaritas. Y veo con asombro cómo, al amanecer, sus corolas rosadas están vueltas hacia la aurora: esperan la salida del sol. 
Tan pronto como este astro radiante envía sobre ellas uno de sus cálidos rayos, las tímidas florecillas entreabren sus cálices y sus lindas hojas forman una especie de corona que, dejando al descubierto sus corazoncitos amarillos, dan de pronto a estas flores un gran parecido con el sol que las hiere con su luz. 
Durante todo el día las margaritas no cesan de mirar fijamente al sol, y van girando como él hasta la tarde; luego, cuando él desaparece, ellas cierran enseguida sus corolas, que, de blancas, se tornan de nuevo rosadas... 

Jesús es el sol divino, y las margaritas son sus esposas, las vírgenes. Cuando Jesús mira a un alma, le da inmediatamente su parecido divino, pero es preciso que esa alma no deje de fijar en él solo su mirada. 

Para explicar los misterios de las margaritas, tendría que escribir todo un volumen, pero mi Celina lo comprende todo. Pero eso, quiero hablarle ahora de los caprichos de Jesús... 

Jesús, en su pradera, tiene muchas margaritas, pero están separadas, y cada una recibe independientemente de las otras los rayos del sol. Un día, el esposo de las vírgenes se asomó a la tierra y unió estrechamente dos pequeños capullos apenas abiertos; sus tallos se fundieron en uno solo, y una sola mirada los hizo crecer. Esas dos florecitas, hechas una sola flor, se abrieron juntas, y ahora la doble margarita, con la mirada fija en su sol divino, cumple su misión, que es única... 

Celina, sólo tú puedes comprender mi lenguaje. A los ojos de las criaturas, nuestra vida parece muy diferente, muy distanciada; pero yo sé que Jesús ha unido nuestros corazones de una manera tan maravillosa, que lo que hace latir a uno hace también estremecerse al otro... 

CELINA Y TERESITA
«Donde está vuestro tesoro allí está vuestro corazón». Nuestro tesoro es Jesús, y nuestros corazones no forman más que una sola cosa en él. La misma mirada ha cautivado nuestras almas, una mirada velada de lágrimas que la doble margarita ha decidido enjugar. 
Su humilde y blanca corola será el cáliz que recogerá los diamantes preciosos, para luego verterlos sobre otras flores que, menos privilegiadas, no habrán fijado en Jesús las primeras miradas de sus corazones... Tal vez, al atardecer de su vida, la margarita presente al esposo divino su corola teñida de rosa (1)... 

Adiós, Celina querida. La florecita que te envío es una reliquia, pues reposó entre las manos de nuestra santa madre Genoveva (2), que bendijo a Celina y a Teresa...  



Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind. 



NOTAS Cta 134 


1 Alusión a la posibilidad del martirio, cf Cta 132. 


2 La madre Genoveva falleció el 5 de diciembre de 1891. El hallazgo de la margarita data, pues, de la primavera de 1891.  


 Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.





 

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