POESÍA DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS
Tu esposa, ¡oh Señor mío!,
en tierra extranjera
puede cantar el cántico eterno del amor,
porque en el seno mismo de su oscuro destierro
la abrasas con el fuego de tu amor,
como lo harás un día allá en el cielo.
¡Oh belleza suprema y dulce Amado mío!,
tú te entregas a mí,
y yo pago tu entrega amándote, Jesús.
Haz que toda mi vida sea un acto de amor.
Olvidándote tú de mi inmensa miseria,
vienes a hacer morada aquí en mi corazón.
¡Ah qué misterio grande, mi débil amor
basta para tenerte mío y encadenarte a mí!
basta para tenerte mío y encadenarte a mí!
Amor que me inflamas, penetra mi alma.
Ven, yo te reclamo, ven, consúmeme.
Tu llama me urge, y quiero sin tregua
¡oh divino horno!, abismarme en ti.
El sufrir me es gozo
cuando en raudo vuelo a ti
para siempre se alza el amor.
¡Oh patria celeste, dulzura infinita,
tú día tras día encantas mi alma!
¡Oh celeste patria, oh gozo infinito,
no eres más que Amor!
NOTAS P 28 - EL CÁNTICO ETERNO CANTADO EN EL DESTIERRO
Fecha: 1 de marzo de 1896. - Compuesta para: sor María de San José, a petición suya (?) para su santo. - Publicación: HA 98, siete versos corregidos. - Melodía: Mignon regrettant sa patrie.
Sin fijarse en los problemas psicológicos de su compañera (igual que Jesús lo hace con ella, ella olvida también la «inmensa miseria» de esta hermana), Teresa no habla más que de «amor» a esta discípula de buena voluntad, de la que pronto será «segunda» en la lavandería.
Resulta precioso saber que Teresa vive al pie de la letra lo que canta en nombre de la destinataria del mismo.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, poesías
No hay comentarios:
Publicar un comentario