30 de septiembre de 1897
«¡Sí, es el sufrimiento puro, pues no hay en él el menor consuelo! ¡No, ni el más mínimo!
¡¡¡Ay, Dios mío!!! Sin embargo, sí, lo amo a Dios... ¡Querida Virgen Santísima, ven en mi auxilio!
Si esto es la agonía, ¿qué será la muerte...?
¡No puedo más..., no puedo más! Sin embargo, tengo que resistir...
Estoy... estoy vencida... No, nunca hubiera creído que se pudiese sufrir tanto..., ¡nunca, nunca!
Madre, ya no creo en la muerte para mí... ¡ya no creo más que en el sufrimiento!
¡Y mañana será todavía peor! Bueno, ,¡pues mejor que mejor!».
Por la noche
(Nuestra Madre acababa de despedir a la comunidad, diciendo que la agonía iba a prolongarse todavía, y nuestra santa enfermita contestó):
«Pues bien, ¡adelante, adelante! ¡No quisiera sufrir menos!».
«Sí, le amo...».
«¡Dios mío... te... amo!».
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, consejos y recuerdos de Celina
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