A Celina
J.M.J.T.
Jesús + El Carmelo, 20 de octubre de 1888
Mi querida Celina:
Así que mañana es tu santo (1). ¡Cómo me gustaría ser yo la primera en felicitarte! Pero si no es posible, puedo hacerlo al menos en mi corazón.
¿Qué quieres que te regale para tu santo? Si escuchase a mí corazón, le pediría a Jesús que me enviase a mí todas las penas, todas las tristezas, todos los problemas de la vida de mi querida Celina; pero, ya ves, no lo escucho, porque tengo miedo a que Jesús me diga que soy una egoísta, pues entonces querría que me diese a mí lo mejor que él tiene, sin dejar ni siquiera un poco para su prometida, a quien tanto ama.
Si le hace sentir la separación (2), es para demostrarle su amor; por tanto, no puedo pedirle eso a Jesús. Y, además, él es tan rico, tan rico, que tiene de sobra para enriquecernos a las dos...
¡Y pensar que, si Dios nos diese el universo entero con todos sus tesoros, eso no sería comparable con el más ligero sufrimiento! ¡Qué gracia tan grande cuando por la mañana nos sentimos sin ánimo y sin fuerzas para practicar la virtud! Ese es el momento de poner el hacha a la raíz del árbol (3).
En vez de perder el tiempo en reunir unas pocas pepitas de oro, extraemos diamantes, ¡y qué ganancia al final de la jornada...! Es cierto que a veces nos despreocupamos durante algunos instantes de acumular nuestros tesoros.
Ese es un momento peligroso, pues se ve una tentada de mandarlo todo a paseo; pero con un acto de amor, aun no gustado, todo queda reparado, y con creces: Jesús sonríe, nos ayuda sin parecer que lo hace, y nuestro y débil amor enjuga las lágrimas que los malos le hacen derramar.
Ese es un momento peligroso, pues se ve una tentada de mandarlo todo a paseo; pero con un acto de amor, aun no gustado, todo queda reparado, y con creces: Jesús sonríe, nos ayuda sin parecer que lo hace, y nuestro y débil amor enjuga las lágrimas que los malos le hacen derramar.
El amor todo lo puede: las cosas más imposibles no le parecen difíciles. Jesús no mira tanto la grandeza de las obras, ni siquiera su dificultad, cuanto el amor con que se hacen (4)...
Hace algún tiempo encontré una frase que me parece muy hermosa. Es ésta, creo que te va a gustar: «La resignación es todavía distinta de la aceptación de la voluntad de Dios; existe entre ellas la misma diferencia que entre la unión y la unidad. En la unión hay todavía dos, en la unidad no hay más que uno» (5).
¡Sí, no seamos más que uno con Jesús! Despreciemos todo lo que es pasajero. Nuestros pensamientos deben dirigirse al cielo, pues allí está la morada de Jesús. Pensaba hace unos días que no debemos apegarnos a lo que nos rodea, pues podríamos vivir en otro lugar distinto de éste en que vivimos, y entonces nuestros afectos y nuestros deseos ya no serían los mismos... No sé explicarte mi pensamiento, soy demasiado torpe para hacerlo, pero cuando te vea te lo diré de palabra.
¿Por qué te habré dicho todas estas cosas que tú sabes mucho MEJOR que yo? Perdóname. Necesitaba tener contigo una conversación como las que teníamos antaño.
Pero ese tiempo no pasó, seguimos siendo las dos una MISMA ALMA, y nuestros pensamientos siguen siendo los mismos que eran en las ventanas del mirador...
Me llena de alegría pensar que un día celebraremos tu santo en la ciudad celestial.
Tu hermanita,
Teresa del Niño Jesús
Sí, es muy triste pensar que el Padre (6) se va para el Canadá. ¡Pero nos queda Jesús...!
NOTAS Cta 65
(1) Santa Celina, virgen, patrona de Meaux y compañera de santa Genoveva.
(2) La separación de Teresa.
(3) Imitación I, 11, 4.
(4) Santa Teresa de Jesús, M7,4,15.
(5)Mme. Swetchine: cf CA 23.7.5.
(6) El P. Pichon. Se embarcaba el 3 de noviembre en El Havre. Teresa ya no volvería a verlo en esta vida.
Fuente: Obras completas, santa Teresa de Lisieux, cartas.
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